CAPÍTULO 57
WISTY
—Vamos allá —dijo Sasha, deteniéndose de repente—. Preparaos.
Mi corazón dio un salto. Podía enfrentarme a eso de prepararse, pero no a ser masacrada por sombrías criaturas devoradoras de almas. No, mejor que no.
Aunque… ¿dónde estaba el portal? Solo era capaz de ver niebla. ¿Estaba cerca? ¿Dónde?
Entonces Feffer, que estaba, la pobre, corriendo en retaguardia varios metros por detrás de nosotros, gimió lastimera.
—¡Feffer! —dejé de quejarme y llamé a la perra; esta, incapaz de controlarse, se apresuró a atravesar un trozo de niebla que, como me di cuenta en ese momento, parecía estar rotando como un remolino.
Feffer estaba sangrando. Mucho. Se diría que algo había desgarrado su lado izquierdo con un rastrillo de jardín. Y con todo el miedo que llevaba en los ojos, parecía un cachorro aterrorizado en lugar de un ex sabueso del infierno del Nuevo Orden.
Pero antes de que pudiera siquiera pensar en acercarme a ella para consolarla, me adelantó y se sumergió en la espiral de vapor.
Y de repente ya no estaba allí.
—Ese es nuestro portal —dijo Sasha—. Vosotros sois los siguientes. Y tened cuidado. Freeland puede ser bastante salvaje.
También podía enfrentarme a eso de las cosas salvajes. Me habría apuntado, sin pensármelo dos veces, a un safari entre jaguares hambrientos. Cualquier cosa menos esta escena de pesadilla. Sin embargo, no podía bromear sobre eso con Sasha. Entre otras cosas, porque mis dientes castañeteaban tan fuerte que no era capaz de hablar.
De pronto sentimos un frío tan intenso que quemaba. Y venía de delante de nosotros.
Uno de los perdidos, de alguna forma, había conseguido introducirse entre nosotros y el portal.
Si el dolor, el odio y el sufrimiento pudieran mezclarse en partes iguales, si fuera posible darles forma de alguna manera y recubrirlos de pintura negra, se obtendría algo parecido a lo que teníamos enfrente en ese momento. Había algo profundamente inquietante, desalmadamente humano, en su rostro hecho de sombras. No tenía piel, solo una especie de superficie cambiante allí donde deberían estar su frente, sus mejillas, su nariz… Y después estaban los ojos. Sin pupilas. Apenas unas rendijas de un amarillo anaranjado, destellando como las antorchas que iluminan los pasillos del infierno.
Solo quería gritar, pero estaba absolutamente paralizada por el aire congelado y el terror.
Fui capaz de mover los ojos y observé, impotente, que los demás perdidos ya se hallaban cerca de nosotros. Estábamos rodeados.
Entonces (y no sé de dónde sacó la fuerza o el valor) Sasha caminó hacia el que estaba frente al portal, ignorando sus garras y mirándolo directamente a los siniestros ojos amarillos.
—Nos habéis atrapado —dijo—, pero permíteme explicarte una cosa.
Buscó en el bolsillo de sus pantalones y sacó un trozo de papel.
—Esto es un mapa. Puedo explicarte cómo encontrar portales con él. No portales como este, que no sirven para vosotros, sino los que pueden llevaros fuera de Shadowland. De vuelta a casa.
De algún modo, la horrible criatura parecía comprender y apreciar lo que Sasha le estaba diciendo.
Acto seguido, haciendo un excelente juego de manos, Sasha arrugó el papel y lo tiró al suelo, con lo que obligó a la criatura a saltar en su busca con un ensordecedor chillido de rabia.
Sasha nos empujó a Whit y a mí dentro del portal, los tres lo traspasamos, con el Capullo Odioso de Byron agarrado a mi pernera con las cuatro patas. Qué cosa más insufrible y apestosa.
Sentí una vibración eléctrica que se fue haciendo más y más intensa. Mi cuerpo empezó a temblar como si estuviera subida a un coche de caballos que fuera por un camino lleno de guijarros a ochenta kilómetros por hora.
Luego, de repente, atravesamos el portal y, por lo que parecía, aparecimos en el exterior. Lo primero que sentí fue el viento, y estuvo genial. Parecía que era la primera vez en años que el aire fresco tocaba mi piel.
Recuperé el equilibrio y entonces me detuve, sorprendida, y miré a mi alrededor.
—Vaya por Dios.