CAPÍTULO 80
WHIT
Necesito pruebas.
Ya sé que he escrito algunas cosas realmente siniestras en mi diario.
Lo que incluye, y no solo eso, la muerte de mi hermana.
—¿Te importaría —le digo con cara de desprecio— interpolarnos eso?
—Lo que acabas de decir no tiene sentido —Byron parece molesto—. Ya suponía que no siempre estabas atento en clase de la señorita Magruder. Pero, para empezar, quizá deberías explicarle a Wisty cómo te enteraste de que a nuestro querido batería de los Bionics le iban a… amputar los brazos.
Se me encoge el estómago, y Wisty me mira boquiabierta mientras la comadreja continúa.
—Y también es obvio que sabes que el Único se dispone a arrasar en breve hasta el último palmo de Freeland. Hay cantidad de ejemplos, pero sugiero que aplacemos el resto de esta fascinante conversación para mejor momento.
Empiezo a escuchar unos preocupantes aullidos al otro lado de la puerta, y Byron sopla rápida y enérgicamente unas pocas notas en su silbato de mando, tras lo cual regresa de inmediato el silencio.
—Mira, ya sabemos que estás enterado de todo, Swain, así que pasemos al plan B.
—Sí —dice Wisty—. ¿No podemos acordar un plan bonito y barato que no acabe en el suicidio de todos?
—¿Y qué tal si empiezas devolviéndome el diario?
—Estás de suerte, Whit, porque eso es justo parte de mi nuevo plan —se vuelve hacia Wisty. Sigo asombrado por la intensidad con que la mira. Como si fuera su propia… Celia.
«Guau. Espantosa idea». Paso instintivamente mi brazo sobre Wisty, como si eso fuera a protegerla de sus lascivas miradas.
—Wisty, tú y yo sabemos que podríamos hacer cosas grandes juntos —le dice, y yo la aferro con más fuerza—. Te diste cuenta sobre el escenario de Stockwood. Lo sentiste cuando hicimos magia en el Centro Mundo Feliz. Y tu primera metamorfosis la practicaste precisamente conmigo, ¿recuerdas? Por si te has olvidado, no era una comadreja. Al principio, me convertiste en león. Aquello fue… electrizante.
Wisty está sin habla. Debe de tener el estómago aún más revuelto que yo.
—Ya sé que no estás muy interesada en mí —sigue repitiendo obviedades—. Pero tú y yo somos mucho más poderosos juntos que tú y tu hermano. De hecho, Wisty, creo que tú y yo podríamos ser en realidad los chicos de la profecía.
—¡La profecía habla de un hermano y una hermana! —escupe indignada.
—El asunto hermano y hermana es un tecnicismo. Sé que no quieres admitirlo, pero tú y Whit no habéis alcanzado el nivel mágico que Freeland necesita para derrotar al Único. Cuando tu energía corre a través de mí, se vuelve más poderosa.
—¡Demuéstralo! —exige Wisty.
—Os negáis a reconocer lo mucho que me he implicado en vuestra vida y vuestra magia. No os dais cuenta de que yo estaba en el tribunal de Unger cuando convertisteis a todo el mundo en tábanos. ¿No recordáis quién os permitió conservar la baqueta y el diario cuando fuisteis capturados por el Nuevo Orden?
Nos quedamos atónitos, sin habla, confundidos, tratando de hacernos a la idea.
Byron se aprovecha de la situación. Se aleja unos pasos de la puerta y los aullidos comienzan de nuevo. Se oye un ruido de metal arañado, ¿dientes, garras?
Byron toma el silbato de mando pero lo suelta de nuevo antes de emitir ningún sonido.
—Tenéis dos opciones en este momento, Allgood: terminamos esta misión los tres como mártires a manos del Equipo de Asesinos. O —hace una pausa para que podamos oír claramente el rugido de las bestias hambrientas— entregamos a Whit al Único en lugar de Wisty. Creo que podría aceptar tu increíble don, Whit, en lugar del de ella.
—No lo sabes en realidad —respondo—. Ni siquiera sabes si tengo un don para… leer el futuro —debo admitir que aún estoy procesando todo eso—. ¿Qué pasa con Wisty?
—Wisty y yo… bueno, juntos podemos llevar a Freeland hasta la victoria —me río bien alto, pero él se gira amablemente hacia Wisty—. ¡Estoy seguro, Wisty! Tengo lo que necesitas… en muchos sentidos.
—¡No! —exclama Wisty—. Es repugnante. Nunca abandonaré a Whit.
Byron dirige su mirada, cada vez más confiada, hacia mí.
—Dejemos que decida tu hermano.
—¿Qué piensas que voy a decir, comadreja? —me burlo—. Tenemos otras opciones que no conoces —miro a Wisty como preguntándole «¿verdad?».
—Pero la última opción es la única con la que Celia estaría de acuerdo.
Oh, Dios mío. ¿Lo sabe? ¿Qué más sabe de eso?
—Te dijo que te entregaras, ¿no, Whit? ¿Por un bien mayor? ¿Para que pudierais estar juntos de nuevo?
Está en mi diario. Es un auténtico bastardo, pero tiene razón. Puedo oírla en mi cabeza diciéndolo, la escucho ordenándome: deja de pensar solamente en lo que tienes delante. Piensa en las demás cosas que se han perdido.
—Es como debe ser, Whit. Acepta tu destino —Byron se lleva el silbato de mando a los labios—. Wisty, ¿puedes tomar una decisión? Mis amigos del otro lado tienen hambre de verdad.
—¡No! ¡No, no, no! —grita furiosa Wisty, pero me lanza una mirada que puedo leer. Tiene un plan, y estoy casi seguro de lo que se trata. Quizá pueda verlo en el futuro.
—¿Whit? —pregunta Byron.
—No —respondo firmemente—. Ni en sueños.
—Bien, entonces —responde resignado Byron—, hasta aquí hemos llegado.
Y, con su silbato, emite una orden que causa que la puerta se salga literalmente de sus bisagras.