CAPÍTULO 13

WISTY

Con ayuda de algunos de los hechizos que aparecen en el diario de Whit, logramos encontrar el camino de vuelta a los almacenes Garfunkel’s, que afortunadamente solo están a unos pocos kilómetros. Pero tratar de burlar la vigilancia del Nuevo Orden con un hatajo de sucios y bulliciosos niños a remolque no es precisamente una excursión, perdonad que os diga. En la vida se me ocurriría hacerme monitora de campamento.

Cuando llegamos, la primera persona que veo desde la cola de nuestra columna, donde me encuentro agrupando a los críos como una asistente de guardería, es Janine. Ella es nuestra figura de referencia en Freeland, después de Margo. Sus ojos se iluminan mientras corre entre los mostradores de cosméticos para dar la bienvenida a su héroe.

A mi hermano Whit, quiero decir. Por si se me ha pasado mencionarlo, las chicas adoran a Whit. Lo cual hace, en mi opinión, que su fidelidad hacia Celia sea todavía más llamativa.

¡Lo conseguisteis! —Janine lo agarra antes de que tenga ocasión de explicar que esos críos no son aquellos que debíamos rescatar—. ¡Esto supera nuestras expectativas! Jamás pensé…

Whit la aparta de sí, con una mirada dolorida.

—No es tan sencillo, Janine.

A continuación, Feffer, la perra que recogimos en la cárcel y que ha sido nuestra mascota desde entonces, se acerca haciendo cabriolas, ladrando de alegría.

—¿Dónde está Margo? —pregunta Sasha, implacable como siempre, con una mirada confusa.

«Dios mío. Creen que hemos cumplido nuestra misión original. Todavía no saben…».

Durante el siguiente cuarto de hora, la más completa desolación ahoga al grupo mientras explicamos el terrible resultado de la misión.

Margo era una de las primeras y más respetadas líderes de Freeland, una auténtica referencia en nuestra vida cambiante. Por lo que parece, aquellos miembros de la misión que escaparon de vuelta a Freeland no llegaron a presenciar su ejecución. Y Garfunkel’s, cuya energía eléctrica procede de un ingenioso proceso de combustión de los perfumes de la tienda, no tiene acceso regular a los comunicados del Nuevo Orden. En realidad, esto último es seguramente una bendición.

—Llevamos días sin dormir esperando vuestro regreso —dice Sasha—. El de todos vosotros.

Contar la historia hace que se me vuelvan a saltar las lágrimas. Mirar a los demás solo me hace sentir peor. El rayo de esperanza que despertó el rescate de los granujillas parece extinguirse. Incluso lo siento por Sasha, en quien ni siquiera confío porque ya nos mintió una vez. Pero la llama de la Resistencia ardía dentro de Margo y de él. Harían cualquier cosa por la causa.

Y Janine… bueno, ella y Margo eran como hermanas. Sus ojos verdes, que habían empezado a brillar al ver a Whit, están consumidos por el dolor. Whit le acaricia el pelo tratando de reconfortarla. Finalmente, ella hunde su cabeza en el hombro de mi hermano.

—Crecimos juntas —gime—. Éramos uña y carne desde preescolar, ¿no es increíble?

—Claro —susurra Whit—. Todos queríamos a Margo.

Emmet, el mejor amigo que tengo aquí, se acerca y pasa su brazo alrededor de mí. Por lo general, hubiera debido hacerme más que feliz, porque, asumámoslo, Emmet es condenadamente mono, pero ahora mismo, por extraño que parezca, me siento casi molesta.

Ya estoy harta de lamentaciones. Si Margo apareciera ahora aquí, seguramente se rebelaría contra este lloriqueo lastimoso y este lamentar su pérdida.

Una rebelión. No es mala idea, de verdad.

—¡Escuchad! —digo, escurriéndome del brazo de Emmet y subiéndome encima de un mostrador de vidrio—. El festival del moqueo se ha acabado. La última cosa que a Margo le gustaría ver es esta depresión —Sasha asiente con la cabeza—. Tenemos que seguir en movimiento; tenemos que permanecer alerta. El Nuevo Orden continúa fortaleciéndose.

Jamilla, la chamán del equipo, se seca las lágrimas de las mejillas. Incluso Feffer muestra un poco más del brillo acerado que normalmente tienen sus ojos.

—¡El Único que es Único quiere quebrantarnos la moral! —proclamo—. ¿Dejaría Margo que le pisotearan la moral?

—¡No! —exclama Sasha—. ¡Claro que no!

—¡El Único que es Único quiere que nos rindamos, que nos entreguemos, que abandonemos! —grito—. ¿Acaso se rindió Margo?

¡No! —responde el grupo al unísono.

—El Único que es Único no quiere que llevemos a cabo nuestra próxima misión, ni la misión siguiente. ¿Nos pediría Margo que lo intentáramos una vez más?

¡Sí! —casi toda la habitación se une a la exclamación ahora.

Entonces Emmet, que parece incluso más mono de lo habitual, levanta el puño al cielo. El griterío crece en volumen, y yo empiezo a sentirme mareada. Quizá hay algo de verdad en eso del liderazgo.

Pero de repente ocurre algo que me corta las alas.

La persona que más detesto en el mundo acaba de entrar en la habitación.

Bueno, quizá no la que más detesto. Pero anda peligrosamente cerca.