A la mañana siguiente, Lincoln volvía a estar solo. Thom había salido de compras y Mel Cooper estaba en el laboratorio de la IRD. Vince Peretti había terminado el trabajo de la escena del crimen en la casa de la calle Van Brevoort y en el apartamento de Sachs. Habían encontrado aún menos restos de los que esperaban, aunque Rhyme se temía que eso se debía más a la agudeza del Sujeto Desconocido que al talento de Peretti.
Rhyme esperaba que le enviaran el informe. Tanto Dobyns como Sellitto creían que el 823 se había retirado de la circulación, al menos momentáneamente. No se habían producido más ataques a la policía y tampoco habían secuestrado a otras víctimas en las últimas doce horas.
El encargado de proteger a Sachs, un enorme patrullero, la había acompañado a ver a un otorrino en un hospital en Brooklyn, ya que la tierra que había tragado le había afectado seriamente la garganta. Rhyme también tenía guardaespaldas, un agente de la comisaría veinte que en aquel momento estaba haciendo guardia en el portal. Lincoln le conocía desde hacía años, y los dos habían mantenido una divertida discusión defendiendo respectivamente los méritos del whisky escocés frente al irlandés.
Rhyme estaba de muy buen humor cuando le llamó por el intercomunicador.
—Estoy esperando a un médico que llegará dentro de un par de horas. Déjalo pasar.
El poli le dijo que así lo haría.
El doctor William Berger le había asegurado que aquel día llegaría puntual.
Se recostó en la almohada y se dio cuenta de que no estaba completamente solo. En el alféizar, los halcones se removían inquietos; probablemente se avecinaba otra tormenta. Aunque el cielo se veía despejado, Rhyme confiaba plenamente en el instinto de los animales: eran unos barómetros infalibles.
Echó un vistazo al reloj de la pared. Eran casi las once. Estaba exactamente como hacía dos días, esperando la llegada de Berger. A eso se reducía la vida, pensó, retraso sobre retraso. Por fortuna, con un poco de suerte acabaría llegando adonde quería ir.
Apariencia | Residencia | Vehículo | Otros |
---|---|---|---|
Raza caucásica, hombre, constitución menuda. | Probablemente tiene una casa en un lugar seguro. | Taxi. | Conoce el procedimiento que se sigue en la escena del crimen. |
Ropas oscuras. | Localizado cerca de: B'way & 82ª, ShopRite B'way & 96ª, Anderson Foods, Greenwich & Bank, ShopRite 2ª Avda., 72-73, Grocery World, Battery Park City J & G's Emporiu 1709 2ª Avda, AndersonFoods 34ª & Lex, Food Warehouse 8ª Avda. y 24ª, ShopRite Houston & Lafayette ShopRite 6ª Avda. & Houston, J & G's Emporium Greenwich & Franklin Grocery World. | Sedán, modelo reciente gris claro, plateado o beige. | Posiblemente esté fichado. |
Guantes viejos de piel de cordero color rojizo. | Edificio viejo mármol rosa. | Coche alquilado, quizá robado | Sabe disimular las huellas dactilares. |
After-shave ¿para disimular otro olor? | Construido hace cien años al menos, probablemente una vieja mansión o antiguo edificio institucional. | Hertz: Taurus plateado, modelo de este año. | Arma: colt calibre 32. |
Pasamontañas azul marino. | Edificio estilo federal en el Lower East Side. | Ata a las víctimas con nudos poco corrientes. | |
Los guantes son oscuros. | Localizado cerca de un yacimiento arqueológico | Le gustan las cosas «viejas». | |
After-shave=colonia corriente. | Llamó a una de las víctimas «Hanna». | ||
El pelo es castaño. | Tiene rudimenos de alemán. | ||
Cicatriz profunda en dedo índice. | Le atraen los subterráneos. | ||
Ropa informal | Doble personalidad. | ||
Los guantes son negros. | Tal vez sea sacerdote, trabajador social o consejero. | ||
Desgaste inusual de la suela del zapato ¿lector voraz? | |||
Escucha mientras rompe los huesos de las víctimas. | |||
Deja una serpiente para retar a los investigadores. | |||
Le gusta despellejar el pie de las víctimas. | |||
Llama a una de las víctimas «Maggie». | |||
Madres con niños tienen un especial significado para él. | |||
¿Es su modelo Crimen in Old N.Y.? | |||
Se inspira en los crímenes de James Schneider El coleccionista de huesos. | |||
Odia a la policía. |
Estuvo mirando la tele unos veinte minutos, buscando noticias sobre el secuestrador, pero en todas las cadenas había informativos especiales sobre la apertura de la conferencia de paz de la ONU. A Rhyme el tema le aburría, así que estuvo un rato viendo la reposición de una antigua serie; después volvió a sintonizar la CNN, pero como volvió a encontrarse con la misma reportera, transmitiendo desde las inmediaciones del edificio de las Naciones Unidas, apagó la televisión bastante harto.
De repente, sonó el teléfono. Le costó un buen rato conseguir responder.
—¿Sí?
Hubo una pausa al otro extremo de la línea.
—¿Lincoln?
—¿Sí?
—Soy Jim Polling. ¿Cómo estás?
Rhyme se dio cuenta de que casi no había visto al capitán desde la mañana del día anterior; de hecho, la última vez había sido en las noticias de la tarde, en la conferencia de prensa conjunta, pasando información al alcalde y al jefe Wilson.
—Muy bien. ¿Se sabe algo del Sujeto Desconocido? —preguntó.
—Todavía nada, pero le atraparemos. —Otra pausa—. Oye, ¿estás solo?
—Sí…
Un momento de silencio.
—¿Te importa si me paso a verte?
—No, claro que no…
—¿Dentro de media hora?
—Estaré esperándote —replicó Rhyme jovialmente.
Recostó la cabeza en la almohada y sus ojos se detuvieron en el jirón de tela anudado que colgaba al lado del poster con el perfil del sospechoso. Seguían sin saber el origen de ese nudo. Le fastidiaba dejar el caso sin haber averiguado qué tipo de nudo era. Entonces se acordó de que Polling era aficionado a la pesca, tal vez él reconociera…
Polling, reflexionó Rhyme.
James Polling…
Resultaba curioso que el capitán hubiera insistido tanto en que Rhyme dirigiera el caso. Había luchado a brazo partido para conseguir tenerle a él en vez de a Peretti, quien hubiera sido, desde el punto de vista político, mejor opción. También se acordó de cómo se había enfrentado a Dellray cuando el federal les anunció que retiraban el caso de la jurisdicción de la policía de Nueva York.
Y ya que se detenía a pensarlo, era muy raro que Polling se hubiera involucrado tanto en el caso. El 823 no era el tipo de sospechoso con el que uno se enfrenta voluntariamente, incluso cuando se están buscando casos realmente jugosos para colgarse medallas. Demasiado riesgo de perder víctimas, demasiadas oportunidades para que los sabuesos de la prensa se ensañen con uno.
Polling… Recordó la forma en que irrumpía en la habitación para recabar datos y que volvía a irse como una tromba. Era verdad que tenía que informar al alcalde y al jefe. Sin embargo, y aquel pensamiento se le ocurrió a Rhyme de repente, ¿no estaría pasándole información a alguien más?, alguien que necesitara saber qué pasos estaban dando, tal vez al mismo Sujeto Desconocido.
Pero ¿cómo diablos podría estar relacionado Polling con el asesino? Parecía…
Y de repente una idea terrible se abrió paso en su mente.
¿No sería Polling el Sujeto Desconocido?
Claro que no, aquello era una ridiculez. Aparte de que no tenía ningún móvil que él supiera, estaba el tema de la oportunidad de actuar. El capitán había estado allí mismo, en la habitación de Rhyme, en el mismo momento en que se cometían algunos de los secuestros…
O al menos eso le parecía.
Rhyme volvió a repasar la lista de características.
Ropa oscura, de estilo informal, de algodón. Polling iba vestido con ropa deportiva de colores oscuros. Pero eso no quería decir nada, mucha gente…
Una puerta se abrió y volvió a cerrarse en el piso de abajo.
—¿Thom?
No hubo respuesta. Su asistente le había dicho que estaría fuera durante varias horas.
—¿Lincoln?
Demonios. Empezó a marcar el número de emergencia:
9-1.
Empujó el cursor con la barbilla hasta el 2.
Pasos en las escaleras.
Intentó marcar de nuevo, pero estaba tan nervioso que se le cayó el mando: Justo en el momento en que Jim Polling entró en la habitación. Rhyme se había figurado que el policía del portal le avisaría, sin pensar en que un simple poli dejaría pasar sin el menor problema a un superior.
Polling llevaba la oscura chaqueta desabrochada, así que Rhyme pudo ver que llevaba el arma en el costado; aunque no pudo determinar de qué tipo era, sabía que el Colt calibre 32 figuraba en la lista de armas de fuego aprobadas para el personal del Departamento de Policía.
—Hola, Lincoln. —Era evidente que se sentía incómodo. Se quedó con la mirada fija en el hueso de la vértebra.
—¿Cómo lo llevas, Jim?
—Más o menos.
Aquel era un hombre duro de verdad. Rhyme se preguntó si tendría una cicatriz en el dedo, fruto de algún accidente de pesca. Quiso fijarse, pero su visitante tenía las manos metidas en el bolsillo. ¿Estaría ocultándole algo? ¿Un cuchillo quizá?
Evidentemente, Polling conocía a fondo el procedimiento forense y las técnicas de análisis de las escenas del crimen, sabría cómo proceder para no dejar pistas.
¿Y el pasamontañas? Si Polling era realmente el sujeto desconocido, tendría que haberse puesto esa prenda, porque cabía la posibilidad de volverse a ver con alguna de las víctimas supervivientes. Y respecto al after-shave… quizá el Sujeto Desconocido no se lo había echado, sino que había llevado consigo un frasco para esparcir el perfume por las escenas del crimen y hacerles creer que lo usaba. Así, cuando Polling fuera a verles, como no lo usaba, no levantaría sospechas.
—¿Estás solo? —preguntó Polling.
—Mi asistente…
—El poli de abajo me dijo que había salido.
—Sí, es verdad —reconoció Rhyme de mala gana.
Polling era delgado pero fuerte, con el pelo color rubio ceniza. Recordó las palabras de Terry Dobyns: alguien digno de confianza, posiblemente un trabajador social, un consejero, un sacerdote… Alguien dedicado a ayudar a los demás.
Como un policía.
Rhyme se preguntó si estaría a punto de morir, y, para su sorpresa, se dio cuenta de que no quería acabar así, no a manos y por la voluntad de otra persona.
Polling se acercó a la cama.
No había nada que pudiera hacer. Estaba absolutamente a su merced.
—Lincoln —volvió a repetir Polling gravemente. Cuando sus ojos se encontraron, fue como si se activara una corriente eléctrica que hiciera que saltaran chispas. Rápidamente el capitán desvió la mirada hacia la ventana—. Supongo que te estarás preguntando…
—¿Preguntando?
—Sí, la razón por la que te quería en este caso.
—Suponía que me elegiste por mi encantadora personalidad. —Aquella broma no arrancó ni la sombra de una sonrisa del rostro del capitán—. ¿Por qué me escogiste, Jim? —preguntó Rhyme más serio.
El capitán entrelazó los dedos; eran delgados pero fuertes. Las manos de un pescador, un deporte que, por inocente y tranquilo que pareciera, tenía como fin último atrapar a un pobre animal indefenso y abrirle el vientre con un cuchillo para sacarle las vísceras.
—El caso Shepherd, ¿te acuerdas? Trabajamos juntos en él hace cuatro años —Rhyme asintió—. Los obreros encontraron el cuerpo de ese poli en las obras del metro. —Lincoln reprimió un gruñido; recordaba perfectamente cómo crujió la viga antes de desplomarse con un ruido seco como un cañonazo sobre su cuello desnudo, levantando una nube de polvo que cubrió todo su cuerpo—. Tú fuiste encargado de la escena del crimen, y quisiste hacerlo solo, como siempre.
—Sí, me acuerdo —dijo Rhyme.
—¿Sabes cómo conseguimos inculpar a Shepherd? Teníamos un testigo.
¿Un testigo? Rhyme no tenía ni idea. Después del accidente, no había vuelto a oír nada de aquel caso, excepto que Shepherd había sido enjuiciado y condenado y que tres meses después había sido asesinado en la cárcel de Riker's Island. El culpable nunca fue encontrado.
—Un testigo ocular —continuó Polling—. Vio a Shepherd en la casa de una de las víctimas con el arma homicida. —El capitán se acercó aún más a la cama, con los brazos cruzados—. Localizamos a este testigo un día antes de que se encontrara el último cadáver, el de las obras del metro, antes de que fueran requeridos tus servicios para trabajar en la escena.
—¿Qué me estás diciendo, Jim?
El capitán agachó la mirada.
—Que no te necesitábamos, Lincoln. Tu informe no hacía falta.
Rhyme no dijo nada.
—¿Entiendes lo que te quiero decir? —continuó Polling—. ¡Dios! Tenía tantas ganas de machacar a ese cabrón de Shepherd… Quería que le condenaran, que no tuviera escapatoria, y sabía que uno de tus informes invalidaría cualquier posible intento por parte de la defensa de que quedara libre.
—Pero, por lo que me dices, Shepherd habría resultado condenado incluso sin mi informe.
—Tienes razón, pero lo que hice fue aún más terrible. Escucha, los de la empresa constructora me dijeron que el sitio donde se encontró el cadáver no era seguro.
—El túnel del metro —murmuró Rhyme—. Y aun así, me mandaste a trabajar allí antes de que lo reforzaran…
—Shepherd estaba asesinando a nuestros policías —se defendió Polling—. No podía soportar la idea de que se nos escapara, quería acabar con él, pero… —Avergonzado, ocultó la cabeza entre los brazos.
Rhyme no dijo nada. Oía el ruido de la viga al caer, las astillas disparándose por todas partes, otra vez el olor acre de la nube de polvo. Volvió a sentir la misma extraña paz que le había embargado entonces mientras el corazón le latía desbocado de terror.
—Jim…
—Por eso te quería en este caso, Lincoln, ¿lo entiendes? —Una sombra de dolor cruzó el rostro del capitán; se quedó mirando el disco de la vértebra que estaba encima de la mesa—. Había oído todas esas historias, que tu vida era una mierda y todo eso, que te estabas hundiendo en la miseria, que pensabas incluso en suicidarte. Me sentía jodidamente culpable. Quería darte una razón para vivir…
—Y has estado viviendo con todos esos remordimientos durante estos tres años y medio —dijo Rhyme.
—Ya sabes cómo soy, Lincoln. Todo el mundo sabe el genio que tengo: el que la hace, la paga. Ese es el único mandamiento en el que creo, y en cuanto creo que tengo un sospechoso me pongo como loco, lo reconozco. Y no me importa ir por ellos como un perro de presa, porque son culpables, no son de los míos, no son policías. Por eso he llegado a creer que lo que te pasó es mi castigo… He estado tan equivocado.
—Jim, yo no era ningún superhombre, no tenía que haber trabajado en una escena que no era segura…
—Lo sé, pero…
—¿Estáis discutiendo? —les interrumpió una voz desde el umbral.
Rhyme levantó la vista esperando encontrarse con Berger, pero era Peter Taylor el que había subido. Rhyme recordó que aquel era el día en que habían quedado para ver cómo se recuperaba del ataque de disrreflexia. Se temía que el doctor fuera a darle también su opinión sobre Berger y la Lethe Society. No estaba de humor para sermones; lo único que deseaba era estar solo para digerir lo que Polling le había confesado.
—Entra, Peter —le invitó con una cordialidad que estaba lejos de sentir.
—Tienes un sistema de seguridad bien curioso, Lincoln. El policía me ha preguntado si era médico y me ha dejado pasar. ¿Qué pasa? ¿Le has dicho que eche a los abogados y a los contables?
Rhyme se echó a reír.
—Enseguida estoy contigo. —Se volvió hacia Polling—. Fue el destino, Jim. Lo que me ocurrió fue que estaba en el sitio equivocado y en el momento equivocado.
—Gracias, Lincoln. —Polling puso la mano sobre su hombro y se lo apretó cariñosamente.
Rhyme se limitó a asentir con un gesto, y para neutralizar el efecto de aquella escena tan emotiva para él, presentó a los dos hombres.
—Jim, este es Peter Taylor, uno de mis médicos. Peter, te presento a Jim Polling, solíamos trabajar juntos.
—Encantado de conocerte —dijo Taylor adelantando su mano derecha. Fue un gesto espontáneo y, sin poderlo evitar, Rhyme se dio cuenta de que el médico tenía una cicatriz en forma de media luna en el dedo índice de su mano derecha.
—¡No! —gritó.
—Así que tú también eres un poli. —Taylor apretó con fuerza la mano de Polling mientras sacaba el cuchillo que llevaba en la mano izquierda y le asestaba tres certeras puñaladas en el pecho, clavándoselo entre las costillas con la precisión de un cirujano. Sin duda, sabía lo que se hacía para no dañar los preciosos huesos.