CAPÍTULO 25
WISTY
Debo admitir que casi pierdo las ganas de subir yo al ver el nivel de talento demostrado sobre el escenario. También sé que el público puede ser brutal si no le gusta tu música.
Peor aún, casi le doy las gracias a Byron por conseguirnos pases VIP para que podamos seguir los conciertos desde la parte trasera del escenario. Estamos tan cerca que podemos ver las gotas de sudor y la forma en que los labios del cantante se unen para pronunciar cada palabra, o la velocidad de los dedos del guitarrista.
Entonces, los Bionics suben al escenario.
De acuerdo, ahora comprendo el frenesí temperamental de Janine. Son con mucho la banda más cañera de la historia. ¿Cómo lo sé? Porque verlos sudar te motiva en lugar de darte asco. Nunca me había pasado antes eso. Por lo general, asocio el sudor a los apestosos abrazos de Whit cuando viene de correr.
Todo es distinto con estos músicos. Es como si vinieran de otro plano de la realidad. El cantante y bajista, el guitarrista y el batería, que me parece el más mono de los tres (aunque no le haría ascos a ninguno de ellos), se cruzan conmigo camino del escenario. Casi puedo sentir sus auras de estrellas de rock, su magia.
Preparan sus instrumentos mientras el buenorro del cantante dirige un humilde y generoso agradecimiento a un auditorio entregado, y yo me doy cuenta de que estoy chillando junto a Janine. No me extraña que los Bionics estén censurados por el N.O.
Y entonces… «¿Qué demonios? Pero ¿cómo…?».
De repente, un póster enorme del Único que es Único se alza tras la banda.
Sé que es un cartel, pero me pone los pelos como escarpias verlo alzarse desde lo alto del escenario.
El público calla, también. Basta la imagen de ese malvado monstruo para silenciar a una muchedumbre en una sala de conciertos.
Pero entonces, menuda genialidad, la banda ataca el primer acorde de la primera canción, y la esquina inferior izquierda del póster empieza a arder. El auditorio subterráneo estalla en la más increíble expresión de júbilo y se echa a gritar cuando el cartel se convierte rápidamente en cenizas.
No sé explicarlo muy bien, quiero decir, sé que no puedo hacer lo mismo que ellos, pero no estoy intimidada; estoy inspirada.
Lo cual me viene bien, porque su participación (ocho temazos enormes) se acaba en un santiamén. Y entonces le toca al siguiente en la lista de grupos:
—Ahora vamos a oír a una joven promesa desconocida procedente de… ¿los almacenes Garfunkel’s? ¡Wisteria Rose Allgood! ¡Rendíos ante ella!
El batería de los Bionics me guiña el ojo al pasar a mi lado. Antes de ponerme como un semáforo en rojo, decido irrumpir en el escenario.