CAPÍTULO 47

WISTY

El Único abandona su tono amable.

—¡Has cortado la electricidad en toda la ciudad! —grita—. ¡Reactívala de inmediato!

Lo intento, pero no sé cómo lo he hecho, en primer lugar, y mucho menos cómo invertir el proceso. «¿Tarareo la canción de la señora Highsmith al revés?». No puedo. Me entra el pánico.

—¡Mocosa caótica! —dice—. No tienes ni un ápice de autocontrol, ¿verdad? Ahora el Único que Maneja el Suministro Eléctrico y sus incompetentes subordinados pasarán horas intentando reparar el lío que se ha montado por tu negligencia.

A la desesperada intento recordar algún poema sobre encendido de luces. ¡Debe de haber alguno! ¿Por qué me quedo atascada cada vez que anda cerca el Único?

Hace una pausa mientras algún pensamiento profundamente desagradable toma su mente.

—¿Tienes idea del gigantesco poder que se necesita para hacer lo que acabas de hacer? ¿O del uso que se podría dar a semejante habilidad? ¿Tienes idea?

Me agarra de la cabeza con sus largas manos. El contacto ya no resulta cálido. Su piel está tan fría que quema. Ahora me está haciendo daño. Un montón.

—Llegó la hora del examen sorpresa, mi querida Wichita —dice con voz ominosa—. ¿Recuerdas algo, cualquier cosa, de tus clases de biología? ¿Física? ¿Química? —sus manos me aprietan las sienes.

—Debo… de habérmelas… saltado —me las arreglo para pronunciar entre mis dientes apretados. Siento un dolor que no había experimentado jamás.

—Ah. No podía esperar menos de una haragana como tú. Qué vergüenza que sepas tan poco —escupe— sobre tus dones. Acerca de cómo el funcionamiento de la mente humana, y en consecuencia el del cuerpo, está controlado por impulsos eléctricos. Electricidad, en cierto sentido.

El tacto helado del Único extiende tentáculos invisibles en mi interior.

La espalda se me empieza a congelar desde la médula espinal.

—Y… por qué… debería importarme…

—¡Niña estúpida! —grita, sacudiéndome la cabeza, prácticamente machacándome el cráneo—. ¡No tienes respeto ni por el don que se te ha concedido!

Intento prenderme en llamas pero me doy cuenta de que no puedo. Está absorbiendo toda la magia que hay en mí. El calor se escapa de mi cuerpo, como si me estuviera muriendo. En realidad, puede que me esté matando en este momento, ¿verdad?

Se me doblan las piernas, y dejo escapar un gemido. Whit despierta de su trance y se da la vuelta con intención de ayudarme, pero el Único me deja caer y lo rechaza con un codazo. El mero toque del Único manda a Whit dando vueltas por el suelo hasta golpearse contra la pared del lado contrario de la habitación, como si fuera un muñeco de trapo.

—Todo el poder de tu interior —dice el Único que es Único, con sus ojos brillando de nuevo de pura maldad— puede controlar la mente. La mente de todo el mundo. El mundo entero a tus pies.

De pronto, el frío desaparece, y el Único se aleja con un sonrisa triste.

—La verdad, no sé si sentirme impresionado o deprimido.