Hace veintiocho años que en parte escribí y en parte dicté este libro: atravesaba entonces por una complicada crisis económica y contaba con muy poco tiempo para revisarlo. Abandoné Inglaterra con amargura; había roto allí demasiadas convenciones, me había disgustado o había reñido con la mayor parte de mis amigos; me había molestado la policía que sospechaba que yo era autor de un intento de asesinato; y había dejado de importarme todo lo que los demás pudieran pensar de mí.
Ahora que vuelvo a leer Adiós a todo eso, por primera vez desde 1929, me pregunto cómo pudieron mis editores librarse de un proceso por difamación.
Las crisis domésticas son siempre costosas, pero tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, a pesar de la depresión económica que había empezado, el libro se vendió muy bien, lo que me permitió pagar mis deudas, instalarme en Mallorca y dedicarme a escribir sin demasiadas preocupaciones por el futuro inmediato. El título se convirtió en una locución proverbial, y constituye mi única contribución al Diccionario de citas familiares de Bartlett.
He hecho un buen número de cambios en el texto: he eliminado numerosos fragmentos torpes o tontos; he incluido algunas anécdotas omitidas en la primera edición; he reemplazado el capítulo sobre T. E. Lawrence por otro más amplio escrito cinco años después; he corregido ciertos errores de fechas y he tratado de pulir algunas asperezas excusables de la prosa. He restituido varios nombres propios porque su disfraz original dejó de ser necesario.
Si algunos pasajes resultan ofensivos después de todos estos años, espero que se me perdonen.
R. G.
Deià, Mallorca, España, 1957.