CAPÍTULO 7
Está rodeado por más de una docena de famosas obras de arte que ha ido confiscando. Trabajos de artistas de la talla de Pepe Pompano, Pondrian, Cezonne, Feynoir. Lo mejor de lo mejor. Todos censurados y prohibidos. Todos suyos, ahora.
—Traedme al Único que Dirige la Caza —ruge el Único.
No aguanta más esta incompetencia, esta estupidez, este «hemos estado a punto de capturar» a Wisteria Allgood y el poderosísimo don que posee.
Al momento, el comandante aparece en la puerta, con cara de estudiante que no ha hecho sus tareas, pese a que peina canas y luce panza de madurito. Es como si fuera un alumno llegado a mitad de curso sin haber estudiado.
—Has fracasado en el intento de capturar a Wisteria Allgood. ¿Es así? ¿Es cierto?
El comandante carraspea nervioso.
—Así es, señor —confirma. Ha oído historias inquietantes de ciudadanos que intentaron defenderse en situaciones parecidas ante el Único, y se lo ha pensado mejor.
—¿Y dirías que el espectáculo de hoy ha estado a punto de ser un desastre propagandístico? En serio, me interesa tu opinión.
—Bueno, ajusticiasteis a la otra bruja de la manera más fulminante, excelencia. La ciudadanía se mostró inspirada por…
—¡Ella no era una bruja! No era más que una amiga de la bruja. A decir verdad, ella era únicamente el cebo para la bruja.
—Bien, pero… aun así… era un miembro destacado de la Resistencia, y su ejecución ha sido espléndida e inspiradora para el público en su imponente…
—El Único que se Inventa las Noticias va a encontrarse el trabajo hecho para el programa informativo de esta noche. ¿Tienes alguna buena idea al respecto? ¿Cómo explicamos que ejecutamos a Wisteria Allgood y un momento después tuvimos que perseguir a otra bruja pelirroja adolescente por toda la plaza? Sé honesto. Sé franco. Sé rápido.
—Mmm, vamos a ver…
—¡Silencio! —grita el Único con voz estentórea, que hace temblar los cimientos.
El silencio que sigue es sepulcral, absolutamente sepulcral. Hasta el aire de la habitación parece detenerse.
El Único deja escapar un suspiro y al fin sonríe, si se le puede llamar así al movimiento de sus labios.
—Bueno, podría haber sido peor —su tono de voz, repentinamente alegre, borra todo rastro de la cólera de hace solo unos segundos—. Comandante, creo recordar que vosotros, los cazadores, sois aficionados a los puros. Creo que estoy en lo cierto. ¿Es así?
—¿Por qué? Mmm, sí, gracias —tartamudea el comandante.
Por un momento, se pregunta cómo se ha congraciado tan repentinamente con el líder. Acepta un cigarro muy fino, al que el Único prende fuego.
—Siempre me he sentido fascinado por el fuego, comandante… ¿Tú no?
Pero el militar no tiene ocasión de responder.
La brillante luz de color rojo del extremo del puro se expande con rapidez. Consume todo el cigarro, salta a la cara del hombre, rodea su cabeza y sigue hacia abajo por su cuello. La línea roja va bajando lentamente por su torso y brazos hasta la punta de sus pies, convirtiendo al comandante, en el más breve de los instantes, en una estatua de ceniza.
El Único da un ligero golpe en el suelo con su bastón y la estatua de polvo gris se desploma, dejando tras de sí una voluta de humo.
—Fracasaste en la captura de Wisteria Allgood, y en nuestro Mundo Feliz no se admite el fracaso.