Whitney Houston irrumpió en la escena musical en 1985 con el LP de su mismo nombre que contenía cuatro temas que fueron número uno en single, entre ellos «The Greatest Love of All», «You Give Good Love» y «Saving All My Love for You», además de ganar un Grammy como mejor intérprete vocal pop femenina y dos American Music Awards, uno por el mejor single de rhythm and blues, y otro por el mejor vídeo de rhythm and blues. También fue elegida como la artista revelación del año por Billboard y Rolling Stone. Con todo este alboroto uno podría esperar que el álbum fuera una grabación decepcionante, sin brillo, pero sorprendentemente Whitney Houston (Arista) es uno de los discos de Rhythm and blues más cálidos, más complejos y perfectos de la década, y la propia Whitney tiene una voz que casi ni se puede creer. Desde la elegante y bellísima foto de la cubierta del álbum (con un vestido de Giovanne De Maura) y su sexy contraparte en el otro lado (con un traje de baño de Narma Kamali), uno se da cuenta de que va a ser un asunto profesional; la grabación es suave pero intensa y la voz de Whitney supera tal cantidad de limitaciones y es tan versátil (aunque fundamentalmente sea una cantante de jazz), que es difícil captar el álbum al escucharlo por primera vez. Pero es que uno no quiere que sea así. Uno quiere saboreado muchas veces.
Se abre con «You Give Good Love» y «Thinking About You», los dos temas producidos por Kashif, de los que emanan unos arreglos de jazz cálidos, exuberantes, pero con una rítmica de sintetizador contemporánea, y aunque son dos buenas canciones, el álbum no emociona hasta «Someone for Me», que fue producida por Jermaine Jackson, donde Whitney canta con melancolía acompañada de un fondo jazz-disco, y la diferencia entre su melancolía y la energía de la canción resulta muy conmovedora. La balada «Saving All My Love for You» es la canción más sexy, más romántica del disco. Tiene también un solo de saxofón realmente killer de Tom Scott y se pueden escuchar influencias de los grupos pop de chicas de los años sesenta (su coautor es Gerry Goffin), aunque los grupos pop de chicas de los años sesenta nunca hicieron una canción tan emotiva y sexy (ni tan bien producida) como ésta. «Nobody Love Me Like You Do» es un magnífico dúo con Jermaine Jackson (que también la produjo) y sólo un ejemplo de lo sofisticadas que son las letras de este álbum. De lo último que carece es de escasez de buenas letras, que es lo que habitualmente sucede cuando una cantante no compone su propio material y tiene que recurrir a un productor para que se lo elija. Pero Whitney y compañía han sabido elegir perfectamente.
El single para discoteca «How Will I Know» (que considero la mejor canción para bailar de los años ochenta) es una alegre oda al nerviosismo de una chica que no sabe si otro chico está interesado por ella. Cuenta con un gran riff a los teclados y es el único corte del álbum producido por el niño prodigio Narada Michael Walden. Personalmente, mi balada favorita (junto a «The Greatest Love of All»…, su mayor logro) es «All at Once», que es sobre una joven que se da cuenta de repente de que su amante se está alejando de ella, y cuenta con un espléndido acompañamiento de cuerdas. Aunque en el álbum no haya nada que suene a relleno, el único corte que podría estar cerca de ello es «Take Good Care of My Heart», otro dúo con Jermaine Jackson. El problema es que se desvía de las raíces jazzísticas del álbum y parece demasiado influido por la música bailable de los ochenta.
Pero el talento de Whitney vuelve a surgir triunfante con el abrumador «The Greatest Love of All», una de las mejores y más poderosas canciones que nunca se hayan escrito sobre el instinto de conservación y la dignidad. Desde la primera frase (Michael Masse y Linda Creed aparecen como autores) hasta la última, es un perfecto modelo de balada sobre la fe en uno mismo. Es una afirmación potente que Whitney canta con una grandeza que roza lo sublime. Su mensaje universal cruza cualquier frontera y en él insiste en que no es demasiado tarde para hacernos mejores, para obrar con más amabilidad. Dado que en el mundo en que vivimos es imposible sentir simpatía hacia los demás, siempre podemos sentir simpatía hacia nosotros mismos. Es un mensaje importante, crucial, y está bellamente afirmado en este álbum.
Su segundo esfuerzo, Whitney (Arista, 1987) contiene cuatro singles que fueron número uno: «I Wanna Dance with Somebody», «So Emotional», «Didn’t We Almost Have It All?» y «Where Do Broken Heats Go?», y en su mayor parte fue producido por Narada Michael Walden, y aunque no es un esfuerzo tan serio como Whitney Houston, tampoco sufre del conocido bajón propio de la segunda obra. Empieza con el saltarín, el bailable «I Wanna Dance With Somebody (Who Loves Me)», que está en la misma vena que el incontenible «How Will I Know» del álbum anterior. Le sigue el sensual «Just a Lonely Talking Again» donde se refleja la importante influencia de jazz que permeaba el primer álbum, y donde uno también puede notar la nueva madurez artística de la voz de Whitney —ella es la autora de todos los arreglos vocales del álbum—, algo que es muy evidente en «Love Will Save the Day», que es la canción más ambiciosa que haya interpretado Whitney nunca. Fue producida por Jellybean Benitez y pulsa con intensidad en tiempo rápido y, como la mayor parte de las canciones de este álbum, refleja una conciencia creciente del mundo en el que todos vivimos. Whitney canta y nosotros lo creemos. Es un cambio absoluto con respecto a la imagen más suave de niña perdida que era tan atractiva en el primer álbum.
Todavía presenta una imagen más adulta en la canción producida por Michael Masser «Didn’t We Almost Have It All», que es sobre el encuentro con un amante perdido hace tiempo al que se le cuentan los sentimientos de la aventura del pasado, y es una Whitney poética al máximo. Y como en la mayoría de las baladas, hay un brillante arreglo de cuerdas. «So emotional» está en la misma vena que «How Will I Know» y «I Wanna Dance with Somebody», pero tiene una mayor influencia del rock y, como todas las canciones de Whitney, la interpreta una tremenda banda de estudio con Narada a la batería, Wolter Afanasieff en el sintetizador y el bajo sintetizado, Corrado Rustici a la guitarra y un tal Bongo Bob que programa la percusión y las intervenciones de la batería. «Where You Are» es la única canción del álbum producida por Kashif y posee una indeleble impronta de profesionalidad —tiene un chispeante sonido al que contribuye un solo de saxo muy funky de Vincent Henry—. Me suena a un single de éxito (pero me pasa con todas las canciones del álbum) y me pregunto por qué no ha aparecido así.
«Love Is a Contact Sport» es la auténtica sorpresa del álbum —un número de excelente sonido, audaz, sexy, que en términos de producción es la pieza central del álbum y cuenta con una letra excelente, aparte de un gran ritmo—. Es una de mis canciones favoritas. En «You’re Still My Man» se puede oír claramente que la voz de Whitney es como un instrumento —una máquina perfecta, cálida que casi supera al sentimiento de la música—, pero la letra y la melodía son demasiado intensas para dejar que ningún cantante, incluso una del calibre de Whitney, les hagan sombra. «For the Love of You» muestra la brillante capacidad de programación de la percusión de Narada y su moderno sentimiento jazzístico remite no sólo a los modernos maestros del jazz como Michael Jackson y Sade, sino también a otros artistas como Miles Davis, Paul Butterfield y Bobby McFerrin.
«Where Do Broken Hearts Go» es la propuesta de inocencia perdida y el intento de recuperar la seguridad de la infancia más intenso del álbum. Su voz es tan encantadora y controlada como siempre lo ha sido y nos lleva a «I Know Hi, So Well», el momento más conmovedor del disco porque es antes que nada un hermoso dúo con su madre, Cissy. Es una balada sobre… ¿quién? —¿un amante compartido?, ¿un padre hace tiempo perdido?—, con una combinación de nostalgia, pena, determinación y belleza, y finaliza el álbum con una nota perfecta y llena de hermosura. Podemos esperar cosas nuevas de Whitney (hizo un sorprendente regalo a los Juegos Olímpicos de 1988 con la balada «One Moment in Time»), pero incluso si no hace nada más, seguirá siendo la voz negra de jazz más apasionante y original de su generación.