CAPÍTULO 16

WHIT

Si alguna vez te ha despertado un misterioso ruido en mitad de la noche, te harás una idea de la inyección de adrenalina que sentí en el momento en que recobré la consciencia. Mi cuerpo iba a cuatrocientas revoluciones, como un coche de carreras.

No estoy seguro, pero creo que por eso Janine ha acabado de espaldas en el suelo, junto a mí.

Al parecer, ha estado poniéndome vendajes y tiritas en el brazo, y la sensación de que me agarraban fuerte de nuevo me puso como loco. ¿Acción y reacción? Sin darme cuenta, le he hecho una llave y la he inmovilizado contra el suelo.

Obviamente, Feffer debía de haberme salvado en Shadowland, pero es lo último que recuerdo. Hasta ahora.

—Oh, Dios —digo—. Lo siento, Janine. Pensé que eras un perdido… que seguía en Shadowland. ¿Estás bien?

—¿Qué pasa, piensas que no resisto un placaje? Estoy perfectamente —Janine se pone en pie de nuevo por su propia mano—. Tú, por el contrario, no lo estás.

Miro mi brazo.

—¿Lo dices por esto? Ya se curará.

—Puede que tu brazo sí. Pero… —Janine frunce el ceño—. Hay otras partes de ti que han salido seriamente dañadas. Tal vez dañadas… sin reparación posible. Tu corazón, Whit.

Dañado, pienso. Destrozado, incluso. No lo discuto.

Retoma su papel de Enfermera Janine con las vendas.

—Todo el mundo sabe que es una misión suicida internarse en Shadowland a solas, por lo menos sin un montón de experiencia o algún truco para encontrar el camino de regreso. Wisty y yo estamos bastante enfadadas contigo. ¿Tienes idea de lo mucho que te quiere tu hermana?

—Estoy bien —mis palabras suenan vacías, incluso para mí.

—Embarcarse en una misión suicida no está bien. Te necesitamos. Yo te necesito. ¿Es que eso… no significa nada para ti?

—Sí que significa, Janine. Te lo juro. Siento mucho haber sido tan… —no encuentro la palabra que usó Celia.

—¿Egoísta? —Janine sonríe por fin—. Está bien. Nos pasa a todos, supongo.

—Celia me dijo que tuviera amplitud de miras. Pero a veces no puedo pensar en otra cosa… que en ella —soy consciente de que no es la mejor idea decir esto delante de Janine.

Pero ella ni siquiera parpadea.

—Cuéntamelo. Cuéntame qué haces para superarlo, quiero decir —Janine termina de vendarme y me mira a los ojos.

—Bueno… No sé cómo decirlo, ni por dónde empezar. Celia desapareció de nuestro pueblo, y de repente sentí una especie de agujero en mi pecho. En mi vida. Lo hacíamos todo juntos, y la perdí.

Janine repara en mi diario, a mi lado.

—Tal vez escribirlo te ayude, en vez de contármelo.

—En realidad, ya lo he hecho. He escrito… —«¿debería decírselo?»—, un poema —río nervioso—. Nada en particular. Una tontería.

—¿Un poema? —Janine me mira sorprendida—. ¿Puedo… escucharlo?

—Mmm… No creo que…

—Por favor, Whit. Significaría mucho para mí.

—De acuerdo —concedo—. Supongo. Pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie. Sobre todo, a mi hermana. Esto queda entre nosotros.

—Lo prometo —me jura. Es la persona en quien más confío, exceptuando a Wisty. Janine es un encanto.

Sin embargo, no puedo creer que acabe leyéndole esto:

Paréceme que el goce y la salud pudieran

estar donde no estoy, y aquí el dolor y el llanto.

¿Y no es así? Yo hubiera podido predecirlo,

y volverá a pasar, ya que la mente

a su pesar reniega, y el exhausto

corazón es capaz de amar el frío.

Cuando termino, Janine parece pensativa. No estoy seguro de si le gusta o no. Pero veo sus ojos húmedos.

—¿Estás bien? —pregunto. Toco su brazo con mi mano. Su piel es cálida y suave.

—Es tan… hermoso —dice, secándose una lágrima en la manga—. No suena tonto en absoluto.

De repente, Wisty aparece detrás de un estante de ropa.

—Ese es un poema de Lady Myron —dice con incredulidad—. Si no recuerdo mal, lo estudiamos en clase de la señorita Magruder.