CAPÍTULO 38

WHIT

—¡Whit, vuelve aquí ahora mismo! ¡Whitford!

De repente noté que los brazos de Wisty me rodeaban la cintura.

—¡Wisty, no!

Traté de empujar, pero ella siempre había sido como una lapa, tenaz y fuerte. Sentí cómo sus pies se apoyaban contra la pared, y luego tiró con tanta fuerza como pudo, aunque yo estuviera oponiendo resistencia.

O yo no era tan fuerte como antes o Wisty era más fuerte que nunca. Me arrancó de la pared, lejos de Celia, y ambos volamos a través de la habitación. Nos golpeamos con violencia contra la pared opuesta.

Logramos desenredarnos, pero me apresuré a regresar a la pared como si estuviera poseído.

—¡Whit, no! —gritó Wisty—. ¡NO! No, Whit, por favor.

—¡Celia! —grité, con los labios presionados contra la fría superficie—. ¡Vuelve!

Me arrojé contra la pared. Le di puñetazos. Traté de hacer pasar el brazo a través de ella. Pero no pude entrar de nuevo. Al final me di por vencido y me derrumbé.

Wisty se me quedó mirando, con las dos manos entrelazadas en la parte superior de su cabeza. Tenía muchas razones para pensar que yo había llegado a un punto de no retorno.

—Wisty, vi a Celia.

—¿Qué? —me miró sin comprender—, ¿dentro de la pared?

Le conté todo lo que había visto, todo lo que me había dicho Celia. Cómo había muerto por nuestra causa. Cómo ahora era un fantasma.

Wisty permaneció en silencio mientras trataba de procesar un nuevo acontecimiento increíble en nuestras vidas: yo había visto y hablado con un fantasma.

Entonces oí que estaban descorriendo el cerrojo de la puerta de nuestra celda.