Hasta estos últimos tiempos, los historiadores del Imperio romano tardío, y de la Iglesia cristiana desde Constantino el Grande, han escrito poco sobre Hipatia, y sus relatos tienden a ser repetitivos y sin gran interés. La mayoría de esas obras, que, al parecer, siguen el ejemplo de Edward Gibbon en The History of the Decline and Fall of the Román Empire [Historia de la decadencia y ruina del Imperio romano], vol. 5, Londres 1898, págs. 109-110, reducen el análisis de la vida y méritos de Hipatia a un relato de los acontecimientos relacionados con su muerte en 415 d. C. en el contexto de la lucha ideológica durante la transición del Imperio a un Estado cristiano.
Las primeras monografías sobre Hipatia aparecen en la segunda mitad del siglo XIX y se citan en el capítulo I. Aunque ofrecen análisis interesantes y razonamientos serios, han quedado obsoletas; interpretan de manera subjetiva el material histórico sobre Hipatia, apoyándose en exceso en la leyenda que se va formando, y están sobrecargadas de material de carácter general sobre la historia y la cultura de Alejandría a expensas de la información fidedigna sobre la misma Hipatia.
En la actualidad los investigadores han producido numerosos artículos y tratados sobre la filósofa. Entre ellos figuran J. M. Rist, «Hypatia», Phoenix 19, 1965, págs. 214-225; C. Lacombrade, «Hypatie: Le mythe et l’historie», Bulletin de la Société Toulousaine d’études classiques 166, 1972, págs. 5-20; E. Evrard, «A quel titre Hypatie enseigne-t-elle la philosophie?», REG 90, 1977, págs. 69-74; V. Lambropoulou en Platón 29, 1977, págs. 65-78 (resumen en inglés: «Hypatia, the Alexandrian Philosopher», Hypatia 1,1984, págs. 3-11); R. J. Penella, «When Was Hypatia Born?», Historia 33, 1984, págs. 126-128; D. Shanzer, «Merely a Cynic Gesture», Rivista difilobgia e di istruzione classica 113, 1985, págs. 61-66; y G. Arrigoni, «Tra le donne dell’antichitá: Considerazioni e ricognizioni», Atti del Convegno nazionale di studi su la donna nel mondo antico, Torino, 21-23 aprile 1986, Turín 1987, págs. 63-71. Merecedor de especial atención es el ensayo de Alan Cameron «Isidore of Miletus and Hypatia: On the Editing of Mathematical Texts», GRBS 31, 1990, págs. 103-127, que ofrece nuevas ideas acerca de los descubrimientos más recientes sobre los comentarios de Hipatia (y de su padre) al Almagesto de Tolomeo. Barbarians and Politics at the Court of Arcadius, de A. Cameron y J. Long, con una aportación de L. Sherry, Berkeley 1993, está dedicado a Sinesio de Cirene pero ofrece nuevas ideas y reflexiones sobre la vida y el pensamiento de Hipatia. La gran deuda que he contraído con esos investigadores se evidencia en las notas. El artículo de J. Rougé «La politique de Cyrille d’Alexandrie et le meurtre d’Hypatie», Cristianesimo nella storia 11, 1990, págs. 485-504, presenta la interpretación más reciente de los acontecimientos relacionados con la muerte de Hipatia. Este artículo me fue amablemente facilitado por el profesor St. Gero (Tubinga) después de terminar la versión polaca de este libro. Ha sido una satisfacción descubrir que las ideas del autor sobre la muerte de Hipatia coinciden con las mías. Véase también una publicación a la que no he tenido acceso: Une martyre paienne: La mort d’Hypatie, P. Giorgiades, L’Atelier d’Alexandrie, 1982.
Pese al considerable interés que despierta Hipatia, no se le había dedicado ningún libro con enfoque académico desde hace más de un siglo. La modesta obra Hypatia von Alexandrien. Ein Beitrag zur Geschichte des Neuplatonismus, de W. A. Meyer, Heidelberg 1886, no ha sido todavía reemplazada por un texto más sólido. Desgraciadamente, me ha sido imposible consultar Ipazia dAlessandria de G. Beretta, Roma 1993, antes de enviar mi manuscrito al editor para su traducción. La escasez de trabajos eruditos refleja la extraordinaria escasez de fuentes. En muchos casos la información se limita a unas pocas frases, y los textos más extensos sobre Hipatia, que prometen subsanar el vacío de información, son poco más que compilaciones de datos heterogéneos de calidad desigual, unos importantes, otros tendenciosos, y algunos que se resisten a la interpretación.
La información más importante y más valiosa sobre la vida de Hipatia procede de la Historia eclesiástica de Sócrates Escolástico (ca. 379-450), contemporáneo suyo. (Sobre Sócrates véase The Ecclesiastical History of Sócrates Scholasticus: A Select Library of Nicene and Post-Ni-cene Fathers of the Christian Church, P. Schaff y H. Wace [eds.], II, Michigan 1952, págs. VIII-XVI. Véase además Geschichte der Griechischen Literaturde W. von Christs, Munich 1924, pág. 1433E = Handbuch der Altertums —wissenschaft, VII. 2, 2; y The First Christian Histories: Eusebius, Sócrates, Sozomen, Theodoret, Evagrius, de G. F. Chesnut, París 1977, págs. 168-190. Este historiador eclesiástico, abogado de Constantinopla, cuya obra es una continuación de la Historia de la Iglesia de Eusebio de Cesarea, dedica un capítulo a Hipatia). Aunque el relato de Sócrates sobre Hipatia es breve, sus fechas son históricamente fiables. Como señalan quienes han estudiado sus escritos, está bien informado sobre los acontecimientos políticos y eclesiásticos del Imperio y su conocimiento de Hipatia es muy posible que provenga de testigos oculares. Algunos de ellos son maestros de retórica, como Amonio y Heladio, quienes, antes de trasladarse a Constantinopla, han sido profesores de literatura y sacerdotes de cultos paganos en Alejandría. No existe la menor duda de que recuerdan bien a Hipatia y de que hablan de ella en Constantinopla. Al situar el asesinato sólidamente en el contexto de los acontecimientos de 412-415, Sócrates Escolástico nos ayuda a determinar las causas de su muerte. Saca a la luz, desde luego, la participación directa de la Iglesia de Alejandría. Del relato de Sócrates sobre la vida y la muerte de Hipatia se hace eco la Historia Tripartita Ecclesiastica del siglo VI (XI. 12; CSEL, LXXI, págs. 643-644), que se originó en el círculo de Aurelio Casiodoro; se trata de una recopilación de las historias eclesiásticas de Sócrates, Sozomeno y Teodoreto de Ciro, basadas en la traducción de esas obras realizada por Epifanio.
Filostorgio de Capadocia, otro contemporáneo de Hipatia (nacido alrededor de 368), la describe en unas pocas frases en su Historia eclesiástica (VIII. 9; GCS, 21; Historia Ecclesiastica, J. Bidez [ed.], 3.ª ed., Berlín 1981, pág. 111), otra continuación de la Historiada Eusebio. Filostorgio, cuya obra conocemos por los resúmenes de Focio, era arriano, seguidor de Eunomio (Bidez, págs. CVI-CXIII). Claramente tendencioso, liga el destino de Hipatia al conflicto entre arríanos y ortodoxos, seguidores del credo niceno, culpando a estos últimos de su muerte. Aparte de sus acusaciones, sumamente controvertidas, Filostorgio proporciona algunos datos valiosos sobre la educación de Hipatia y su competencia en las ciencias exactas.
En su Chronographia, que abarca la historia del mundo desde su creación hasta 565, el cronista de Antioquía Juan Malalas (491-578) incluye dos frases extraordinariamente interesantes sobre Hipatia (Chronogr., XIV, pág. 359 Dindorf = PG, 97, pág. 536A). (Sobre Malalas y sus obras véase K. Krumbacher, Geschichte der byzantinischen Literatur, 2.ª ed., Munich 1897, págs. 325-334; también H. Hunger, Die hochsprachliche profane Literatur der Byzantiner, I, Munich 1978, págs. 319-326 = Handbuch der Altertumswissenschaft, XII, 5, 1; y G. Downey, A History of Antioch in Syria, Princeton 1961, págs. 37-40, 192 y ss.) Estas obras contienen información esencial sobre la vida de Hipatia, su fama y popularidad en Alejandría, y algunas claves sobre los autores del asesinato. Cronológicamente, Malalas vive lo bastante cerca de los acontecimientos como para que su versión de los hechos resulte creíble. También proporciona datos importantes sobre Teón, el padre de Hipatia.
En el siglo VI, una breve biografía de Hipatia por Hesiquio de Mileto (conocido como el Ilustre) en su Onomatologus, lexicón de escritores griegos, no ha sobrevivido en su forma original, pero se ha reconstruido a partir de fragmentos conservados por autores posteriores (Hesychii Milesi Onomatologi quae supersunt cum prolegomenis, J. Flach [ed.], Leipzig 1882). El texto sobre Hipatia (pág. 219 Flach) sugiere los títulos de las obras de Hipatia y habla de su talento matemático y de sus conocimientos de astronomía. Hesiquio incluye una sorprendente habladuría: el supuesto matrimonio de Hipatia con el filósofo alejandrino Isidoro; este rumor descabellado lo han repetido con entusiasmo historiadores modernos como, por ejemplo, S. Le Nain de Tillemont y P. Tannery, estudioso de las fuentes para la historia de Hipatia.
La Crónica de Juan de Nikiu del siglo VII, disponible como The Chronicle of John, Bishop of Nikiu, R. H. Charles (trad.), Oxford 1916, es de una importancia excepcional. El obispo de Nikiu, en el Bajo Egipto, nacido durante la conquista de ese país por los árabes, escribe una historia del mundo desde Adán hasta su época. La Crónica, que constituye una fuente valiosa para la historia tanto de Bizancio como del Egipto bizantino, ha sobrevivido gracias a una edición etíope copiada de un texto árabe. Esta circunstancia, sin embargo, no disminuye su valor, ya que se trata del producto de un autor local que tiene acceso a la documentación de la Iglesia de Alejandría, desaparecida en la actualidad.
La Crónica de Juan de Nikiu es la única fuente existente que presenta a Hipatia con una luz desfavorable, tachándola de filósofa pagana consagrada a prácticas ocultistas: astrología, brujería y adivinación (Chron. 84.87-103; págs. 100-102 Charles). Esta obra, junto a la de Sócrates, destaca como la fuente más importante y coherente para recrear los acontecimientos relacionados con la actividad de Hipatia en Alejandría y las circunstancia de su muerte.
La mayoría de los historiadores que han buscado información sobre Hipatia en el siglo XIX y el comienzo del XX consultan el Suda, un lexicón bizantino del siglo X muy conocido (5. v. Hypatia 4, 644.1-646.5 Adler = Dam., frags. 102 y 276, págs. 77, 79, 81, 219 Zintzen). La primera parte de la información sobre Hipatia se apoya sobre todo en Hesiquio, la segunda en la Vida de Isidoro de Damascio. (Sobre el origen del artículo de Suda véase P. Tannery, «L’article de Suidas sur Hypatia», Annales de la Faculté des lettres de Bordeaux 2,1880, págs. 197-200; J. R. Asmus, «Zur Rekonstruktion von Damascius Leben des Isidorus», Byzantische Zeitschrift 18, 1909, págs. 424-480, y 19, 1910, págs. 265-284; K Praechter, RE, 9‘, 1914, col. 242, s. v. Hypatia). También se advierte la influencia de Sócrates y de Filostorgio.
La Vida de Isidoro de Damascio fue reconstruida en primer lugar por R. Asmus, Das Leben des Philosophen Isidoros von Damaskios aus Damascos, Leipzig 1911. En la actualidad se dispone también de una edición de C. Zintzen, Damascii Vitae Isidori Reliquiae, Hildesheim 1967. Isidoro, filósofo alejandrino del platonismo tardío, discípulo de Proclo, nace en 450 (PLRE, II, págs. 628-631, s. v. Isidorus 5; Der kleine Pauly, II, 1460 [H. Dórrie]). Aproximadamente un año después de su muerte, en torno a 526, su discípulo Damascio, último director de la Academia, escribe una biografía de su maestro. (Sobre Damascio véase PLRE, II, págs. 342-343; A. Cameron, «The Last Days of the Academy at Athens», Proceedings of the Cambridge Philological Society 195, 1969, págs. 8-28). Existe, por consiguiente, un hiato de dos generaciones entre la muerte de Hipatia y la de Isidoro. Sus antecedentes, sin embargo, son muy parecidos. Isidoro crece y se educa en Alejandría en los círculos de los filósofos neoplatónicos Heraiskos y Asclepiades. Su padre, Horapolo el Viejo, vive en la época de Teodosio II y es contemporáneo de Hipatia. (Véase G. Fowden, «The Pagan Holy Man in Late Antique Society», ///.S’ 102, 1982, págs. 46-48; Chuvin, págs. 106-107, 110-111).
La Vida de Isidoro, considerada la mejor fuente sobre la historia pagana de Alejandría en el siglo V y los comienzos del VI, es una apología de una civilización en decadencia, así como de sus sistemas de creencias e ideas. Pero, aunque fundamental para la reconstrucción del entorno pagano de Alejandría, no proporciona una caracterización meditada de la personalidad de Hipatia, ni una descripción perspicaz de su filosofía, ni un análisis de sus escritos eruditos. Toda la información de interés sobre Hipatia hay que extraerla del elogio de sus virtudes, educación y habilidad política. El relato extremadamente resumido y en ocasiones contradictorio de Damascio exige una lectura detenida y crítica, así como el cotejo con otras fuentes; de todos modos, por tratarse del texto de mayor extensión sobre Hipatia, sigue siendo una fuente que ningún investigador puede ignorar.
En el periodo bizantino medio, Teófanes (en torno a 752-818) escribe un breve relato de la muerte de Hipatia (Chronographia, I, pág. 82.16 De Boor). Finalmente, en el periodo bizantino tardío Nicéforo Calisto Xantopulos (hacia 1253-1335) produce una descripción carente de originalidad de la vida y muerte de Hipatia, una recopilación de fuentes anteriores, aunque basada sobre todo en Sócrates y su Historia eclesiástica (XIV. 16, págs. 469-470; PG, 146.1105-08B).
Los relatos antiguos existentes sobre Hipatia —incluso los mejores, como los de Sócrates, Damascio y Juan de Nikiu— no bastan para una reconstrucción de su vida sin la información que sobre ella y sus discípulos se encuentra en los escritos de Sinesio de Cirene, en especial en sus cartas dirigidas a Hipatia y a sus amigos. Pese a numerosos vacíos, esos escritos son de un valor incuestionable, porque Sinesio conoce a Hipatia de manera íntima y mantiene con ella una relación de amistad durante toda su vida. (Sobre Sinesio, además de Cameron, 1993, véase W. S. Crawford, Synesius the Hellen, Londres 1901; C. Lacombrade, Synésios de Cyréne: Hellen et chrétien, París 1951; J. Bregman, Synesius of Cyrene: Philosopher-Bishop, Berkeley, 1982).
Una gran cantidad de mujeres de la Antigüedad y del primer periodo bizantino se dedican al estudio de la filosofía[296]. La era neo-platónica produce un gran número de mujeres consagradas a la filosofía. Sabemos poco acerca de la mayoría, a excepción de sus nombres. Dos matronas romanas, Quione y Gémina, son mecenas de Plotino en Roma; la hija de Gémina, del mismo nombre que su madre, es alumna de Plotino[297]. Otra alumna de Plotino, Amficlea, se casa con el hijo del filósofo Jámblico[298]. La esposa de Porfirio, Marcela, también demuestra su interés por la filosofía[299]. La filósofa Arete, a quien Jámblico dirige una carta sobre la virtud de la moderación, es miembro de su círculo[300].
La filósofa más conocida, más original y más influyente es Sosipatra, que vive en la primera mitad del siglo IV y enseña filosofía en Pérgamo. Eunapio admira tanto la sabiduría de Sosipatra que incluye un retrato suyo en Vidas de los filósofos y sofistas[301]. R. J. Penella, en su estudio de Eunapio, sigue a este último al afirmar que Sosipatra combina el platonismo místico y la teúrgia[302]. Según Eunapio, dos extranjeros inician a Sosipatra de niña en las prácticas caldeas, y adquiere así el poder de la adivinación y de la comunión con seres divinos. Por su parte, proporciona a sus alumnos dones tan señalados que su escuela filosófica privada de Pérgamo alcanza mayor éxito aún que la vecina escuela del famoso Edesio, discípulo de Jámblico.
La hija de Plutarco, Asclepigenia, también se hace célebre como filósofa[303]. Contemporáneo de Hipatia y maestro de la Academia de Atenas, Plutarco introduce a su hija en los secretos de la teúrgia y de la magia caldea; Asclepigenia, a su vez, se los transmite al eminente filósofo del siglo V, Proclo, sucesor de Siriano como director de la Academia. Algunos de los primeros investigadores, entre los que figura H. Druon, mantienen que Hipatia estudia filosofía en Atenas y es alumna de Asclepigenia[304].
Alejandría produce varias mujeres paganas y cristianas famosas por su sabiduría. Entre las primeras se halla la hija del filósofo Olimpiodoro; Proclo es alumno suyo cuando visita Alejandría a mediados del siglo V, y Olimpiodoro desea que se case con ella[305]. Edesia, filósofa por derecho propio de la segunda mitad del siglo V, es esposa y madre de filósofos. En su Vida de Isidoro, Damascio la describe como «la mejor y la más hermosa de todas las mujeres de Alejandría»[306]. Edesia se casa con Hermeias, filósofo neoplatónico, aunque su pariente Siriano, sucesor de Plutarco en la Academia de Atenas, quiere que contraiga matrimonio con Proclo[307]. De Hermeias[308], nombrado profesor en Alejandría, con salario de la ciudad, tiene dos hijos, que serán en el futuro los famosos filósofos Amonio y Eliodoro[309]. Después de la muerte de su esposo, Edesia los lleva a Atenas, donde encarga su educación a Proclo. De los dos hijos, Amonio llega a ser el filósofo más importante y, como a su padre, se le nombra para la cátedra de filosofía de la ciudad. Entre sus alumnos figuran Damascio y otros filósofos alejandrinos y atenienses más o menos conocidos. En el funeral de Edesia, Damascio la elogia como una mujer universalmente admirada.
La mayoría de las sabias cristianas alejandrinas, como la santa asceta Teodora[310], la mártir Eugenia[311] y santa María Egipciaca[312], reciben una consideración muy alta en la hagiografía cristiana. Otra Hipatia de Alejandría, viuda, se menciona en un decreto de 455 del emperador Marciano, que otorga a las viudas, monjas y mujeres que lleven a cabo funciones eclesiásticas el derecho a ceder sus propiedades a la Iglesia y al clero[313]. Esta Hipatia, caracterizada en el decreto como «una mujer a la que se recuerda como de inigualable distinción», ha hecho precisamente un legado de esas características.
Aunque no existe por supuesto conexión entre esta viuda y nuestra Hipatia, algunos lazos vinculan a esta última con Catalina, la santa y mártir más querida y mejor conocida de Alejandría[314]. Estudiosos de la leyenda de Catalina han advertido que su historia, que empieza a tomar forma hacia el siglo VIII, contiene motivos derivados de la biografía de Hipatia[315]. Catalina aparece en sus passiones no sólo como una virgen joven y hermosa sino también como una erudita muy competente en geometría, matemáticas y astronomía, y dedicada a la sabiduría de los griegos. Su perseguidor, el emperador Majencio (así lo llama el autor de la Vida), invita a cincuenta de los retóricos y filósofos más distinguidos de todo el Imperio, ordenándoles que demuestren la ignorancia de Catalina y la locura de sus creencias religiosas. Catalina refuta los argumentos de los sabios y por añadidura los convierte al cristianismo. El emperador, sin embargo, la sentencia a la tortura y la muerte. La leyenda relaciona esos acontecimientos con la persecución de los cristianos durante el reinado de Diocleciano.
B. A. Myrsilides proporciona una información excepcionalmente interesante que puede ayudar a confirmar las ideas de los investigadores sobre la conexión entre la leyenda de santa Catalina y la Hipatia histórica[316]. Myrsilides escribe que en Asia Menor, cerca de la antigua ciudad de Laodicea, en las orillas del río Pyramos, junto al actual Denizli, los ancianos del pueblo le han mostrado las ruinas de una iglesia y una inscripción muy deteriorada para conmemorar la consagración del santuario a «santa Hipatia Catalina»; quizá Catalina fuera el segundo nombre de esta Hipatia.