CAPÍTULO 34
WISTY
—¡Aquí está el desayuno! Huevos revueltos con bacon, fruta fresca, gofres con sirope de caramelo… Era broma, chavales.
El Visitante apareció, vestido otra vez de negro. Sus fríos ojos verdes brillaban como si tuviese fiebre. Pensé que si me miraba lo suficiente, la sangre comenzaría a congelarse en mis venas.
Avanzó dentro del cuarto, examinándolo todo como si fuera algún detective compulsivo fijando en su memoria fotográfica cada detalle de la escena del crimen, examinando las paredes, probando la fortaleza del ventanuco de la puerta.
—Manteneros aquí es perder tiempo, espacio y dinero —refunfuñó sin molestarse en mirarnos—. Esperar a que cumpláis los dieciocho es arbitrario. Sois una carga económica para los contribuyentes… todos esos gastos en alimentación y alojamiento.
—Mmm, no soy un experto en economía, señor —dijo Whit con una sonrisa tan falsa que me dio grima—, pero incluso yo sé que a los contribuyentes no les cuesta más de diez centavos al día mantenernos aquí.
El Visitante nos miró airadamente desde la entrada del cuarto de baño.
—Pensé que habías aprendido a no replicarme, idiota.
Metió la mano en el bolsillo de su traje y sacó un antiguo cepillo de dientes.
—Como castigo, fregarás tu cuarto de baño con este utensilio de limpieza. Cuando regrese, será mejor que esté tan impecable como un quirófano.
El Visitante anotó algo en un portapapeles.
—En el Nuevo Orden no hay lugar para los de tu clase —masculló.
—Discúlpeme, señor —dije por fin—, pero exactamente ¿qué es el Nuevo Orden?
El Visitante se giró y clavó sus ojos en mí. Su fusta negra le colgaba amenazante del brazo.
Entonces comenzó a hablar, como si recitara una cantinela:
—El Nuevo Orden es un nuevo y brillante futuro. Es un futuro que reemplaza la corrupción y las libertades ilusorias de las llamadas democracias por una disciplina superior. Ha llevado muchos, muchos años de planificación, estratégicos anuncios políticos, desarrollo científico, investigación demográfica, publicidad subliminal y una cuidadosa monitorización de las elecciones. En este excepcional momento de la historia de la humanidad, aquellos que tienen condiciones para ello y los principios adecuados están en posición de hacer lo mejor. Y parte de lo que es mejor, por supuesto, consiste en tomar medidas para eliminar a los aberrantes, los criminales y todos aquellos que amenacen la prosperidad y el camino del Nuevo Orden.
Pasó una mano sobre la parte posterior de su peinado liso.
—Como vosotros dos.
—Pero ¿qué es lo que no está bien en nosotros, señor? —le pregunté, como si fuera la tonta de la clase.
Los ojos helados del Visitante se estrecharon, y se acercó un paso hasta que percibí su olor a naftalina y a gomina para el pelo.
—Tú sabes lo que no está bien en vosotros. Sois un virus —repuso—. Sois la peor clase de aberrantes. Gente con grandes poderes. Ilusionistas.
Mi mandíbula casi se cayó al suelo.
—¡Pero solo somos unos críos!
—Adolescentes —escupió, como si tuviera una ampolla llena de pus—. Muchos, muchos, muchos adolescentes son inaceptables en el Nuevo Orden.
En ese mismísimo momento debería haberme callado, vaciado mi rostro de cualquier expresión y haberme quedado de pie silenciosamente hasta que él se hubiese ido.
En lugar de eso, di una patada al suelo.
—¡Solo… somos… unos… críos!
La última palabra fue prácticamente un chillido. El Visitante levantó la fusta sobre su cabeza, con una enloquecida mirada de placer en su cara.
¡Whoosh! Ardí en llamas por primera vez desde que llegamos al Campamento Alcatraz. Llamas grandes. Incluso podrían considerarse impresionantes para una novata del fuego como yo.
Whit vitoreó:
—¡Eso es!
A través del velo de llamas danzantes, vi que el Visitante me miraba horrorizado. Retrocedió a toda prisa hacia la puerta. Abrí los brazos y me acerqué a él, amenazándolo como si fuera un zombi.
—¿Qué tal un gran abrazo, tío?
—¡Fenómeno de feria! —gritó el Visitante, poco antes de cerrar de un portazo nuestra celda.
—Un buen modo de demostrar que solo somos unos chavales inofensivos, chica infierno —dijo Whit—. Pero genial, de todas formas.