CAPÍTULO 38

WHIT

No hay nada como correr durante cinco kilómetros con tu hermana al hombro para aclarar tus pensamientos. Nunca volveré a llamarla «Avispita» de nuevo, eso seguro. Está creciendo rápidamente. La espalda, los pulmones, las piernas… me duelen tanto que me entran ganas de pararme y vomitar.

Escucho un sonido lejano de camiones y graznidos de los altavoces del N.O. La hélice de un helicóptero se les une enseguida. Vienen detrás de nosotros.

Me alejo de la carretera en dirección al bosque, con la esperanza de que los árboles nos proporcionen algo de escondite.

Encuentro un camino entre la maleza, pero solo he recorrido un centenar de metros cuando se bifurca. El sendero más ancho baja en dirección a un barranco, y el otro sube hasta la cresta de la colina.

—¿El de arriba o el de abajo, Wisty? —digo, sin esperar respuesta. Apoyo a mi hermana contra un árbol. Necesito recuperar el aliento o sin duda me dará un colapso.

—Este árbol está lleno de hormigas —la oigo susurrar.

—¡Estás despierta! —digo asombrado.

Wisty comienza a sacudirse débilmente los pequeños insectos negros de su brazo.

—Sip. Incluso puedo responder a tu pregunta.

—¿Te refieres a qué camino debemos escoger?

Sin perder un segundo, empieza a recitar un poema.

Dos caminos divergían en un bosque amarillo

y con pesar por no poder recorrer ambos

al ser un solo viajero, largo tiempo me detuve

y escudriñé uno tan lejos como pude.

Debo de estar diciendo esto con un suspiro

en algún lugar, dentro de muchos años:

dos caminos divergían en un bosque, y yo,

yo tomé el menos transitado,

y eso lo ha cambiado todo.

—¿Escribiste tú eso?

—En realidad, lo hizo Bertrand Snow —admite.

—Bien, debes de estar superando tu batalla contra las drogas si has podido recordar algo de la clase de literatura.

Me la echo de nuevo sobre mi dolorido hombro, y justo entonces oímos un vehículo frenando en la carretera. De repente, el bosque detrás de nosotros cobra vida con el sonido de fuertes pisadas, hombres gritando… y perros ladrando con furia.

—Quizá tomen el otro camino —jadeo, y me pregunto si no debimos escoger el sendero que descendía. Esta rampa debe de tener como un 100% de inclinación.

—Mmm, no creo que hayan tomado el otro sendero, Whit.

—¿Por qué no?

La siento levantar el cuello, detrás de mí.

—Pues porque ya los estoy viendo, ¡y ellos a nosotros!