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Olga hablaba y Jakub pensaba en que le había entregado a una mujer desconocida un veneno y en que ella podía tomarlo en cualquier momento.

Había ocurrido de pronto, había ocurrido antes de que tuviese tiempo de darse cuenta. Había ocurrido todo sin que tuviera conciencia de ello.

Olga seguía hablando llena de indignación y Jakub se justificaba ante sí mismo, diciéndose que no había querido darle el tubo, que había sido ella misma quien le había obligado.

Pero en cuanto lo hubo dicho, se dio cuenta de que era una excusa barata. Podía haber hecho frente al atrevimiento de ella con el suyo propio, sacar tranquilamente la primera tableta y metérsela en el bolsillo.

Y ya que no había tenido la suficiente presencia de ánimo y no lo había hecho, podía haber corrido tras ella y haberle confesado que en el tubo había una tableta de veneno. No era nada difícil explicarle lo que había pasado.

En cambio, se queda sentado y mira a Olga que está hablando de algo. Debería levantarse y correr tras aquella enfermera. Todavía está a tiempo. Y, por supuesto, está obligado a hacer todo lo necesario para salvarle la vida. Entonces, ¿por qué se queda sentado y no se mueve?

Olga seguía hablando y él estaba asombrado de ver que se quedaba sentado y no se movía.

Tomó la decisión de levantarse de inmediato e ir a buscarla. Pensó cómo explicarle a Olga que tenía que irse. ¿Debe contarle lo que ha pasado? Se dio cuenta de que no se lo podía contar. ¿Y si la enfermera se toma el veneno antes de que él la alcance? Olga no puede enterarse de que Jakub es un asesino. Y aunque la alcanzase a tiempo, ¿cómo iba a justificar ante Olga el haber dudado tanto tiempo? ¿Cómo le iba a explicar el haberle entregado el tubo a aquella mujer? ¡Ahora, aunque sólo fuese por el breve plazo que lleva aquí sentado sin hacer nada, tiene que parecer un asesino a los ojos de cualquier observador!

No, no se lo puede confesar a Olga, pero ¿qué decirle? ¿Cómo justificar que de pronto se levante de la mesa y salga corriendo?

¿Pero qué importancia tiene lo que le diga? ¿De qué tonterías se ocupa? ¿Acaso importa, cuando se trata de vida o muerte, lo que Olga piense?

Sabía que sus reflexiones estaban totalmente fuera de lugar y que cada segundo de indecisión aumentaba el peligro que acechaba a la enfermera. Sí, ya es tarde. En el tiempo que lleva sin decidirse ya se ha alejado tanto del bar que no sabría en qué dirección ir a buscarla. ¿Acaso sabe hacia dónde fueron? ¿En qué dirección iría a buscarla?

Pero en seguida se convenció de que aquello no era más que otra excusa. Sería difícil encontrarlos, pero no era imposible. ¡No es tarde para hacer algo, pero tiene que actuar de inmediato si no quiere que sea tarde!

—Hoy he tenido un mal día desde la mañana —dijo Olga—. Me quedé dormida, llegué tarde al desayuno, no me lo quisieron dar, en la Casa de Baños estaban esos idiotas del cine. Y tengo tantas ganas de que hoy sea un día bonito, ya que estoy contigo por última vez. No te imaginas lo importante que es para mí. Jakub, ¿tú sabes lo importante que eres para mí?

Se inclinó por encima de la mesa y le cogió la mano.

—No temas, no hay motivo para que tengas un mal día —le dijo con dificultad, porque era incapaz de concentrarse en su presencia.

Una especie de voz le recordaba permanentemente que la enfermera llevaba el veneno en el bolso y que él decidía acerca de su vida y su muerte. Aquella voz era impertinentemente constante y, sin embargo, extrañamente débil, como si sonase desde una profundidad excesivamente profunda.