CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO

Grace
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Hojas

Los enfermeros de la ambulancia me encontraron arrebujada en el asiento del pasajero, envuelta en capas de abrigo, con la cabeza oculta entre las manos.

—¿Estás bien?

En vez de contestar, extendí las manos sobre mi regazo y me miré los dedos, cubiertos de lágrimas ensangrentadas.

—¿Estás sola?

Asentí.