Capítulo XVI

La primitiva intención del capitán Guy, después de explorar la zona de las islas Auroras, había sido la de seguir hasta el estrecho de Magallanes y remontar la costa occidental de la Patagonia; pero las informaciones que se habían recibido en Tristán da Cunha lo indujeron a enderrotar hacia el sur, con la esperanza de encontrar unas pequeñas islas que, según se afirmaba, hallábanse situadas hacia el paralelo 60° S y a los 41° 20' de longitud oeste. En caso de no encontrarlas, y si la estación se mostraba favorable, el capitán pensaba seguir en dirección al Polo. El 12 de diciembre, pues, pusimos proa en esa dirección. El 18 llegamos a la zona indicada por Glass, y durante tres días la recorrimos en todo sentido, sin hallar la menor señal de las islas que había mencionado. El 21, como el tiempo se mostraba notablemente bueno, seguimos hacia el sur dispuestos a avanzar lo más que pudiéramos. Pero antes de entrar en esta parte de mi narración creo oportuno hacer un resumen de las escasas tentativas realizadas para alcanzar el Polo Sur, a fin de informar a aquellos de mis lectores que no han prestado mayor atención al adelanto de los descubrimientos en dichas regiones.

La tentativa del capitán Cook es la primera sobre la cual tenemos noticias concretas. En 1722 zarpó hacia el sur en el Resolution, acompañado por el teniente Furneaux en el Adventure. En diciembre llegó al paralelo 58 S, a los 26° 57' de longitud este. Encontró allí estrechos campos de hielo, de ocho a diez pulgadas de espesor, que se extendían hacia el noroeste y el sudeste. El hielo formaba enormes témpanos, tan cerca unos de otros que el barco tenía gran dificultad para abrirse paso. A esta altura, basándose en la gran cantidad de pájaros y en otras indicaciones, el capitán Cook supuso que debía hallarse vecino a alguna tierra. Continuó hacia el sur, con tiempo sumamente frío, hasta alcanzar el paralelo 64, a los 38° 14' de longitud este. En este punto el clima era más moderado, soplaban vientos suaves y durante cinco días el termómetro marcó 36°[5]. En enero de 1773, los navíos cruzaron el círculo polar antártico, pero no llegaron a avanzar mucho más; en efecto, al llegar a los 67° 15' de latitud, se encontraron con un inmenso campo de hielo que abarcaba íntegramente el horizonte austral, hasta donde alcanzaba la mirada. Había hielo de todas las variedades, mientras algunos enormes témpanos, de muchas millas de extensión, formaban una masa compacta que sobresalía dieciocho o veinte pies del agua. Dado que la estación se hallaba muy adelantada y no era posible flanquear esos obstáculos, el capitán Cook se vio precisado, muy contra su voluntad, a poner proa al norte.

En noviembre del siguiente año renovó su exploración del Antártico. A los 59° 40' de latitud encontró una fuerte corriente hacia el sur. En diciembre, hallándose los navíos a los 67° 31' de latitud y a 142° 54' de longitud oeste, el frío se hizo muy intenso, con fuertes vientos y niebla. También allí abundaban las aves, especialmente albatros, pingüinos y petreles. A los 70° 23' de latitud aparecieron algunos enormes témpanos, y poco después se advirtió que las nubes hacia el sur eran de una blancura nívea, indicadora de la vecindad de campos de hielo. A los 71° 10' de latitud y 106° 54' de longitud oeste, los navegantes se vieron nuevamente bloqueados por una inmensa extensión helada, que cubría por completo el horizonte austral. El borde septentrional del campo era quebrado e irregular, pero tan firmemente unido que resultaba infranqueable, extendiéndose más de una milla hacia el sur. Más allá la superficie helada era comparativamente llana durante un cierto trecho, para terminar en gigantescas cadenas de montañas de hielo que se escalonaban en progresión creciente. El capitán Cook supuso que este inmenso campo terminaba en el Polo Sur, o que se unía a un continente. Mr. J. N. Reynolds, a cuyos grandes esfuerzos y perseverancia se debe la organización de una entidad nacional, destinada en parte a la exploración de dichas regiones, alude en los siguientes términos al viaje del Resolution: «No nos sorprende que el capitán Cook se viera impedido de sobrepasar los 71° 10', pero en cambio nos asombra que pudiera llegar hasta el meridiano 106° 54' de longitud oeste. La tierra de Palmer se halla al sur de la Shetland, a 64°, y se extiende hacia el sur y el oeste más allá de cualquier punto al que haya podido llegar un explorador. Cook buscaba esta tierra cuando el hielo detuvo su avance; y esto tiene que ocurrir siempre forzosamente en este punto, y en fecha tan temprana como lo era el 6 de enero; no nos sorprendería que parte de las montañas de hielo descritas por aquél estuviera unida al cuerpo principal de la tierra de Palmer o a otras regiones situadas más hacia el sur y el oeste».

En 1803, los capitanes Kreutzenstern y Lisiausky fueron enviados por el zar Alejandro de Rusia a fin de circunnavegar el globo. Rumbeando al sur, sólo llegaron a los 59° 58' de latitud y 70° 15' de longitud oeste. Encontraron allí fuertes corrientes que se desplazaban hacia el este. Abundaban las ballenas, pero los navegantes no vieron hielo. Con referencia a este viaje, Mr. Reynolds observa que si Kreutzenstern hubiera llegado un poco antes a esa región hubiera encontrado hielo, pero sólo arribó en marzo. Los vientos del sudoeste y el oeste, predominantes, habían impulsado los témpanos con ayuda de las corrientes hacia la región de los hielos limitada al norte por Georgia, al este por la tierra de Sandwich y las Oreadas del Sur y al oeste por las islas Shetland del Sur.

En 1822, el capitán James Weddel, de la marina británica, alcanzó a llegar con dos pequeños navíos mucho más al sur que cualquier otro navegante, sin encontrar dificultades extraordinarias. Afirma en su informe que aunque con frecuencia se vio bloqueado por el hielo antes de alcanzar el paralelo 72, una vez llegado al mismo no encontró la menor señal de hielo, y que al alcanzar la latitud de 74° 15', no avistó ningún campo de hielo y solamente tres témpanos o islas flotantes. No deja de ser curioso que, si bien se avistaron numerosas bandadas de pájaros y las indicaciones usuales de una tierra próxima, y no obstante haberse observado al sur de las Shetland algunas costas desconocidas que se extendían hacia el sur, el capitán Weddel se mostrara escéptico con respecto a la existencia de tierras en las regiones polares del sur.

El 11 de enero de 1823, la goleta norteamericana Wasp, mandada por el capitán Benjamín Morrell, zarpó de la tierra de Kerguelen con intención de llegar lo más posible hacia el sur. El 1.° de febrero alcanzó los 64° 52' de latitud sur, a los 118° 27' de longitud este. Cito un pasaje del diario de a bordo en la fecha citada: «El viento no tardó en alcanzar una velocidad de 11 nudos, y aprovechamos esta oportunidad para rumbear hacia el oeste; estábamos convencidos de que cuanto más al sur llegáramos, pasados los 64° de latitud, menos hielo encontraríamos. Enfilamos, pues, hacia el sur, hasta atravesar el círculo antártico, y nos hallamos a los 69° 15' de latitud. No encontramos aquí ningún campo de hielo y muy pocos témpanos a la vista».

El 14 de marzo el capitán anota: «El mar se hallaba completamente libre de campos de hielo y no se veían más de 12 témpanos. Al mismo tiempo la temperatura del aire y el agua era por lo menos 13° más alta (vale decir más templada) que la registrada entre los paralelos 60 y 72. Nos hallábamos ahora a los 70° 14' de latitud sur; la temperatura ambiente era de 47° y la del agua 44. En esta posición hallé que la declinación acimutal era de 14° 27' al este. He cruzado varias veces el círculo antártico sobre diferentes meridianos, hallando siempre que tanto la temperatura del aire como la del agua se volvía más y más templada a medida que sobrepasábamos el grado 65 de latitud sur, y que la declinación magnética disminuía en la misma proporción. Mientras nos hallábamos al norte de esta latitud, digamos entre los 60 y 65° sur, teníamos grandes dificultades para hacer avanzar el buque entre los inmensos y casi innumerables témpanos, algunos de los cuales llegaban a una o dos millas de circunferencia y se alzaban a más de 500 pies sobre la superficie del agua».

Como empezaban a faltar el agua y las provisiones, se carecía de los instrumentos apropiados y la estación estaba muy adelantada, el capitán Morrell se vio obligado a retroceder sin continuar hacia el oeste, pese a que frente a él se extendía un mar completamente abierto. En su opinión, de no haber existido esos factores contrarios que lo obligaron a retirarse, hubiera podido llegar, si no al Polo mismo, por lo menos al paralelo 85.

Me he explayado un tanto en estas cuestiones, a fin de que el lector tenga oportunidad de ver hasta qué punto fueron confirmadas por mis experiencias posteriores.

En 1831, el capitán Briscoe, al servicio de los señores Enderby, armadores de balleneros en Londres, zarpó con destino a los Mares del Sur, al mando del bergantín Lively, acompañado por el cúter Tula. El 28 de febrero, a los 66° 30' de latitud sur y 47° 13' de longitud este, avistó tierra y «vio claramente, a través de la nieve, las negras cimas de una cadena de montañas que corría al este-sudeste». Quedóse en las cercanías todo el mes siguiente, pero no pudo acercarse a menos de diez leguas de la costa, a causa del mal tiempo. Como viera que en el curso de esa temporada no podría efectuar nuevos descubrimientos, volvió a invernar a la tierra de Van Diemen.

A comienzos de 1832 puso otra vez proa al sur, y el 4 de febrero avistó tierra al sudeste, a los 67° 15' de latitud y 69° 29' de longitud oeste. No tardó en saberse que se trataba de una isla, cerca de la tierra anteriormente descubierta. El 21 del mismo mes el capitán Briscoe consiguió hacer pie en esta última y tomó posesión de ella en nombre de Guillermo IV, denominándola isla Adelaida en homenaje a la reina. Una vez que se conocieron todos los detalles en la Real Sociedad Geográfica de Londres, se arribó a la conclusión de que «existe una faja continua de tierra que se extiende de los 47° 30' E a los 69° 29' O, corriendo por los paralelos 66 al 67 de latitud sur». Con respecto a esta conclusión, Mr. Reynolds observa: «No estamos para nada de acuerdo con la exactitud de la misma, ni tampoco los descubrimientos de Briscoe autorizan a extraer semejantes conclusiones. Precisamente dentro de esos límites avanzó Weddel hacia el sur, siguiendo un meridiano situado al este de Georgia, la tierra de Sandwich, las Oreadas del Sur y las islas Shetland». Ya se verá cómo mi propia experiencia confirmó aún más directamente la falsedad de las conclusiones deducidas por la Sociedad Geográfica.

Tales son las principales tentativas efectuadas a fin de alcanzar una elevada latitud austral; se advertirá que, antes del viaje de la Jane Guy, quedaban todavía cerca de 300 grados de longitud en los cuales el círculo polar antártico no había sido jamás atravesado. Como es natural, teníamos ante nosotros un vastísimo campo de descubrimientos, y con profundo interés oí expresar al capitán Guy su intención de continuar audazmente rumbo al sur.