CAPÍTULO 98

WISTY

En cosa de segundo y medio, mi brevísima euforia se convierte en terror. La enorme ola sigue ganando altura. Nos acercamos a la orilla y vamos como a medio kilómetro del suelo. El Único va a barrer un buen pedazo de la ciudad si no detiene esta locura ahora mismo. Y eso significa que hay cientos, miles de personas corriendo el riesgo de morir bajo las aguas.

Incluso aunque supongo que muchos de ellos son autómatas del Nuevo Orden, me repito a mí misma que son seres humanos. Y no podemos dejar que esta ola gigante, o el Único, los aplaste. Creo que sé lo que tengo que hacer, y no hay tiempo para consultarlo con Whit.

Es lo que mis padres me decían: a veces, por un bien mayor, tienes que llegar a sentirte desprotegida. Y esta, mis queridos lectores, es una situación que está bastante más allá de lo que podría considerarse como el límite de la cordura.

Por encima del rugido de la gigantesca ola, grito tan alto que creo que la fuerza de mis palabras me va a abrir un agujero en la garganta.

—¡Te daré lo que quieres! ¡Te daré mi don! ¡Detén esta locura antes de que llegue a la orilla!

Como por arte de magia, o justo porque se trataba de magia, la ola empieza a perder altura hasta que nos deslizamos suavemente hacia un estrecho banco de arena.

En pie sobre ella está nada menos que el Único. Sonríe como un padre orgulloso que da la bienvenida a sus hijos después de un largo viaje.

—¡Qué forma de cabalgar las olas! Ah, la juventud… ¡Me dais una envidia! —dice mientras la ola se extiende por la orilla y nos deja parados encima—. Estoy encantado de que hayas entrado en razón, Wisty —afirma—. Por desgracia, tengo tristes noticias. Habéis suspendido los dos. Todos los Allgood han suspendido. Es obvio que no puedo trabajar con vosotros, así que supongo… que tendré que trabajar sin vosotros.

Nos da la espalda y eleva las manos hacia el cielo.

—¡Lleváoslos! —brama—. Ya no necesito a esta bruja ni a este mago.

Pero ahí no hay nadie. Está hablando con nadie.

Entonces, en un latido, como una plaga de langostas que cae sobre la tierra, miles de soldados del Nuevo Orden y policías bajan como un enjambre desde lo alto de la colina hacia nosotros.

Nos volvemos, solo para encontrarnos con otra horda de soldados que nos espera en el agua.

Este muro de maldad es impenetrable.

Finalmente, el Único nos vuelve a mirar.

—Hay una moraleja en esta historia —dice—. Mucho se espera de aquellos que reciben dones. Confío en que os vaya bien en Shadowland, hechiceros.