CAPÍTULO 21

—Es ella —murmura el Único con una mezcla de odio y admiración rencorosa.

Las cámaras de seguridad de Instalación de Cultura número 73 habían recogido la incalificable escena de los guardias (¡la élite del Nuevo Orden, nada menos!) siendo hechizados, irónicamente, por un silbato de mando de tres octavas. Ella era la única que podía poseer esa clase de poder…

La imagen es bastante oscura y apenas puede distinguir qué sucede entre parpadeo y parpadeo de las luces de alarma, pero está seguro de que Wisteria Allgood es la responsable de este delito. Sin embargo, ¿cómo ha podido (y presumiblemente junto a ella, su aburrido hermano) infiltrarse en la escuela? «Solo son unos estúpidos adolescentes».

El Único recuerda la última vez que se le escapó, en la plaza, y la enloquecida persecución a través de la ciudad. Ella y su hermano eran curvas. Podían atravesar los portales. ¿Sería entonces posible que…?

—¡Traedme al Único que Comanda las Tropas de los Portales, ahora! —ordena.

Un instante después, dos corpulentos guardias conducen hasta la sala a un hombre joven, con el pelo cuidadosamente peinado, una perilla absurda y un mentón tan inexistente que podría confundirse con su nuez. Lleva un uniforme militar con una insignia metálica en su pecho izquierdo con la leyenda N.O.P.E., que lo caracteriza como oficial de las tropas de élite de los portales, un grupo de comandos especiales cuyos miembros son de los pocos curvas admitidos en el Nuevo Orden.

—Comandante —dice el Único que es Único—, ¿podrías explicarme por qué no se me informó de que existía un portal que conduce al sótano de la Instalación de Cultura?

—Su eminencia —responde—, no existe ningún portal en esas instalaciones. Están limpias.

El Único suelta un bufido tan alto que el comandante de portales pega un respingo.

—Lo que acabas de decir, esas palabras que has pronunciado con tanta confianza y aplomo, no significa nada para mí. Si yo te digo que ahí hay un portal, ¡es que hay un portal! ¿Entiendes?

—Lo cierto, su eminencia, es que las instalaciones fueron inspeccionadas no hace ni una semana.

—Tenemos pruebas de la existencia de pequeños portales formándose en cosa de veinticuatro horas o menos. Debe de ser un portal nuevo. ¿Comprendes ahora?

El comandante se mueve inquieto.

—Desde luego, señor —aclara su garganta—. ¿Ha considerado, ejem, la posibilidad de la magia, señor? —suelta una risita nerviosa al darse cuenta de que la palabra está obviamente prohibida, salvo en los círculos más restringidos o en casos de emergencia, como este.

—¿Te parece gracioso? —pregunta el Único. Su voz suena tan contenida y helada que ondas y ondas de escalofríos recorren la espalda del comandante de portales.

El Único se da la vuelta y mira la repetición de la grabación de seguridad, poniendo una mueca de desagrado al ver cómo la hechicera trepa rápidamente sobre una alfombra de soldados (¿muertos?, ¿paralizados?), y desaparece en la oscuridad.

—Definitivamente, ella es la que tiene el don —murmura.

—¿Perdón? —pregunta el comandante de portales.

—Necesito que investigues adónde conduce ese portal. Y necesito que envíes a tus mejores hombres a través de él para infiltrarse entre la Resistencia. ¡Ahora! No me falles.