CAPÍTULO 55
WISTY
—¡Celia! ¡Estás bien! —oímos decir a alguien. Entonces vimos a una chica alta y rubia, quizá de la edad de Whit. Supuse que era una media luz, aunque nunca había imaginado que las chicas muertas llevaran camisetas de tirantes y minifaldas… ni que masticaran chicle. ¿Y de verdad necesitaban gafas las chicas muertas? A lo mejor las llevaba de adorno—. ¡Conseguiste sacar de allí a tus amigos! —dijo la chica antes de dar un abrazo a Celia. Es bastante difícil describir cómo se abrazan los medias luces.
—Esta es Susan —dijo Celia—. Susan, estos son Whit Allgood y su hermana Wisty. ¿Recuerdas que te he hablado de Whit?
Susan miró hacia arriba como si hubiera perdido la paciencia.
—Sí. El Señor Maravilloso. El Señor Sensible. El Señor Tableta de Chocolate en la Tripa. Creo que hablaste de él una o dos veces. El típico chico puca. Dijiste que era una obra de arte.
Parpadeé. Eso de puca me sonaba bastante raro. Celia no estaba ni un poquito avergonzada, aunque Whit adquirió un toque rosa en las mejillas.
—Bienvenidos —dijo Susan, que parecía simpática y divertida—. Me alegro de que os librarais de ese Hospital. Ese sitio es un asco. Ahí fue donde me ejecutaron. Creo que fue por mascar chicle en el exterior.
—Tengo que llevar a estos dos hasta Freeland antes de que alguno de los perdidos se dé cuenta de su presencia.
—Estoy de acuerdo. He visto algunos hace unos minutos. Probablemente han sentido que hay humanos vivos por aquí.
—Bueno, reunamos a estos chicos con su comadreja y saquémoslos de aquí.
Susan y Celia estaban empezando a despistarme con toda su extraña jerga hasta que Celia mencionó al Capullo Traidor de Byron. Se me había olvidado por completo.
—No es exactamente nuestra comadreja —explicó Whit.
Entonces oímos otro extraño coro de aullidos que ponía los pelos de punta.
—En realidad no tenemos por qué esperarle —dije, sintiendo un sudor frío por todo el cuerpo.
—No nos hará perder tiempo —dijo Susan—. Y además, tenemos que encontrarnos con otra persona. De hecho, aquí viene. ¡Eh, Sasha! —gritó a un chico que estaba entrando dentro del campo visual.
Como empezaba a acostumbrarme a la gente semisólida, el hecho de que fuera tan opaco me pilló un poco por sorpresa. Entonces me di cuenta de que seguramente era un chico normal, como nosotros.
—Estás a salvo, Celia —dijo Sasha, aliviado, cuando nos presentaron. Parecía un poco mayor que yo, pero quizá algo más joven que Whit, y tenía el pelo negro y largo y los ojos azul oscuro. Llevaba una gorra de color azul marino, dada la vuelta, y en su camiseta estaba escrito «La libertad debería ser gratis». También me di cuenta de que llevaba un ovillo del que colgaba una cuerda que se perdía en la neblina gris tras él.
—¿Así que te orientas usando una cuerda? —le pregunté.
—Sí —dijo—. Tengo cierta habilidad para detectar portales, pero es mejor tomar precauciones para volver. Y las miguitas de pan no sirven para nada. Pero ya hablaremos después: he oído a un grupo de perdidos mientras venía hacia aquí.
Mostraba una expresión de confianza que, en un segundo, desapareció:
—¡Cuidado! —gritó, saltando frente a nosotros para detener a la silueta que estaba emergiendo de la niebla. Pero solo era Feffer.
—Oh —dijo, un poco avergonzado—. Supongo que habéis traído un perro.
—Esta es Feffer —dije—. Se coló por el portal detrás de nosotros.
—Genial, un perro curva —dijo Sasha, poniéndose de rodillas para acariciarla—. ¿Estáis seguros de que se va a llevar bien con vuestra comadreja?
—No es nuestra comadreja —repitió Whit—. En realidad, esa alimaña estaba intentando ejecutarnos.
Entonces otro gemido, que sonaba más cerca esta vez, traspasó la neblina. Los bonitos ojos de Celia se entristecieron.
—Sasha, debes llevártelos al portal de Freeland ahora mismo.
Whit se volvió hacia ella.
—¿No puedes venir con nosotros? Tienes que hacerlo.
Celia asintió.
—Claro que iré. Pero no podré quedarme demasiado tiempo, Whit, o… dejaré de existir. Esa es otra de las verdades acerca de la vida y de la muerte.
—¡Vámonos de aquí! —dijo una voz cercana a mis pies. Miré hacia abajo y casi grité.
—Os vais a llevar a la comadreja —dijo Susan—. Entre otras cosas, necesita un buen baño. Y alguien tiene que enseñarle modales. Cómo comportarse en sociedad, vamos.
Miré hacia él.
—No. No puedes venir. Te odio.
Se sentó sobre sus patas traseras, mirándome con sus ojos negros como las cuentas de un collar.
—Tú me hiciste esto.
Sasha parecía impresionado.
—¿Le has enseñado a hablar a una comadreja?
—Yo era humano —dijo Byron—. Y ella es una bruja.
Sasha parecía aún más impresionado.
—No te olvides de eso —dije con orgullo—. ¿Feffer? Te presento al Capullo Traidor de Byron. Puedes comértelo.