CAPÍTULO 86
WISTY
Es lo más alucinante que he experimentado nunca. Ha sido un verdadero enfrentamiento militar, ¿no es así? Estábamos desarmados. ¿Y hemos vencido? ¿Un puñado de críos contra el N.O.?
A la emoción de la victoria debemos añadirle otros éxitos. Acabamos de ampliar la población de cuervos de Freeland, y tenemos la confianza por las nubes.
Las celebraciones nos agotan las últimas energías y, de un momento a otro, empezamos a sentirnos agotados. La magia ha consumido cada caloría de nuestro potente desayuno, y de repente nos vemos tirados por el suelo, tratando de recuperar un poco de aliento.
—¡Ahí llega otro escuadrón! —grita de pronto Sasha, al tiempo que señala un punto en la lejanía. Creo que si les pido que vuelvan a unir sus manos, todo el mundo se va a poner a llorar.
Hasta el normalmente animado Emmet luce ojeras negras.
—Wisty, ¿no deberíamos probar otro plan?
Mis ojos siguen la trayectoria de los aviones.
—No vienen en nuestra dirección. Están virando hacia…
—Hacia el lugar de donde venimos —finaliza la frase Whit, con un escalofrío—. Garfunkel’s.
No sabemos si alguien de inteligencia del Nuevo Orden ha metido la pata, pero deben de pensar que seguimos allí. Porque a continuación descargan lo que parece ser el arsenal entero del Nuevo Orden en el centro del pueblo que acabamos de dejar atrás. Justo donde se alza Garfunkel’s.
O se alzaba.
Donde algunos de los chicos de la Resistencia todavía se escondían, tras rechazar marcharse con el resto de nosotros. Pensaban que la nuestra era una misión suicida.
Miro a Whit, que bizquea, en un evidente intento de contener las lágrimas. Observamos cómo la tienda (y quizá aquellos chicos) se consume en una corona de llamas.
Estamos hipnotizados por la traca final del ejercicio de destrucción, cuando Sasha vuelve a gritar. Señala un punto en el horizonte, un horizonte que está desapareciendo bajo una nube oscura… que no es una nube en absoluto. Son todavía más aviones del Nuevo Orden.
Y bajo la negra nube se ven cortinas grises, de la misma manera que a veces se ve la lluvia caer bajo una tormenta lejana. Solo que esta vez no se trata de lluvia. Son bombas.
A medida que van impactando en el suelo, se producen fogonazos de luz azul que hacen daño a la vista. Sentimos temblar la tierra, incluso desde los muchos kilómetros que nos separan de allí.
«¿Es el principio del fin? ¿O simplemente el fin?».