CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO
Isabel
Alguien llamó suavemente a la puerta trasera, la que daba al trastero. Después de tropezar con unas botas, una paleta de jardinería y un saco de alpiste, la abrí.
Cole St. Clair esperaba de pie en el rectángulo oscuro del umbral, con las manos en los bolsillos.
—Invítame a entrar —dijo.