Durante el concierto no le había quitado los ojos de encima a Klima, y después se mezcló con los admiradores que corrieron a la parte de atrás del escenario para que los artistas les garabatearan un autógrafo. Pero Ruzena no estaba allí. Luego siguió al grupo de gente que condujo al trompetista al bar de enfrente. Entró con ellos, convencido de que Ruzena estaría allí esperando al trompetista. Pero se equivocó. Regresó a la calle y estuvo de guardia durante mucho tiempo delante de la puerta.
De pronto un dolor lo atravesó. El trompetista salió del bar con una mujer a su lado. Ya estaba casi seguro de que era Ruzena, pero no lo era.
Los siguió hasta el Richmond, en el que entraron Klima y la mujer desconocida.
Después se dirigió rápidamente al Edificio Marx. Aún estaba abierto. Le preguntó al portero si Ruzena estaba en casa. No estaba.
Corrió de regreso al Richmond, temiendo que entretanto Ruzena hubiera entrado a ver a Klima. Se puso a pasear por el camino del parque mirando hacia la entrada. No entendía qué ocurría. Por su cabeza desfilaban muchas suposiciones, pero eso no era lo importante. Lo importante era que estaba allí de guardia y que sabía que iba a seguir de guardia hasta que viera a alguno de los dos.
¿Por qué? ¿Qué sentido tenía? ¿No era mejor que se fuese ya a dormir?
Creía que ya era hora de saber toda la verdad.
¿Pero quería de verdad saber toda la verdad? ¿Tenía realmente tantas ganas de confirmar que Ruzena se acostaba con Klima? ¿No pretendía, más bien, encontrar alguna prueba de la inocencia de Ruzena? Y, con lo desconfiado que era, ¿hubiera aceptado alguna prueba?
No sabía por qué esperaba. Lo único que sabía era que iba a esperar mucho tiempo y, si hacía falta, muchas noches. Porque cuando se tienen celos, el tiempo pasa muy rápido. Los celos llenan la mente aún más que una actividad intelectual apasionante. En la mente no queda ni un segundo de tiempo libre. Quien tiene celos no sabe qué es el aburrimiento.
Frantisek paseaba por un reducido trozo de camino, de apenas cien metros de largo. Se quedará allí paseando durante toda la noche, hasta que todos estén durmiendo, se quedará paseando hasta el día siguiente, hasta el comienzo del próximo capítulo.
¿Por qué, al menos, no se sienta? ¡Frente al Richmond hay bancos! No puede sentarse. Los celos son como un fuerte dolor de muelas. Cuando se tienen, no se puede hacer nada, no puede uno ni sentarse. Es necesario pasear. De un lado para otro.