CAPÍTULO 35

WISTY

Disculpadme mientras me limpio la baba de la barbilla…

Normalmente, solo estaría hablando del hecho de estar a punto de tener enfrente una hamburguesa con queso y pepinillos, patatas fritas y batido de chocolate. Pero hoy babeo el doble porque estoy sentada junto a Eric, el Chico Batería de los Bionics. Cómo puede tener tan buen aspecto después de no haber dormido en toda la noche, incluso con esas pronunciadas ojeras, es algo que no acabo de comprender. Por ser claros, desafía todas las leyes de la naturaleza.

Le pasamos nuestro pedido a la camarera ridículamente eficiente típica de los establecimientos hosteleros del N.O.

—Lástima que no seas tan puntual como ella —bromea Eric—. ¿Dónde demonios te habías metido? Voy como por mi quinta taza de café.

—¿Me has echado de menos? —opto por decir, en lugar de «Lo siento, pero estaba ocupada tocando la guitarra en la cocina de una vieja bruja».

—En realidad, sí —responde. Me mira a la cara, y creo ver una gota de vulnerabilidad en sus ojos—. ¿Cómo sigues tan increíblemente guapa? No puedes haber dormido mucho más que yo.

¿Increíblemente guapa? Nunca antes Wisteria Allgood había sido descrita así. Increíble, sí. Pero ¿guapa?

Esto es tan bonito. No estoy para nada acostumbrada a estas atenciones.

—Debe de ser la peluca —murmuro, y retiro la mirada. Él la mantiene. Lo puedo sentir. Se acerca bajo la mesa… hacia mi mano…

—Escucha, Wisty —dice. Sus dedos se entrecruzan con los míos, y el frío tacto metálico de su anillo contra mi piel me resulta estimulante. Me siento como si me hubieran cambiado la columna vertebral por arroz hervido—. Lo siento mucho —lo miro de nuevo y de repente veo pena en sus ojos. «¡Pobrecito, tomarse el asunto de la baqueta tan en serio!».

—¿Lo dices por la baqueta? No pasa nada…

Me interrumpe una conmoción en la puerta, y nos volvemos los dos.

«Oh, mátame ahora mismo. Es mi hermano mayor con su complejo de salvador».

—¡Wisty, es una trampa! ¡Sal de aquí! ¡Ahora! —chilla Whit en el momento en que un grupo de tíos con aspecto de estrellas de rock aparecen de la nada e intentan inmovilizarlo contra la pared.

Trato de ponerme en pie, pero Eric me agarra de la muñeca con fuerza.

—Lo siento mucho, Wisty —susurra—. No me quedaba otra opción.

—¿Qué? ¿A qué te refieres? —exijo saber.

El cantante y el guitarrista de los Bionics aparecen en la puerta del establecimiento. Los dos, con cigarros apagados en la boca.

No puede ser. Pero me temo que sí que es.

—¿Eric? —pregunto, con lágrimas en los ojos. Pero el Chico Batería se encoge de hombros y mira hacia otro lado.

«¿Está haciendo lo que creo que está haciendo?». ¿Cómo podía ser tan maravilloso hace un minuto y entregarme ahora al Nuevo Orden?

A veces me equivoco con la gente, pero nunca me había equivocado tanto. Me dejo caer sobre la mesa, como si me acabaran de apuñalar por la espalda.

«¿Cómo he sido tan tonta como para meterme solita en esta trampa?».

Miro la cara de mi ligue de hace cinco minutos. Busco alguna pista, alguna de las señales que me pasaron inadvertidas.

Pero todo lo que veo es su carita casi perfecta y un arrepentimiento al parecer genuino.

—Tuve que hacerlo, Wisty. ¿No lo ves? Tú eres la Única que tiene el don.