CAPÍTULO 15

WISTY

Antes pensaba que un arresto era bastante divertido. Algo así como una especie de trofeo. Es increíble con qué rapidez pueden cambiar las cosas.

Esto era la vida real.

Mi antigua vida y los días de hacer pellas sin que me importara nada parecían encontrarse ahora a un millón de mundos de distancia. Lo echaba de menos, y nuestra casa, y especialmente a mamá y papá, tanto que me sentía como si fuera a perder los nervios.

Me quedé mirando el techo y soñando despierta, recordando…

Cómo mamá solía echarse en la cama con Whit y conmigo cuando éramos muy pequeños, y reía y reía, y nos contaba que nos estaba enseñando a amar la risa, porque esa era una de las mejores cosas de la vida, probablemente la mejor.

Y…

Cómo papá siempre decía que tenía que ser nuestro padre, no nuestro amigo —y que había una gran diferencia entre ambas cosas— pero de alguna manera terminó siendo nuestro mejor amigo de todos modos.

Y…

Cómo íbamos de viaje en familia a visitar museos importantes, como el Betelheim y el Britney. Y luego, esos supuestamente horribles campamentos familiares, uno cada temporada (sin que importara el frío o la lluvia). En ellos aprendimos a sobrevivir en el mundo, pero más que eso, a apreciar lo que estaba allí afuera, a la espera de ser descubierto.

Era un poco como ese enorme roble de nuestro jardín, aquel en el que Whit y yo aprendimos a trepar casi tan pronto como a caminar… y caer.

Y entonces… había dos guardias en la puerta.

Con esposas.

Y grilletes para las piernas.

—¿Para mí? —sonreí a aquellos dos cretinos—. No teníais por qué haberos molestado.

Sorprendentemente, ninguno de ellos le encontró la gracia.

—¡Vamos, bruja! —espetó un guardia—. Es el día de tu juicio. Ahora vas a conocer al Único que Juzga… y no va a gustarte nada en absoluto.

—Por supuesto —dijo el otro—, para equilibrar las cosas, tú tampoco vas a gustarle nada a él.

Los guardias pensaron que eso era para morirse de la risa.