CAPÍTULO 50

WISTY

—Démonos prisa —dijo Celia—. No puedo quedarme en vuestro mundo demasiado tiempo. Hay que salir de este lugar olvidado de Dios.

—Oh, ¿por qué no se nos ocurrió antes a nosotros? —Whit bromeó, y Celia sonrió.

No sé cómo lo hace. Esas cosas que dice Whit que a mí casi me hacen gritar de frustración a ella solo le hacen sonreír. ¿He mencionado lo mucho que me gusta?

—En cuanto logremos abrir la puerta —Celia rozó la mejilla de Whit con la mano— hay que salir de esta celda y correr como locos hacia el portal para llegar al Underworld.

—¿Underworld? —preguntó Whit—. ¿Celia?

—Lo siento, se me sigue olvidando que sois nuevos en todo esto. El Underworld es todo lo que no es el Overworld —dijo Celia, como si se tratara de un concepto tan obvio como, por ejemplo, que la mermelada va junto con la mantequilla—. O al menos lo era hasta que el Nuevo Orden comenzó a alterar las cosas.

Celia se enfrentó a nuestras miradas de ignorancia.

—Lo siento. A ver si lo explico mejor. El Nuevo Orden controla casi todo el Overworld, que es, por así decirlo, el mundo normal al que estamos acostumbrados. El Underworld contiene el resto del universo conocido: Shadowland y otras dimensiones. Por el momento, el N.O. no es capaz de controlar todos esos lugares. Sin embargo, lo están intentando. De ese modo, el Único que es Único se haría con el control total. De alguna manera, vosotros dos estáis entorpeciendo su camino. Eso es un problema que tenéis que resolver.

—Está bien —dijo Whit, con determinación—. ¿Dónde se encuentra el portal? ¿En el cuarto de baño?

—No, ese ya se ha desvanecido —dijo Celia—. Me llevó cierto tiempo dar con otro.

—Y ese otro portal… —pregunté—, ¿dónde está exactamente?

—Al final del pasillo —dijo Celia—. Más allá de los perros, por desgracia. Solo hay que correr hacia la pared y arrojarse a través de ella. La atravesaréis.

—¿Me estás tomando el pelo? —dijo Whit—. Vamos, Celia. Habla en serio.

—No es justo —me quejé yo—. ¿Portal no significa lo mismo que apertura? De hecho, estoy bastante segura de que mi maestra de cuarto curso habría considerado que una pared de ladrillo es el antónimo de la palabra portal.

—Wisty, por favor, confía en mí en esto. Sé que no te mueres de ganas de correr hacia una pared a toda velocidad, pero es la única manera de escapar. Tienes que hacer lo que te digo.

Miré a Celia, esperando que no se tratara de una broma pesada. ¿Era realmente la Celia que Whit y yo habíamos conocido? ¿Y si aquello era una trampa?

—Correremos más allá de la pared —dijo Whit, que sonaba triste pero muy decidido. El quarterback estaba de vuelta.

—¿Cuándo se supone que tiene que suceder todo esto?

Celia nos miró.

—Aproximadamente en un minuto.