CAPÍTULO 76
WHIT
En nuestros días de lucha sobre el Overworld, mi hermana y yo jamás habíamos caído accidentalmente a través de un portal. Me refiero a que por lo general aparecen y desaparecen, y cuando los atraviesas, la sensación es parecida a ser engullido por un tornado. Y nunca puedes estar cien por cien seguro de dónde vas a ir a parar.
Pero esta vez, sé con total exactitud dónde estamos en el instante en que salimos del portal. Lo sé por el frío: es como si viniera de dentro de mis propios huesos. Cuando estás en Shadowland, sientes el frío profundamente en tu interior incluso antes de percibirlo en la piel. Es solo una entre las muchas cosas extrañas que suceden en este lugar.
Lo siguiente de lo que me doy cuenta es de que hemos recuperado nuestros cuerpos normales de adolescentes. «¿Es posible que los hechizos no puedan franquear las diferentes dimensiones?».
En este lugar, todo lo que se ofrece a la vista es gris, y todo lo que se siente bajo los pies es ese suelo duro como el hielo, y todo lo que oímos es nuestra propia respiración.
—Dios, ¡qué frío tengo! —dice Wisty cuando se da cuenta de dónde estamos. De repente me viene a la cabeza la encantadora nevada que nos proporcionó el Único antes de escaparnos del centro.
—El frío es mejor que ser desmembrados por perdidos —digo, mirando a mi alrededor en busca de cualquier signo de esas criaturas.
—No me engañas ni por un segundo, Whitford Allgood. Estás encantado de haber venido a parar aquí.
Ya está mi hermana leyéndome otra vez la mente.
Y si, en caso de que alguien se lo esté preguntando, sí que he estado pensando en Celia y en si estará cerca de aquí.
Pero no, no es que esté pensando en ella… es que la estoy sintiendo.
Está cerca. Hay un aroma que me transmite un extraño escalofrío, una sensación magnética que tira de mí a través del plexo solar. Mi respiración se acelera y doy un par de pasos en la dirección desde la que siento que ella me llama.
—¿Me juras que no has intentado que acabáramos aquí, Whit? —me pregunta Wisty—. ¡Sé sincero!
No respondo, porque justo en ese momento oigo una voz. Es la voz con la que sueño noche y día. No está diciendo nada en concreto, pero su ritmo y su música se elevan desde la niebla como el sonido de un arpa.
—¿Celia? —pregunto, girándome en todas las direcciones. Ahí está de nuevo… Sé que puedo encontrarla. Sé que puedo llegar hasta ella si me muevo lo suficientemente rápido y sigo mi instinto.
Pero uno de los problemas de que Shadowland sea un lugar informe, seco, gris y baldío es que aquí no hay demasiadas referencias espaciales. Así que después de dar unos pocos pasos en dirección de aquel sonido, una mano me agarra del brazo con tanta fuerza como si me quisiera romper los huesos. Me giro, preparado para luchar a muerte con un perdido, si es que eso es posible.
—¡Whitford Allgood! —es Wisty, y sus ojos son como dos señales de alarma—. ¿Te estabas yendo sin mí? ¿Qué demonios te pasa?
—Estoy pensando que Celia puede ayudarnos. Ya nos ayudó antes.
Le recuerdo la primera vez que escapamos de la cárcel, hace siglos. Pero Wisty pone los ojos en blanco y me mira como una madre enfadada.
—Whit, ¿te puedes concentrar un momento en aquí y ahora y olvidarte de tu novia supermuerta? —hace poco tiempo le hubiera gritado por decir algo semejante—. ¿Qué tal si nos centramos en algo así como escapar de aquí sin convertirnos en perdidos?
Y en ese instante, como para poner un signo de exclamación en esa frase, oímos algo aterrador que viene de la niebla que tenemos detrás. Es distinto del patético lamento de los perdidos. Esta vez, se trata del inconfundible sonido del ansia asesina.
¡Los siniestros animales de Byron!
—¿Son curvas? —exclama Wisty.
—¡Y han encontrado nuestro portal!