CAPÍTULO 75
WHIT
Una de las cosas de las que Wisty y yo nos damos cuenta enseguida es que parecer y sentirse viejos no es solo un inconveniente, sino un problema bastante gordo para unos fugitivos de la cárcel como nosotros.
—¿Qué demonios pasa? Siento como si me fuera a dar un ataque al corazón solo por haber subido esta colina —jadeo, cuando hemos conseguido alejarnos unos kilómetros de la ciudad en la que liberamos los libros—. No me digas que a los sesenta y cinco voy a estar en tan baja forma. ¿Cuándo se va a pasar el hechizo?
—Ya pareces un viejo cascarrabias, Whit. Si no puedes con ello, podemos intentar algo más espe…
Wisty se interrumpe al oír el chillido más terrorífico del mundo.
Chillido se queda corto. Es un tono agudo, ansioso, frenético, que expresa algo que solo puedo describir como alegría asesina.
«Y eso que aún no han empezado a asesinar», pienso cuando giro la cabeza y veo un grupo de siluetas encogidas, como si tuvieran joroba, que sin embargo corren hacia nosotros a una velocidad increíble. Enloquecidamente.
Resulta patético que los millones de dólares empleados en el diseño de prototipos de la industria automovilística no puedan competir con la violencia natural de los depredadores hambrientos abalanzándose sobre sus presas.
—¡Corre!
Agarro a Wisty por el brazo y corremos… si es que puede llamarse correr a esto, claro.
Porque correr no es lo mismo cuando eres un venerable anciano. «Es imposible que nos libremos de esas cosas —pienso—. Son como los sabuesos del infierno».
—¡Dios mío, Whit! —deja escapar mi hermana al darse cuenta de que nuestra magia, que nos ha librado de una buena en la ciudad anterior, puede convertirse ahora en nuestra perdición.
La terroríficas criaturas emiten un terrible aullido en grupo, y siento un escalofrío por toda la columna vertebral. Wisty pasa por debajo de un túnel y gira en la carretera, hasta quedar fuera de la vista. Pero sé que solo es una cuestión de tiempo que esas criaturas nos huelan.
—Escucha, Wisty, tengo una idea.
En realidad no tengo ninguna, pero se me tiene que ocurrir algo. Mi hermana está demasiado asustada para concentrarse en sus poderes en este momento.
Echo un vistazo por encima del muro, y por fin veo a esos… ¿extraños humanos?, ¿simios? Están a unos cuantos cientos de metros. También detecto una figura que se desplaza tras ellos a bordo de una motocicleta eléctrica.
Reconozco la postura erguida y prepotente de inmediato, incluso a tanta distancia.
—¡Byron!
—¿Qué? —masculla, incrédula—. Tienes que estar de broma.
—¡Está detrás de todo esto! —siseo.
—Whit, no lo sabes. ¡La última vez que le vimos nos salvó la vida!
—Corrección: la última vez que le vimos nos tiró por el váter.
—Pero a lo mejor puede ayudar…
—Wisty, no tenemos tiempo de jugar a acertar o equivocarnos, ¿vale?
Los aullidos están tan cerca que agarro a Wisty nos apretamos contra la pared todo lo posible para pasar desapercibidos.
—Escúchame. Voy a tratar de transformarnos en pájaros. Es nuestra única esperanza. No puedo hacerlo solo, pero creo que lo conseguiré si…
Eso es todo lo que sale de mi boca antes de que la pared tras la que nos estamos escondiendo se derrumbe. Wisty y yo caemos al suelo con ella, y todo se vuelve bastante oscuro.