CAPÍTULO 60

WHIT

—Quietos donde estáis, chavales. Enseñadme alguna identificación. ¡Ahora!

Eran como once o doce, todos hombres, de unos diecisiete a veinticinco años, chicos grandes con grandes músculos.

Di un paso adelante.

—¿Puedo saber quién eres tú, antes de enseñarte nada? Esta parte de la ciudad es peligrosa, ya sabes.

El portavoz de los chicos musculosos tenía aspecto de veinteañero. Se erguía sobre la punta de los pies, listo para pasar a la acción, pensé.

—Ya deberías conocernos. El Nuevo Orden. La Patrulla Ciudadana. Vamos a la caza de vagabundos y gente en busca y captura. Necesitamos las identificaciones de todos. Es la ley, colega.

Wisty se había acercado hasta mí.

—Tal vez seamos nosotros los que queramos ver vuestras identificaciones —dijo—, colega.

Entre tanto, se estaba formando una muchedumbre de unos cincuenta o sesenta «ciudadanos». Nada bueno.

—Déjame ocuparme de esto —le pedí—, ¿de acuerdo?

Wisty se encogió de hombros.

—De acuerdo.

—¿Por qué no seguimos cada uno nuestro camino y quedamos tan amigos? —le pregunté al líder del grupo.

Confiaba en seguir parlamentando, pero él ya había sacado un bastón metálico. La multitud seguía creciendo y empezaba a hacer ruido.

—Patrulla Ciudadana, y una leche. Más bien Club Extraescolar de Aspirantes a Dictador —dijo Wisty, tan diplomática como siempre—. Miraos a vosotros mismos. Ya estáis mayorcitos para ser tan abusones. Sois patéticos.

Aquello los sacó de sus casillas, y se lanzaron al ataque. Los once a la vez, agitando los bastones, con la horrible muchedumbre de vecinos animándolos.

—Mi turno —detuve a Wisty—. Puedo con esto.

—Ya lo veo —dijo ella—. Caramba, Whitford.

Ante sus ojos, la Patrulla Ciudadana parecía moverse a cámara lenta. Pero en realidad no lo hacía. Era yo moviéndome muy, muy deprisa. Sentí que podía lograrlo, y tenía razón.

El jefe llevaba el bastón mal sujeto y se lo arrebaté de su propia mano. Le pateé las piernas desde el suelo y lo golpeé con un puñetazo redondo mientras caía sobre la acera. Me movía tan rápido como una exhalación. Me hice con todos los bastones y los arrojé a una alcantarilla.

A continuación los fui dejando fuera de combate de uno en uno, a excepción de un dos por uno bastante logrado. Al final, los miembros de la banda acabaron esparcidos por el suelo, entre gemidos y lamentos.

—¡Ahora, veamos esas identificaciones! —rugí por encima de ellos, pero Sasha ya me estaba apartando de allí, y nos apremiaba a todos para seguir calle arriba hasta la esquina más próxima.

—Eso ha molado un montón —dijo.

—Necesitaba practicar. Creo que tal vez me pueda acostumbrar a esto de la magia.

Mientras tanto, Celia iba de mi brazo, tan ligera como una pluma.

—Ha sido increíble, Whit. ¡Me ha encantado!

—Definitivamente, muestras cierto potencial —dijo Wisty, y sonrió.

Y por un instante, en ese momento, era como si todo fuera de nuevo de la forma en que debía ser, como si fuera el tipo de vida que siempre pensé que viviría. Pero la sensación solo duró un abrir y cerrar de ojos.