CAPÍTULO 27
WHIT
Entonces Wisty resumió nuestra situación con su cuidadosa exactitud habitual:
—Esto es una auténtica mierda —dijo.
Me paré a pensar en sus palabras.
Entre nuestras diversas magulladuras, golpes, cortes, moratones y ropas rotas, parecía que habíamos estado en una jaula con un hombre lobo.
Por otra parte, me quedaba menos de un mes de vida.
—Demasiado optimista —le dije—. Siempre ves el lado bueno de las cosas, ¿no?
Caminé por la habitación, intentando distraerme del dolor y el escozor de mis lesiones. Pero me estaba costando bastante formular pensamientos que no tuvieran que ver con imágenes de jugosas hamburguesas, batidos de nata y chocolate y patatas fritas con queso fundido por encima. Nunca había tenido tanta hambre en toda mi vida.
Entonces me di cuenta de que Wisty estaba sentada sobre el colchón, moviendo los labios en silencio.
—¿Ya estás hablando contigo misma? —pregunté.
—¿Por qué no? Estamos en un manicomio —sonrió y pareció un poco avergonzada—. En realidad, si quieres saberlo, estoy tratando de hacer un hechizo. Ya sabes, para sacarnos de aquí. Si en realidad soy una bruja, debería ser capaz de decir alakazam y de abrir la puerta con una explosión.
—Nos han dicho que no teníamos ningún poder aquí. ¿No oíste al Único que Hace el Imbécil con el Látigo?
—¿En serio? ¿Quieres decir que mi pequeño momento radiactivo fue simplemente un sueño raro?
—Vale, tú ganas, chica fluorescente —le dije—. ¿Crees que las palabras mágicas van a funcionar? Inténtalo.
Wisty agitó las manos en dirección a la puerta.
—¡Alakazam! —gritó.
¡Snick!
La puerta se abrió.