CAPÍTULO 10
WHIT
Salgo como un cohete en su busca. Como si no tuviera otra opción. Es mi sino.
—¡Celia!
Corro por las calles desiertas, entre las tiendas vacías, la comisaría sin policías, el colegio tapiado, la sala de cine… Ni la veo a ella, ni a nadie más. Todo parece irreal aquí. «¿Es real? ¿Esta desolación son imaginaciones mías?».
—¡Celia!
—¡Whit, espera! —escucho la voz de Wisty venir desde atrás. El sonido de sus zapatillas sobre la calzada. Trata de alcanzarme—. ¡Para! ¡Por favor, Whit! ¡No sabes si es ella! ¡Podría ser una trampa!
Sé que es ella. Nunca, nunca se olvida la voz de la persona a la que amas. Sea un susurro, un grito o un recuerdo lejano, sé que se trata de Celia. Supongo que Wisty no comprende eso. Nunca ha estado enamorada.
Escucho a Celia de nuevo. No está lejos. Es como si, de alguna manera, estuviera alrededor de mí.
—¿No quieres saber? ¿… saber? ¿… saber? ¿… saber qué nos sucedió? ¿… sucedió? ¿… sucedió?
No lo aguanto más. Celia suena ahora tan cerca.
Su voz suena tan alta como si la estuviera transmitiendo directamente dentro de mi cabeza. Es insoportable… pero también el más maravilloso e increíble tipo de dolor. Una tortura por la que yo suplicaría. ¿Acaso tiene algún sentido?
—¡Sí quiero! ¡Quiero saberlo! —me detengo y caigo de rodillas en mitad de la plaza—. ¿Dónde estás, Celia?
«Necesito verte de nuevo».
—Arriba, Whit. Está justo ahí.
Es la voz de Wisty, a mi izquierda. Cuando levanto la cabeza, veo lo mismo que ella.
Es mi novia, en la pantalla. Celia, en un panel de propaganda del Nuevo Orden. Su preciosa cara es el doble de grande que yo, y cada pulgada es tan tersa y perfecta como la recuerdo. Como si fuera una estrella de cine.