Jakub reconoció de inmediato a la enfermera que ayer quería entregar a Bobes a los viejos. La miraba fijamente y tenía mucho interés en saber de qué hablaba con el joven. Pero no entendía ni una palabra, sólo veía que la conversación estaba llena de tensión.
En seguida se notó que el joven había recibido una mala noticia. Tardó un rato en ser capaz de volver a hablar. En su expresión podía leerse que le pedía algo a la chica y trataba de convencerla. Pero la chica permanecía obstinadamente en silencio.
A Jakub le dio la impresión de que estaba en juego la vida de alguien. Seguía viendo en la muchacha rubia a aquella que está dispuesta a sostenerle la víctima al verdugo y no dudó ni un instante que el joven estaba de parte de la vida y ella de parte de la muerte. El joven quiere salvarle la vida a alguien, pide ayuda, pero la rubia se niega y alguien va a morir por su culpa.
Y después se fijó en que el joven dejaba de insistir, sonreía e incluso acariciaba la cara de la chica. ¿Se habrán puesto de acuerdo? De ninguna manera. El rostro que estaba bajo los cabellos amarillos miraba obstinadamente hacia lo lejos, evitando encontrarse con la mirada del joven.
Jakub era incapaz de alejar la vista de aquella chica, a la que desde ayer no podía ver más que como ayudante del verdugo. Su rostro era guapo y vacío. Lo bastante guapo como para atraer a los hombres y lo bastante vacío como para que en él se perdiesen todas las súplicas de los hombres. Era también un rostro orgulloso y a Jakub se le ocurrió que no estaba orgullosa de su guapeza, sino precisamente de su vaciedad.
A Jakub le pareció que en aquella cara habían venido a verle otras miles de caras que conocía muy bien. Le pareció que toda su vida no era más que un diálogo ininterrumpido precisamente con esa cara. Cuando intentaba explicarle algo, esa cara miraba ofendida hacia otro lado, a sus argumentos respondía hablando de otra cosa, cuando él sonreía le echaba en cara su frivolidad, cuando pedía algo le acusaba de adoptar una postura de superioridad, esa cara, que no entendía nada y lo decidía todo, esa cara vacía como un desierto y orgullosa de su desierto.
Pensó que hoy la veía por última vez, para mañana abandonar su reino.