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Jakub encontró a su amigo justo cuando regresaba de la clínica a su consultorio. Elogió su actuación del día anterior y se disculpó por no haberle esperado después del concierto.

—Me molestó mucho —dijo el doctor Skreta—. Es el último día y quién sabe dónde pasas la noche. Teníamos tantas cosas de qué hablar. Y lo peor es que estoy seguro de que estuviste con esa chiquilla delgada. Veo que el agradecimiento es un sentimiento terrible.

—¿De qué agradecimiento hablas? ¿Por qué le iba a estar agradecido?

—Me escribiste que su padre había hecho mucho por ti.

Ese día el doctor Skreta no tenía consulta y la mesa de exploraciones permanecía inactiva al fondo de la habitación. Los dos amigos se sentaron frente a frente en dos sillones.

—Qué va —dijo Jakub continuando la conversación—. Quería que te ocupases aquí de ella y me pareció más sencillo decirte que le estaba agradecido a su padre. Pero todo ocurrió de otro modo. Ya que estoy poniendo punto final a todo, te lo diré. Fui a parar a la cárcel con la completa anuencia de su padre. Fue su padre quien me mandó a la muerte. Medio año después fue él también a la muerte, mientras que yo tuve suerte y me salvé.

—O sea que es la hija de un rufián.

Jakub se encogió de hombros:

—Creyó que yo era un enemigo de la revolución. Todos empezaron a decirlo y él se lo creyó.

—¿Y por qué me dijiste que había sido amigo tuyo?

—Fuimos amigos. Y por eso estaba aún más orgulloso de haber votado a favor de mi detención. Así demostraba que los ideales significaban para él más que la amistad. Al acusarme como traidor a la revolución, creyó estar supeditando su interés personal a una causa más elevada y vivió aquello como el gran momento de su vida.

—¿Y ése es el motivo por el que quieres tanto a esa chiquilla tan fea?

—Ella no tiene nada que ver con eso. Ella es inocente.

—Hay miles de chicas inocentes como ella. Si la elegiste será porque es hija de su padre.

Jakub se encogió de hombros y Skreta prosiguió:

—Hay en ti algo igual de pervertido que en él. Me parece que tú también vives tu amistad con esa chica como si fuera el gran momento de tu vida. Negaste tu natural sentimiento de odio, reprimiste tu natural repugnancia, para demostrarte a ti mismo que eras generoso. Es bonito, pero es al mismo tiempo antinatural y absolutamente inútil.

—No es así —respondió Jakub—. No pretendía reprimirme ni perseguía ningún tipo de generosidad. Simplemente me dio lástima. En cuanto la vi por primera vez. La echaron de su casa cuando era una niña, vivía con su madre en una aldea en la montaña, la gente tenía miedo de hablar con ellos. Durante mucho tiempo no le permitieron estudiar, pese a que era una chica lista. Es terrible perseguir a los hijos por lo que han hecho los padres. ¿Yo también debía haberla odiado por culpa de su padre? Me dio lástima. Me dio lástima que hubieran matado a su padre y me dio lástima que el padre hubiera mandado a la muerte a su amigo.

En ese momento sonó el teléfono. Skreta lo cogió y durante un momento escuchó lo que le decían. Puso cara de disgusto y dijo:

—Tengo trabajo. ¿Es necesario que esté presente?

Luego hubo otro momento de silencio y Skreta dijo:

—Está bien. Iré —colgó el teléfono y maldijo.

—Si tienes que ir a alguna parte, no te preocupes, de todos modos tengo que marcharme ya —dijo Jakub y se levantó del sillón.

—¡Me cago en diez! —protestó Skreta—. No hemos hablado de nada. Hoy teníamos que hablar de algo. Me han hecho perder el hilo. Y era algo muy importante. Llevo desde la mañana pensando en ello. ¿Recuerdas de qué se trataba?

—No —dijo Jakub.

—Me cago en diez, y yo tengo que salir a toda prisa para la Casa de Baños…

—Lo mejor es despedirse así. En medio de la conversación —dijo Jakub y estrechó la mano de su amigo.