CAPÍTULO 100
WISTY
Me di la vuelta para ver a la comadreja traidora de Byron sujeta a una estantería que había cerca de mi cabeza, con su cuerpo enroscado formando una serpenteante letra S.
—No. Tú no vas a venir —dije con firmeza—. No vas a ir a ninguna parte con nosotros. ¡Sigues siendo un odioso, traicionero, malvado y pesimista escéptico!
—No, no —dijo Byron en un tono que confirmaba lo que yo estaba diciendo sobre él. Alguien le había dado medio perrito caliente y estaba mordisqueándolo—. He cambiado. Ahora me gustáis. Quiero ir con vosotros.
—No te lo crees ni tú —le dije—. Te quedas aquí.
Con mi visión periférica, observé cómo Janine, Margo y Emmet sacudían sus cabezas con violencia.
—Tiene que ir con vosotros —dijo Janine—. Vosotros lo trajisteis. Es vuestra responsabilidad. La comadreja tiene que irse de aquí.
—Hay algo que me gustaría deciros a todos —dijo Byron rígidamente—. Me gustaría pedir perdón.
Se me abrieron los ojos de par en par.
—En el momento en que nos… conocimos… creí que estaba haciendo lo correcto. Aquella parecía ser la única cosa sensata que se podía hacer, y por eso actué como lo hice. Sin embargo, después de ver cómo vivís en Freeland, y el Hospital en el que estuvisteis, y el perro curva… Me di cuenta de que podría haber hecho algo diferente respecto a todo lo que le pasó a mi hermana… Bueno… solo quiero decir que ahora lo veo todo de otra manera —prosiguió—. Eso era lo que quería deciros.
Whit y yo nos miramos con sorpresa.
—De acuerdo —suspiró Whit—. Está bien. Nos lo llevamos.
Entonces pasó otra cosa extraña: lágrimas, lágrimas de verdad, empezaron a brotar de los odiosos ojos de la comadreja.
«¿Puede que la gente sea capaz de cambiar? —me pregunté—. Quizá, después de todo, sí».