Después salieron del pequeño teatro, se despidieron en la esquina, pero el guitarrista acompañó a Klima hasta su casa. Era el único que no estaba de acuerdo con el plan propuesto. Le parecía que no era digno de su director de orquesta, a quien tanto admiraba:
—Si vas a ver a una mujer, coge el látigo —citaba a Nietzsche, de cuya obra sólo conocía esta frase.
—Chico —suspiró Klima—, la que ha cogido el látigo es ella.
Después, el guitarrista le propuso a Klima llevarle en coche al balneario, hacer que la chica fuese hasta la carretera y atropellarla.
—Nadie podrá demostrar que no fue ella la que se puso delante del coche.
El guitarrista era el más joven de la orquesta, adoraba a Klima y Klima estaba emocionado por sus palabras:
—Eres muy amable —le dijo.
El guitarrista desarrollaba los detalles de su plan y le ardían las mejillas.
—Eres muy amable pero no puede ser —dijo Klima.
—¿Por qué dudas? ¡Es una cabrona!
—De verdad que eres muy amable, pero es imposible —dijo Klima y se despidió de él.