CAPÍTULO 89
WHIT
¡Fantástico! Estamos metidos en una guerra, nuestros padres tienen cita con el verdugo, y oigo las palabras «tenemos que hablar». Es un hecho: nunca eres lo bastante mayor a los ojos de tus padres.
Wisty me empuja para hacerse hueco.
—Estoy aquí. ¡Mamá! ¡Papá! ¿Os encontráis bien? Estamos tan preocupados —dice en un torrente de palabras y emoción.
—No os preocupéis por nosotros —dice papá con firmeza, evitando la pregunta de Wisty—. No tenemos mucho tiempo, pero queríamos que supierais que lo estáis haciendo bien.
Ahora estoy incluso más confundido que hace un segundo.
—¿No deberíamos estar nosotros diciéndoos a vosotros qué tal lo estamos haciendo?
Mamá menea la cabeza.
—Habéis sido muy valientes, los dos. Estamos muy orgullosos de vuestra fuerza y vuestro ánimo. Ha sido durísimo, lo sabemos, pero estáis pillándole el truco a la magia. Y estáis empezando a comprender cómo compartirla, lo cual es extremadamente importante.
—El caso es que —interrumpe papá— se nos está acabando el tiempo. Así que… queríamos animaros a… subir un poco de revoluciones.
—¡Papá! ¿«Subir de revoluciones»? —Wisty suena algo indignada ahora. El bueno de papá, siempre intentando que fuéramos los primeros y los más rápidos.
—Tendréis que hacer algunas cosas que no os parecerán… adecuadas. Cosas que os harán sentir desprotegidos. Whit sabe algo sobre eso, ¿verdad, Whit? «No hay gloria sin esfuerzo». En ocasiones, tendréis que actuar contra vuestro propio instinto.
Wisty parece confusa, pero no puedo dejar de escuchar la voz de Celia en mi cabeza.
—Quieres decir, cosas como… ¿entregarnos? —pregunto.
Wisty menea la cabeza e interrumpe.
—Pero, mamá, ¡hemos sufrido tanto! Hemos dado nuestra sangre y tenemos cicatrices por todas partes que lo demuestran —su voz tiembla ahora—. ¡Sois nuestros padres! ¿No queréis que permanezcamos a salvo?
—Hacer cosas importantes no es siempre seguro, mi amor —dice mamá con una mueca de dolor—. Es la lección más dura que puede enseñar un padre, o aprender un hijo. Pero es para lo que los Allgood han nacido. Habéis encontrado vuestros dones. Ahora debéis devolverlos.
—¿Devolverlos? —exclamo—. ¿Qué significa eso? ¿A quién? ¿Al Único?
—¡Estáis locos! —grita Wisty, y recuerdo perfectamente sus días salvajes en el colegio.
—Lo siento, corazón, pero es todo lo que podemos contaros por el momento —dice papá—. Porque es todo lo que sabemos. Os queremos y os echamos mucho de menos…
El rostro de nuestros padres empieza a desvanecerse. Los dos sonríen con fortaleza.
—¡No os vayáis todavía! ¡Mamá! ¡Papá! —grita todavía Wisty—. ¡Por favor, no os vayáis!
La señora Highsmith la hace callar.
—Ya me dan bastantes problemas los vecinos sin que alguien se ponga a dar voces en mi cocina —refunfuña.
—Pero no hemos terminado de hablar con ellos —discute Wisty—. Todavía no.
La señora H. ya está de pie dando vueltas a su extraña marmita.
—Lo importante es que vuestros padres están a salvo por el momento, incluso aunque se hallen en un pequeño apuro, podríamos decir.
—¿Un pequeño apuro? Escuche, señora —le digo, sin reparar en el hecho de que es probablemente una mala idea insultar a una vieja bruja loca—: Hemos arriesgado nuestras vidas para venir aquí en busca de consejo. Nuestros padres están en el corredor de la muerte. Nuestros amigos están atrapados bajo una conducción de vapor en una zona de guerra. El Nuevo Orden casi ha completado la ocupación total del Overworld. Y no tenemos ni idea de qué quiere el Único de Wisty o cómo se supone que debemos hacer para derrotar a esos locos egomaníacos.
La señora Highsmith deja de remover su poción y nos mira, bastante divertida. Que un adulto haga eso basta para volverme loco. Y lo hacen todo el tiempo.
—En el nombre del cielo, niños. Las pistas están enfrente de vosotros. Solo tenéis que esforzaros por descubrirlas. Y por lo que respecta a lo que el Único quiere de tu hermana, bueno, es perfectamente obvio que ella posee algo, querido mío, que él no tiene.
Es el peor momento posible para que un viento con la intensidad de una galerna golpee las ventanas del apartamento y lo deje virtualmente reducido a ruinas. Y a nosotros con él.
«¡El Único ha dado con nosotros!».
—¡Le has contado dónde estamos! —le grita Wisty a la vieja bruja.