CAPÍTULO 81
WISTY
El enjambre de cuerpos, garras, colmillos; los chillidos y aullidos, la peste y el calor del aliento de las bestias están por todas partes. Es sofocante y asqueroso. Pero nunca he estado más concentrada en mi vida.
En el segundo en que Byron sopla el silbato de mando, salto sobre él como si fuéramos dos imanes. Una vez encima de él, le arranco el silbato de las manos.
Me sorprende lo fácilmente que se lo arrebato, pero he llegado una décima de segundo tarde.
Estoy sintiendo ya las garras desgarrando la piel de mis muslos.
Hay un momento en que pienso que mi vida va a terminar de la manera que Byron pretendía. Conmigo encima de él, peleando por mi vida, con sus estridentes monstruos acabando con los dos a la vez. No me gusta un pelo la imagen.
Pero mi concentración ha regresado, y apenas siento dolor por cualquier mutilación que esté teniendo lugar en mi espalda o piernas. Cierro los ojos y soplo las notas en el silbato de mando, las mismas que Byron usó antes para someter a sus bestias.
La melodía perfecta nunca había sonado más perfecta. Toco la orden una y otra vez hasta que reúno el suficiente coraje para atreverme a comprobar qué ha sucedido.
Los embates de las bestias se han detenido. Lo único que siento ahora es el latido salvaje del corazón de Byron. Está vivo. Yo estoy viva. ¿Y Whit?
Sin dejar de tocar, abro los ojos y miro a Byron. Whit está a unos metros, sobre el monstruo que me alcanzó en primer lugar. En realidad, tiene dominada a la bestia, agarrada por el cuello. Mi hermano es un fuera de serie.
Hay sangre goteando sobre mí, sobre Byron, en el suelo, sobre Whit. Pero lo que más miedo me da es el aspecto de las criaturas. Es la primera vez que las vemos de cerca.
Son niños. Son humanos. ¿Qué les ha hecho el Nuevo Orden?
Hiervo de energía y cólera y ansias de justicia. Tras mirar al cielo, y después a Whit, nos transformo a los dos en pájaros. Pájaros realmente veloces. En un suspiro, somos colibríes supersónicos que desaparecen en el cielo. El silbato de mando cae despedido sobre el tejado.
Abajo, lo último que veo es a los niños salvajes lanzarse sobre Byron.
Vuelvo la cabeza. No soporto verlo.