CAPÍTULO 70
WHIT
Puede que no os sorprenda saber que en los viejos tiempos yo no solo era un buen deportista, sino un boy scout condecorado. Así que ya sé que cuando estás perdido en un bosque, lo primero es buscar un refugio.
Pero en una noche tan perfecta como esta, no tenemos demasiada prisa.
Ya hemos caminado varios kilómetros, hacia el oeste, de regreso a Freeland, y aunque comienza a hacer un poco de frío, vamos a dormir al raso, bajo las estrellas.
El sol ya se ha hundido en el horizonte, y está empezando a estar bastante oscuro. De aquí en adelante, parece que vamos a tener que orientarnos sin la vista.
—¿No te has traído una linterna? —le pregunto a mi hermana, bromeando—. Podríamos usarla para encontrar dos palitos. Y después podríamos frotarlos uno contra otro, y después…
De repente, los troncos a mi alrededor se iluminan con una luz anaranjada que se mueve rápidamente.
Me giro hacia Wisty. Y allí, en el suelo, frente a mi hermana sentada con las piernas cruzadas, veo la hoguera más perfecta que he visto en mi vida, rodeada por un círculo de piedras y con un repuesto de leña a un lado.
—Este fuego da mucho calor —le digo, aludiendo a las llamas de un metro y medio que casi rozan las ramas de los árboles.
—No problem —responde ella, y como si estuviera cambiando de emisora en una radio, hace descender las llamas hasta que solo tienen medio metro.
—Y sin tu varita —observo—. Estoy impresionado.
—Ya, bueno, siempre se me han dado mejor las cosas una vez estoy fuera de clase —dice.
Su cara está pálida, pero brillante. Parece que se acaba de levantar de entre los muertos.
—Ya sé que suena idiota, pero me siento bien. Es genial ser capaz de usar los poderes. No me había dado cuenta de lo importantes que eran para mí hasta que desaparecieron.
—Sé lo que quieres decir. A mí me pasa lo mismo.
Y es verdad. Sin esforzarme demasiado, soy capaz de crear tres salchichas ensartadas en sus respectivos palos de bambú. Es casi como si la energía y potencial que no hemos usado durante todo este tiempo se hubiera acumulado.
—Genial —dice Wisty, recogiendo su salchicha—. A lo mejor sí que aprendiste algo en el centro.
—No les debo nada, salvo eso de haber aprendido a apreciar las judías secas —bromeo—, lo que no deja de ser algo útil en tiempos tan malos como estos. ¿Te acuerdas de cuando mamá y papá se convirtieron en los reyes de las vacaciones baratas? Estoy seguro de que pasábamos más tiempo en los bosques que dentro de sitios.
Wisty asiente, y empezamos a asar nuestras salchichas.
—¿Te acuerdas de aquella vez en la que papá se resbaló y cayó al pantano y toda la comida que llevaba en la mochila se echó a perder? —se ríe.
—Sí. Tuvimos que caminar un montón hasta llegar a un sitio donde poder cenar.
Pero entonces recuerdo algo diferente acerca de ese día…
—Es muy raro…
—¿Qué?
—Nunca he hablado de esto porque en su momento no tenía sentido para mí. Oí que papá le decía a mamá algo así como «podríamos resolver esto fácilmente, Liz». Entonces mamá contestó: «Nos prometimos el uno al otro no hacer las cosas nunca de la manera fácil. Sobre todo con los niños. Tienen que aprender a hacerlo de la manera difícil».
Wisty interviene.
—¿Crees que se referían a la magia? O a como se llame esto que hacemos… ¿a desarrollar nuestro potencial?
—Creo que no querían que usáramos solo la magia para conseguir las cosas. Creo que no es eso lo que nos enseñaron. Querían que…
—¿… que aprendiéramos las cosas de la manera difícil? ¿Para comprender lo que era la vida real, lo que era ser normal?
Asiento.
—Puede ser.
—Bueno, pues, mamá y papá…, estéis donde estéis… —Wisty mira hacia el cielo—. Estamos aprendiendo de la manera difícil. De la manera realmente difícil, de hecho. Espero que esto os alegre. De verdad, espero que estéis felices.