CAPÍTULO 66

WHIT

—He solicitado tener el honor de traerte tu última comida, Wisty —le dice tranquilamente Byron a mi hermana, con lo que parece auténtica humildad.

Me mira como pidiendo perdón antes de murmurar:

—A ti también, Whit.

Pisa la nieve para llegar hasta nosotros, llevando un carrito con ruedas que produce un chirrido bastante irritante.

—¿Más chocolate para Wisty? —digo sarcásticamente—. La última vez casi acaban con ella. A lo mejor a la tercera va la vencida.

—¿No podríamos saltarnos la comida y que me trajeras un abrigo extra-extragrande y un par de botas de esquí? —murmura Wisty, secándose la nariz con la sudadera blanca.

En lugar de responder, Byron levanta la cubierta metálica del carrito, que es como los de los hoteles, y nos lo presenta torpemente, como si estuviéramos más interesados en comernos la tapadera que en lo que tiene debajo.

Wisty parece estar leyendo la mente de Byron y echa un vistazo a la parte de debajo de la tapadera, pero toda mi atención se desplaza a los lamentables despojos que hay en los platos.

—¿Patatas hervidas y barritas de vitaminas? —murmuro—. Esto no es una última comida. Es lo que sirven siempre en este sitio.

Los ojos de Wisty y de Byron están fijos el uno en el otro, y ella lo mira con una expresión de profunda repugnancia. Y no creo que tenga que ver con las patatas.

—Bueno, en ese caso… —responde—, a lo mejor podemos… compartir esta comida.

Byron me está lanzando una de esas miradas que dicen «¿Lo pillas?».

Wisty me da un suave codazo y señala con la mirada a la tapadera que Byron está sosteniendo. Debajo hay una nota:

WISTY, TE QUIERO, NO DEJARÉ QUE MUERAS. CREO QUE PUEDO AYUDARTE. TE LO PROMETO. ANTES TENGO QUE LIBRARME DE ASEE, ESPERO PODER HACERLO.

—Vamos a hacerlo así —dice Byron, conduciendo el carrito hacia una esquina especialmente oscura de nuestra vasta prisión—. Os lo voy a dejar aquí para vuestra… comodidad.

Espero que ASEE sea aún más idiota de lo que pensamos, porque no hay absolutamente nada de cómodo en comer en uno de los rincones más oscuros del sótano.

Tomo a Wisty de la mano para guiarla, consciente de que necesita que la obliguen un poco para estar a oscuras con Byron tras su declaración de amor. Supongo que esta es nuestra última oportunidad. Estamos tan desesperados que no nos importa aceptar ayuda incluso de la Comadreja Enamorada.

Cuando llegamos a nuestro «comedor» (un pequeño hueco bajo las escaleras), Wisty se mete una patata en la boca sin dudarlo ni un instante.

Garçon? —dice, como si estuviera llamando a un camarero—. ¿Puede traer un poco de bacon, queso y salsa para estas patatas? Tout de suite!

—Wisty —susurra él con urgencia, pero con una voz tan baja que estoy seguro de que ni siquiera un bicho subido a su cara podría oírlo. Es bastante bueno. No me extraña que este tipo sea prácticamente un doble agente profesional—. No pretendía asustarte con mi nota, pero es necesario que sepas la verdad para que me creas cuando te digo que puedo ayudar. Seguramente.

No me hace falta tener visión nocturna para sentir los puñales que salen volando desde los ojos de Wisty.

—Perdona por hacer una pregunta tan obvia, B., pero ¿de qué lado estás en realidad? Es una especie de duda que tengo, la verdad, me gustaría saberlo antes de morir.

—Está bien. Mirad: me he dado cuenta de algo increíble —explica—. Creo que todo ese tiempo que habéis estado utilizando vuestros poderes conmigo… me ha cambiado.

—Déjate de bromas, Swain —siseo—. Ve directo al grano o lárgate de aquí ahora mismo.

—Tu magia… creo que… de alguna manera… se pega. Creo que ahora tengo un poco de poderes que puedo unir a los vuestros… así podemos ser… más que la suma de las partes.

Wisty se queda pensativa, tratando de asimilar esta extraña información. Espero que salte como una bomba, pero la verdad es que parece estar escuchando.

—¿Es como si… te hubiera transmitido… una especie… de descarga eléctrica?

No puedo creer que haya empezado a hablar como él.

—Puede ser. Aún no estoy seguro. Mira, deja que te enseñe algo. Venid, dadme la mano los dos. Tenemos que mantener contacto.

—Como esto solo sea una excusa para hacer manitas, B., estás muerto.

—Concentraos en la comida —indica Byron—. Soñad con lo que realmente queréis. Wisty, di algo.

—Mmm —murmura algo entre dientes, y creo que tengo una idea bastante acertada de lo que se trata.

Sigo sin ver nada, pero en pocos segundos, percibo un olor inconfundible. Cheeseburger, aros de cebolla y (creo) batido de vainilla y chocolate. El olor es tan fuerte que hace que me tiemblen las rodillas.

—¿Cómo has hecho eso? —le pregunto a Byron.

—¿Os acordáis de las profecías? —dice—. ¿Alguna vez os habéis preguntado cómo puede ser posible que un ejército de adolescentes logre vencer a los soldados del Nuevo Orden, con sus pistolas, sus tanques, sus aviones y sus barcos? Lo que he empezado a comprender en este lugar es que, al contrario que los soldados del Nuevo Orden, nosotros estamos rebosantes de ideas, creatividad y potencial.

Una vez más, Wisty me sorprende con su capacidad para comprender lo que Byron quiere decir. Por mucho que lo odie, entre los dos hay una especie de extraña conexión. Me di cuenta cuando los vi hacer música juntos en el escenario. Pero nunca se lo diré a ella, claro.

—El Único que es Único está terriblemente asustado de nosotros y de nuestro potencial. De nuestra energía. Por eso ha construido tantas cárceles y escuelas para niños y jóvenes —la voz de Byron se eleva un poco con la emoción, y se obliga a sí mismo a calmarse—. Quiere descubrir cómo robar esa energía, para eso sirve este lugar. Si no lo consigue, pretende deshacerse de la amenaza.

—¿Y cómo se puede robar el potencial de alguien? —pienso en voz alta, sin esperar una respuesta.

—Eso es lo que está intentando descubrir. Quiere unirse con Wisty…

—Puaj —interviene mi hermana—. Puaj, puaj, puaj…

—¡Silencio! —grita ASEE de repente, y su voz suena más humana y estresada de lo que nunca hemos oído—. ¡Si alguien vuelve a decir algo que no sea completamente necesario, pasaréis el resto de vuestro tiempo atados y amordazados!