—La voluntad es lo que hace que la Cromería dé tanto miedo, incluso a nosotros —dijo Liv. El sol comenzaba a acariciar el horizonte; como si esa fuera la señal que estaban esperando, los esclavos de cámara entraron para encender las lámparas y un fuego.
—¿Quién es esa tal Voluntad, y cómo le paramos los pies?
—Kip. —Liv agachó la cabeza—. Concéntrate.
—Perdón, continúa. —Puesto que la muchacha no estaba prestando la menor atención a los esclavos de cámara, Kip se esforzó por imitarla.
—La voluntad es lo que estás pensando, ni más ni menos. Impones tu voluntad al mundo. La magia se produce porque tú así lo quieres. La voluntad puede suplir las carencias de un trazo defectuoso, lo cual resulta especialmente importante para los porfiados.
—¿«Porfiados»?
—Todos los trazadores varones y la mitad de las mujeres que no sean supercromadas —dijo Liv. Hizo una pausa—. Bueno, casi todos los varones, ¿eh?
El término era un poquito despectivo, la verdad. Solo un poquito. Somos mejores que vosotros, fracasados sin remedio. Vosotros lo intentáis mientras que nosotras lo conseguimos. Pero así funcionaba la Cromería, ¿no? Todo giraba en torno al poder y el dominio.
—Ya —dijo Kip—, porfiados. Esos miserables inútiles. Patéticos. —Que Kip perteneciera al grupo de élite no significaba que tuviese que gustarle cómo se comportaban los demás.
Liv se sonrojó y repuso:
—Mira, Kip, no hace falta que te guste, pero tienes que aceptarlo. Y probablemente te vendría bien dejar de estar resentido por todo. No es como si estuviéramos en casa. Porque, ¿a que no lo adivinas? Ya no tenemos casa. La Cromería es lo único que nos queda, y va para largo. Así que a ver si maduras de una vez.
Fue como si le hubiera abofeteado. Tenía razón, pero no se esperaba tanta vehemencia. Desvió la mirada.
—Vale. Perdona.
Liv expulsó el aliento.
—No, perdóname tú. Es que… no sé… supongo que todavía estoy aclimatándome a todo esto. En la Cromería todo se rige por una jerarquía, Kip, y no es fácil acostumbrarse. Ni siquiera sé si es bueno acostumbrarse. Pero cuando sabes cuál es tu lugar, puedes intentar averiguar cómo se supone que debes relacionarte con los demás, incluso con personas a las que no conoces de nada. Eso simplifica las cosas. Es solo que… después de tres años como monocroma de un color anodino, y encima tyreana, todo eso de la jerarquía no me hacía ni pizca de gracia. Pero por fin me había resignado a aceptar el lugar que me correspondía, ya casi había terminado con mi formación y estaba lista para embarcarme en una vida de mierda. Ahora soy bicroma y todo ha cambiado de la noche a la mañana. Pasaré otros dos años en la Cromería, y mi vida será completamente distinta. Ahora la gente me ve. —Esbozó una sonrisita amarga, compungida—. Supongo que eres un experto en cambios radicales que se producen en un abrir y cerrar de ojos. La cuestión es que mi nueva vida me gusta. Tengo ropa nueva, joyas, una asignación. Una esclava de cámara. Creo que empiezo a darme cuenta de que tal vez no detestaba la jerarquía, sino tan solo mi lugar al fondo de la misma. Así que cada vez que disfruto haciendo algo me siento como si se confirmara que soy una hipócrita.
—Te prometo que intentaré hacerte la vida imposible, si eso te hace feliz —dijo Kip.
Liv le dio un puñetazo en el hombro, bromeando, aunque era evidente que sus palabras la habían emocionado.
—Eres un verdadero milagro caído del cielo, Kip. —Liv sonrió, sin embargo, mientras Kip se masajeaba el hombro. La sonrisa no tardó en desvanecerse de nuevo—. Creo que debería seguir mi propio consejo y empezar a aceptar las cosas como son. Eres el hijo del Prisma y yo soy tu tutora. No debería pegarte. Por Orholam, eres el hijo del Prisma, ¿cómo me atrevo?
Kip sintió una opresión en el pecho.
—¡No! —exclamó, más alto de lo que pretendía. Los esclavos de cámara lo miraron. Bajó la voz, azorado—. Liv, júrame que no lo harás. Te…
¿Qué ibas a decir, Kip? ¿Te quiero desde el primer día que te vi? Ya.
—No soportaría perder mi último lazo con Rekton —dijo en su lugar, con las palabras brotando atropelladas de sus labios—. Eres la única persona que me conocía antes de todo esto.
Estupendo, buen trabajo intentando que parezca que es algo impersonal. Tú me importas un bledo, lo verdaderamente importante es Rekton.
—Quiero decir… Liv, tú me conoces, eres… —¿Eres mi amiga? Eso suena un poco presuntuoso, ¿no? ¿Y si ella nunca te ha considerado amigo suyo?
»Eres de Rekton, igual que yo —dijo, en cambio, sin convicción. Otra vez impersonal. ¡Maldición!—. Necesito a alguien con quien hablar, y siempre te he… admirado.
¿Admirado? ¿Como si fuera un cuadro?
—Quiero decir, te aprecio…
Apreciar es casi lo mismo que admirar, ¿no? ¿Como si fuese buena cocinera?
¡Por las pelotas de Orholam, qué agonía! ¡Ah, una salida! No es que la aprecie a ella, sino que aprecio algo que hace.
—Aprecio cómo te… —¿Cómo sé qué?
Cómo está de guapa con una de esas camisas tan ceñidas que… ¡mierda!
—… has portado siempre tan bien conmigo.
Y otra vez el crío torpe y desvalido. Bien hecho. Deberían llamarte Kip Pico de Oro.
No pienso volver a hablar con otra mujer en mi vida.
Kip se resistía a mirar a Liv después de esa actuación, pero cuando buscó de nuevo sus ojos, descubrió que la muchacha lo observaba con suspicacia.
—Caray, Kip… ¡¿estás coqueteando conmigo?!
Fue como si Kip se hundiera en esa pesadilla en la que llegaba en cueros al Baile del Solsticio de Verano, sin percatarse apenas de las miradas de extrañeza hasta que subió al escenario y la música se detuvo, todos los bailarines equivocaron el paso, y todos los rostros se giraron hacia él. Entonces se dio cuenta de que estaba desnudo. Y todos empezaron a reírse. A señalar con el dedo. A hacer chistes.
No, esto era peor. De esto no iba a despertar. La sangre había huido despavorida de sus mejillas. De golpe y porrazo, había huido de todo su cuerpo. No sabía adónde había ido, pero se había llevado consigo su facultad para hablar.
—Kip —dijo Liv—, era una broma.
Kip movió los labios. La sangre empezó a regresar, aunque seguía teniendo el pensamiento embotado.
—No es habitual verte sin habla —dijo Liv, provocándolo. El efecto de sus palabras debió de reflejarse en las facciones de Kip, porque la muchacha esbozó una sonrisa—. Como no tengas cuidado, terminaré alborotándote el pelo.
—¡Ya está, me afeitaré la cabeza! —declaró Kip.
—¡Basta, basta! —se rio Liv—. ¡Se acabaron las digresiones! Nunca conseguiré enseñarte nada como sigamos así.
—Vale —dijo Kip—, la voluntad. No soy tan malo, ¿lo ves? Por lo menos recuerdo dónde nos desviamos del hilo.
Liv sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír.
—No corras tanto. Lo primero, Kip, es que tienes un trato. Me encantaría ser tu amiga. Quizá podamos recordarnos de vez en cuando de dónde venimos.
Kip sintió que se le encendían las orejas. Como si alguna vez se le hubieran enfriado.
—Nada me gustaría más —dijo.
—Y ahora, por fin, la voluntad. La voluntad cubre multitud de desperfectos, del mismo modo que…
—El amor cubre multitud de pecados —declaró desde la puerta una voz familiar.
Kip y Liv giraron las cabezas de golpe. Allí estaba maese Danavis, el padre de Liv, vivo.
—¿Padre? ¡Padre! —chilló prácticamente Liv. Dio un salto, corrió hacia su padre y se arrojó a sus brazos. Corvan se rio y la apretó con fuerza contra su pecho—. ¡Me dijeron que habías muerto!
Ah, sí, ese fui yo. Kip, el portador de falsas malas noticias.
—No me lo creí, pero estaba tan… —Liv empezó a llorar.
Corvan cerró los ojos, limitándose a abrazar a su hija. Kip se preguntó si podría escapar de alguna manera.
¿E ir adónde? Esta es mi habitación.
Pero después de unos instantes, Corvan apartó con delicadeza a su hija.
—Soy asombrosamente resistente. Estás más guapa que nunca, Aliviana.
—Estoy llorando a moco tendido —protestó Liv, restregándose los ojos.
—Tal vez incluso un poquito más guapa que tu madre. Afirmación que no hubiera consentido hasta este día, tras ver la verdad con mis propios ojos. Se sentiría orgullosísima de ti.
—Padre —dijo Liv, ruborizándose pero halagada.
—¿No te parece bonita, Kip?
Kip farfulló algo que sonó como si estuviera ahogándose. En serio, si el bochorno fuera un músculo, estaría cuadrado.
—¡Padre! —se escandalizó Liv.
Corvan soltó una carcajada.
—Mi día no estaría completo sin que mi hija se avergonzara de mí. Perdona, Kip.
—Erm —fue lo más elocuente que atinó a responder Kip. De modo que no era él el objetivo, sino Liv. Kip empezaba a comprender de dónde provenía el retorcido sentido del humor de la muchacha.
—Es estupendo volver a verte, Kip… Kip Guile. —Corvan sacudió la cabeza, asombrado—. Liv, Kip, me encantaría disponer de tiempo para que todos pudiéramos ponernos al día, pero el Prisma acaba de darme trabajo.
—¿Trabajo? —preguntó Liv.
—Se me ha encomendado la defensa de Garriston, con el Prisma como mi único superior directo.
—¡¿Qué?! —dijo Liv—. ¿Vuelves a ser general?
—Se trata de una posición menos envidiable de lo que te imaginas. Por mullido que sea el colchón, aún cuesta conciliar el sueño cuando la suerte de diez mil vidas está en tus manos temblorosas. El ejército del rey Garadul llegará dentro de unos cinco días. Atacarán después del solsticio de verano. Si queremos conservar esta ciudad tendré que organizar una defensa más brillante que la que he visto hasta ahora. Ahora debo poner unas cuantas cosas en movimiento, Liv, pero vendré a verte pasada la medianoche. Kip, ¿tal vez mañana?
—Será un placer, maese Danavis. ¿General Danavis?
Maese Danavis sonrió.
—Sí. No me había dado cuenta de lo mucho que echaba eso de menos. A pesar de todo. Oye, Liv, ¿sabes algo acerca de Karris Roble Blanco?
Liv se encogió de hombros.
—Es la única bosquesangrienta de la Guardia Negra, una luchadora consumada, bicroma que estuvo a punto de convertirse en poli, quizá la trazadora más rápida de los Jaspes. ¿Por qué?
El nuevo general respondió:
—El rey Garadul la ha capturado. El Prisma no quiere reconocerlo, pero sé que eso lo distraerá. Esa mujer le importa mucho. Dudo que sea posible rescatarla con los recursos tan limitados que tengo a mi disposición, pero quiero averiguar todo lo posible para ver si hay alguna esperanza, por minúscula que sea.
Y así de fácil se comenzó a fraguar una idea estúpida, disparatada e imposible.