CAPÍTULO 92

WHIT

No puedo procesar lo que acaba de contarme Byron Swain. Debe de ser un puñado de mentiras.

Estoy forjando un plan, pero entre tanto, agarro cada objeto al alcance de mi mano y lo voy arrojando por la ventana sobre él y sus bestezuelas. Libros, candelabros, utensilios de cocina, cuadros enmarcados. Cuanto veo, lo voy tirando por la ventana.

Tengo bastante fuerza en el brazo, pero por desgracia el pequeño pelotillero tiene experiencia esquivando proyectiles.

—¡Wisty! —exclama entre la lluvia de objetos—. ¡Por favor, ven conmigo! Es tu última oportunidad de aceptar mi oferta. ¡Haz aquello para lo que tus padres te han preparado toda la vida!

Agarro una lámpara de pie y se la tiro como si fuera una lanza. Lo golpea en el costado y le da la vuelta, pero no lo derriba.

Entonces Wisty me deja pasmado. Con una vocecilla, me susurra:

—Mamá y papá dijeron… que a veces necesitaríamos hacer cosas que no nos parecerían normales.

—¡Dijeron «cosas que os harán sentir desprotegidos», no «cosas que os harán sentir estúpidos»! —chillo a Wisty. De inmediato, me arrepiento. Pero es demasiado tarde. Hasta Byron abandona su posición defensiva y se me queda mirando.

—¿Acabas de llamar estúpida a tu hermana, Whit? —grita.

—No —en cierto sentido—. Le he dicho que ir a cualquier sitio contigo era estúpido. Que lo es.

—Está bien. Es la última vez que insultas a Wisty.

—¡Byron! —exclama Wisty con urgencia—. ¡Está bien! ¡Te lo juro! ¡Ha sido una broma!

—Sayonara, Whitford Allgood —dice Byron, y me dedica un rígido saludo.

Luego, sopla una nueva melodía en su silbato de mando, y el Equipo de Asesinos reanuda la caza escalando como monos la fachada del edificio hasta alcanzar lo que queda de ventanas.

Bueno, pensamos que venir a ver a la señora Highsmith iba a cambiar nuestra suerte. Parece que así ha sido.