Lo que me parece muy grave con respecto al coste de las películas actuales es que o bien son un éxito excepcional o bien pierden dinero. Por tanto, el productor teme probar, quiere jugar sobre seguro. Y cuando se juega sobre seguro ya no hay arte posible.
JEAN RENOIR
Cualquier guionista que haya asistido a cursos o leído manuales habrá aprendido que un guión debe ajustarse a las siguientes características:
1. Las escenas se suceden siguiendo una lógica estricta de causa y efecto.
2. El protagonista tiene un adversario que se opone a sus deseos y necesidades.
3. El interés de la historia se va haciendo mayor a medida que el guión avanza, con un uso preciso del suspense, la sorpresa y ciertas revelaciones.
4. El protagonista llega hasta el punto más bajo en la crisis, para luego remontar.
5. Las escenas reproducen la misma estructura que la historia, con un planteamiento, una complicación y clímax y una solución o un nuevo conflicto.
Los puntos anteriores no definen, aunque pueda parecerlo, el paradigma del guión que Syd Field propuso en 1979, sino que pertenecen a la descripción de la obra «bien hecha» que estableció Eugène Scribe, hacia 1820.
Scribe fue el dramaturgo y autor de vodevil de más éxito de su época y llegó a estrenar casi quinientas obras. No las escribió todas personalmente y ni siquiera lo pretendió, pues hablaba de manufacturar más que de crear y siempre fue honrado con quienes le ayudaron, incluso sin saberlo. Se cuenta que algunas personas se enteraron de que eran colaboradoras suyas al recibir el dinero por las ideas que le habían proporcionado en una conversación informal.
Aunque Scribe comenzó como autor romántico, acabó descubriendo las reglas de la llamada «fórmula del éxito», esa que siempre se dice que nadie conoce, y se hizo multimillonario en el París de su época. Al leer las recomendaciones de Scribe es inevitable pensar en lo que el cine de Hollywood ha estado manufacturando en los últimos veinte o treinta años y en guionistas obsesionados por la estructura, que dividen sus obras en partes medidas hasta el detalle: tres actos, cada uno de ellos con dos, cuatro o siete puntos de giro; y que trabajan cada escena también como una estructura en tres partes, con «arcos» de la secuencia y del personaje. Aunque Scribe dividía sus obras en cinco actos, éstos pueden convertirse sin dificultad en el planteamiento, desarrollo y desenlace de las teorías actuales: