CAPÍTULO 26

WISTY

—Mmm, hola, a todos —me las arreglo para decir tras unos segundos en los que me siento completamente paralizada. Pero ¿en qué lío me he metido?

Los focos brillan, y sin embargo las miradas de cientos, quizá de miles de pares de ojos, son todavía más cegadoras… cuando se concentran en mí.

Esto es, sin lugar a dudas, un poco más de lo que me esperaba. Es definitivamente algo terrorífico… pero también estimulante. Siento una extraña conexión con toda esta gente. Estamos juntos en esto, ¿no? Somos nosotros contra el malvado N.O. Ellos tienen armas, pero nosotros somos más.

—¿Qué tal esos Bionics, eh? —pregunto, de manera bastante poco convincente, pero me responde un vitoreo masivo. Guay. Supongo que están en modo generoso—. Voy a cantar un par de temas —digo, tratando de vocalizar para no ponerme a tartamudear—. Pero antes quiero recordaros algo importante. ¿Ya sabéis lo escasos que andamos de gente de Freeland?

Abucheos masivos.

—¿Y sabéis que se han llevado a muchos de nosotros? Solo eran niños, algunos de ellos casi bebés. Controlan las ciudades. Controlan el campo. Tienen aviones. Tienen tanques.

Justo entonces, casi como hecho adrede, el público tiembla y se estremece ante otra explosión en el exterior de la sala.

Más abucheos masivos.

—Pero lo que no tienen es nuestro espíritu. Eso… ¡nunca podrán tenerlo!

Vítores masivos.

—Y no solo eso, como me recordó una persona que conocí en una de sus horribles prisiones: tienen miedo de nosotros. Por eso nos persiguen. Por eso dirigen sus conspiraciones y su propaganda contra nosotros. Por eso bombardean…

La sala tiembla con otro proyectil que cae sobre la superficie.

—… el mundo como si mañana no fuera a salir el sol. Es porque, para ellos, no va a salir el sol. Nadie tomará su relevo. No tienen futuro —continúo—. ¡Y nosotros no se lo vamos a poner fácil! ¡Ni ahora, ni nunca!

Los vítores duran un par de minutos. Es probablemente la cosa más grande en la que me he visto envuelta.

—Solo un último apunte —digo cuando mi voz puede oírse de nuevo. Saco mi baqueta, la que me dio mamá la noche que Whit y yo fuimos secuestrados—. Ellos no tienen… ¡nuestra magia!

Y, con eso, agarro la guitarra y otra sección de focos se ilumina sobre mí, revelando el muro de amplificadores recién conjurados delante del que estoy, que llega hasta el techo. Voy a hacer todavía más ruido que los Bionics.

Ataco el primer acorde de mi primera canción, y no me he sentido tan bien, tan dichosa, en toda mi vida.

Al menos hasta que Byron sube a escena con un bajo y se pone a tocar conmigo.