CAPÍTULO 17
WISTY
La cara de Whit está tan roja que casi me siento un poco mal por lo que acabo de decir.
—Mmm —murmuro—. Siento la interrupción.
Debería haberme tapado los oídos y haberme dado la vuelta cuando Whit empezó a hablar sobre poesía. Pero hubiera sido de mala hermana perderme el primer recital poético de Whitford P. Allgood.
Janine me lanza una mirada como si yo fuera la malcriada de su hermanita, en lugar de la de Whit.
—¿Estabas espiándonos?
—¿Qué esperabas? Soy una espía de la Resistencia —replico, defendiéndome de sus feroces miradas—. Que no se os olvide, chavales —Whit pone los ojos en blanco. Está claro que se ha levantado con el pie izquierdo. Es un decir, porque sigue tumbado. Es hora de cambiar de tema—. Así que… ¿ya te has enterado de cuál será nuestra próxima misión, hermanito? Va a ser un reto.
—No he querido decírselo —Janine me fulmina con la mirada—. Intentará unirse al grupo, y no está en condiciones…
—Ya decidiré yo eso —interrumpe Whit—. No eres mi madre.
Ay. No solemos hablar de mamá y papá en vano.
Janine parece un poco herida, pero se rehace. Alisa sus pantalones mientras se pone en pie.
—De todos modos, no estoy segura de que ninguno de nosotros deba participar. Los informes arrojan unas perspectivas aún peores que las de la misión en la que Margo perdió la vida.
Me arden las orejas.
—La misión que le costó la vida a Margo es precisamente la razón por la que necesitamos ir allí, Janine. Debemos terminar lo que empezamos.
—¿De qué lugar estamos hablando? —pregunta Whit, mientras trata de ponerse de pie.
—Lo llaman Instalaciones de Cultura —explica Janine, inclinándose para ayudarlo—. Dicen que es una escuela, no una prisión, pero… en realidad es peor. Se trata de una especie de campo de trabajo. Son todo niños pequeños.
—¿Cuántos hay?
—Cerca de un centenar —nos cuenta—. Pero lo que más me preocupa es el lavado de cerebros que se lleva a cabo allí. En lugar de encontrarnos con cien cautivos deseando escapar, es probable que los veamos volverse contra nosotros. De hecho, el Nuevo Orden los está programando justo para hacer eso.
—Debemos ir allí —insisto.
—Sí —Whit está de acuerdo—. Probablemente, el Único confía en que ahora estemos lamiendo nuestras heridas, sin imaginarse lo más remotamente que vayamos a dar un golpe tan sonado como este.
Agarra una sudadera nueva de una estantería cercana y empieza a ponérsela.
Janine está perdiendo la paciencia. Cruza sus brazos sobre el pecho con ademán autoritario.
—Whit, es una malísima idea.
Mis ojos se fijan en una estantería de pantalones de ciclista de la que repentinamente surge una cabeza.
«¡Byron!».
—Tengo lamentables noticias para todos vosotros —dice untuosamente—. ¿Os importa escucharlas?
—No estarías espiándonos, ¿verdad? —digo indignada.
Se ríe.
—Soy una espía de la Resistencia. Que no se os olvide —me imita. Pongo los ojos en blanco.
—¿Y bien? Estamos esperando tus noticias lamentables —le digo.
—El hecho de que Margo fuera… eliminada —enfatiza Byron— no implica que de repente Janine sea la líder de la semana. Ni tú, Wisty, ni Whit. Esta misión no es decisión vuestra.
—¿De quién es, entonces?
—Mía —anuncia Byron con el pecho ridículamente henchido—. Mientras Whitford se dedicaba a la recitación de poesía y Janine cuidaba de Míster Heroico, os habéis perdido la votación llevada a cabo en Decoración del Hogar para elegir al líder de la semana.
Se regodea mientras lo contemplamos, atónitos.
—La próxima vez, puede que queráis prestar mayor atención a vuestros deberes cívicos.
Supongo que puedes sacar a alguien del Nuevo Orden, pero no puedes sacar el Nuevo Orden de ese alguien.