CAPÍTULO 20
WISTY
La furiosa multitud de la sala del tribunal nos llenó los oídos de insultos y consignas mientras Whit y yo éramos arrastrados e introducidos por un pasillo largo y estrecho, a través de una muchedumbre de perfectos desconocidos sedientos de sangre (la nuestra).
Eso sí que es una buena manera de acabar con tu fe en la humanidad.
Unos días atrás, parecía que lo peor que podía pasarme en la vida era despertar con un grano gigante el día de la foto del instituto. ¿Cómo era posible que la vida tal y como yo la conocía hubiera cambiado tan rápida y extrañamente? Mi hermano y yo acabábamos de ser condenados a muerte.
Esa horrible palabra, ejecución, seguía rebotando sin descanso dentro de mi cabeza, dejándome en un estado de aturdimiento, mientras nos cargaban a Whit y a mí en otra camioneta.
Pensé en toda la gente ejecutada o asesinada acerca de la que había estudiado en el colegio. Me acordé de casi una docena. Pero todos ellos eran políticos o líderes religiosos. Y yo solo era Wisteria Allgood. No era lo suficientemente poderosa como para asustar a la gente. ¿O sí que lo era? Yo no era una heroína, una profeta, una santa ni una líder de ningún tipo. No tenía sentido. Era posible encontrar una explicación.
También hubo otra cosa horrible. Algo estremecedor. Algo que volvió a cambiar mi opinión acerca de lo peor que podía sucederme.
En nuestro camino a través de la ciudad, mantuvimos las caras apretadas contra el ventanuco de la maloliente furgoneta, buscando con desesperación la luz del sol, nada más. Y conforme las calles de la ciudad pasaban ante nosotros, solo veíamos soldados, soldados por todas partes.
Hasta que advertimos un nuevo cartel que estaba montando un grupo de obreros.
BUSCADOS POR TRAICIÓN
Y POR LA PRÁCTICA CRIMINAL DE ARTES VILES
Debajo de las palabras había fotografías en blanco y negro de mamá y papá.
Y luego la guinda:
¡VIVOS O MUERTOS!
—Consiguieron escaparse —susurró Whit—. Están por ahí, en alguna parte. De alguna manera, los encontraremos.