20 de julio, Napa
Estoy sentada en el dormitorio de esta gran casa victoriana totalmente vacía. El mobiliario que encargué todavía no ha llegado. Francis, los niños y yo hemos estado viviendo en el chalet, pero hoy hemos tenido que irnos porque lo están decorando para usado de set para el montaje de imágenes caseras de la esposa de Kurtz. El equipo de producción está aquí en Napa para filmar pasajes y tomas que no se pudieron terminar en Filipinas. Están llegando los cargamentos de equipo y utilería enviados de regreso. La lancha de patrulla descansa bajo un enorme roble cerca de la carretera. El helicóptero está estacionado en el sendero de acceso. Vittorio, Enrico y Alfredo están abajo, en la casita del jardinero, montando la cámara y el material de iluminación. En el granero están desembalando cajas de utilería. En la vieja casita del cocinero están colgando el vestuario. Los hombres de John La Sandra están montando tiendas de campaña militares en el prado y construyendo allí parte del reducto de Kurtz. Cajas de falsas calaveras y tótems desgastados se apilan sobre la hierba.
Vuelvo a sentirme fuera de lugar. Las cosas no están donde espero que estén.
Julio, San Francisco
Francis se está sometiendo a una serie de exámenes médicos. United Artists le está descontando el equivalente a quince millones de dólares en seguro de vida. Francis dice que vale más muerto que vivo. Tiene una deuda de catorce millones en exceso de gastos de producción.
2 de septiembre, San Francisco
Anoche Francis estuvo totalmente ausente en la mesa, y se quedó dormido justo después de cenar. Esta mañana nos levantamos muy temprano, cerca de las cinco y media. Sofía, Roman y Chris estaban haciendo ruido y saltando por ahí. Se suponía que tenían que estar todos durmiendo en el suelo de la habitación de Sofía. Francis estaba muy deprimido. Los últimos dos días ha estado trabajando con Walter, que ha sido muy sincero. Han revisado un montaje en bruto del metraje. Francis dice que tiene la sensación de que sólo hay un veinte por ciento de probabilidades de que pueda sacar adelante la película.
A menudo la gente me pregunta qué pasará con nuestras vidas si no lo consigue.
20 de septiembre, Napa
Ayer hablé con Francis por teléfono. Me dijo que estaba en su oficina, preparándose para reunirse con los editores, pero que sólo lograba concentrarse en su vida. Me dijo que era como si con el ojo izquierdo no pudiera ver nada más que problemas y como si con el derecho su vida le pareciese perfecta.
Esta mañana le conté a Roman la conversación, y me dijo: «¿Por qué no se limita a mantener el ojo izquierdo cerrado?»
22 de septiembre, Napa
La semana pasada Sofía me dijo que quería ir a una clase después del colegio con su mejor amiga, Kirsten. Me dijo que la clase era de «catar quesos». Fui a comprobado. La clase era de catequesis. Hoy asistió por primera vez. Cuando volvió a casa dijo: «Dios es el padre de todos, así que Kirsten es mi hermana». Estaba muy complacida. Más tarde añadió: «Katie también es mi hermana, pero la odio».
23 de septiembre, Napa
Barlow acaba de hablarme sobre las cartas del tarot. Me decía que se basan en las antiguas cortes reales, y que por entonces el pueblo miraba la corte y observaba su comportamiento. Comentamos que la gente que actualmente aparece en la prensa, como las estrellas del rock, del cine y la televisión, son como la realeza de hoy, y ahora todo el mundo está pendiente de lo que sucede entre los miembros de esta corte. Ella decía que, de alguna manera, Francis es como el emperador. El emperador en la carta del tarot tiene un solo ojo.
1º de octubre, Napa
Estoy sentada en las gradas. El Santa Helena acaba de completar una larga jugada para hacer un tanto. Por altoparlante anuncian:
«Penal; falta contra el Santa Helena».
Devuelven la pelota hacia la línea 46. La gente se queja. Yo sollozo. Me pasé toda la tarde con ataques de llanto. Nadie parece haberse dado cuenta. He estado mirando el partido en el campo y, mientras tanto, revisando mentalmente todas las escenas de esta última semana con Francis. Me ha dicho unas cuantas verdades. He estado viviendo cómoda y plácidamente, creyéndome todas las mentiras. Y ahora lamento la muerte de mis ilusiones. Incrédula, luego furiosa, luego triste, luego otra vez furiosa, con algún estallido ocasional de hilaridad y alivio de liberarme de mi ceguera.
Vuelvo a llorar. Cuando es demasiado evidente, me pongo el programa delante de la cara. Arriba dice: «Instituto Santa Helena, Liga de Fútbol Júnior 1977». Un poco más abajo de la página dice: «Número 20, Gio Coppola, noveno curso; altura 1,73 m; peso 49 k; posición: lateral».
Oigo: «Pase a Beltrami, que la recoge a unos cuatro metros». Mentalmente, puedo verme a mí misma la semana pasada, tomando el jarrón de flores y lanzándolo contra la pared, y los añicos esparcidos por la sala, alrededor de Francis.
«Pase a Belts, bueno durante dos metros. Queda un minuto y treinta y ocho segundos del primer tiempo.»
8 de octubre, Napa
Pensé que la realización de Apocalipsis Now había terminado. Me encontraba bien en casa, empezando una clase de zazen, encontrándome una vez a la semana con amigos para analizar sueños, haciendo mermelada de higos … Era consciente de que Francis estaba sumido en algún conflicto profundo. Tuvimos largas conversaciones sobre los temas de la película. Hablamos sobre los opuestos, sobre el poder y los límites, sobre el bien y el mal, la paz y la violencia. Le hablé del libro zen que explica que el cuerpo y el alma no son dos cosas separadas, pero tampoco una sola, sino que son dos y una al mismo tiempo.
Hablamos de cómo la película era un paralelismo de todo lo que Francis estaba viviendo este año. De cómo había sido Willard, al emprender su misión de hacer la película, y de cómo se había convertido en Kurtz por un tiempo. Pensé que cuando resolviera sus conflictos internos podría ver el final de la película con claridad. Yo estaba ocupada organizando el regreso de los niños al colegio, trabajando en la remodelación de la casa, cocinando las verduras frescas del huerto, que parecían haber madurado todas al mismo tiempo.
Hace dos semanas Francis estaba más deprimido de lo que jamás lo he visto. Le pedí que me contara sus conflictos, que me los contara de verdad. Se echó a llorar. Me dijo que se había enamorado de otra mujer, pero que también me quería a mí, que cada una representaba una parte de él y que no era capaz de renunciar a ninguna. Escuché al hombre que amo totalmente angustiado y dolorido. De pronto pude ver que, para él. el conflicto no era entre la paz y la violencia, sino entre los ideales románticos y la realidad práctica. Un hombre que ama el romance, ama la ilusión, y también ama a su mujer, ama a sus hijos y los quince años de esta realidad. Lo pude ver con absoluta claridad. Y entonces la emoción me embargó como un maremoto. Me sacudió y me derribó. Me vi a mí misma tomando el jarrón de flores y arrojándolo contra la pared. Oí las palabras salir de mi boca. Me vi a mí misma bajando al piso de abajo, y los platos blancos que se estrellaban contra las paredes rojas de la cocina. Estaba furiosa con mi ceguera.
9 de octubre, Napa
Esta mañana me desperté a las 4:48. Se me abrieron los ojos de par en par. No podía volver a dormirme. Mi mente repasaba todo lo que últimamente he estado pensando. Fue como ver una cinta de vídeo, hacia adelante y hacia atrás, revisando algunas escenas. Empecé a ver cada vez más paralelismos entre la película y la vida de Francis. El viaje de Willard empieza en un contexto y, poco a poco, va remontando el río hasta que se encuentra en un lugar muy distinto, casi sin darse cuenta de la progresión de cambios que lo ha llevado hasta ese punto. Llega a un lugar que no es como se esperaba o preveía.
Francis está en este lugar de su interior. Un lugar al que nunca se propuso llegar. Es una zona de conflicto, y no puede limitarse a dar marcha atrás, porque el viaje lo ha cambiado.
Miraba todo desde el punto de vista del observador, sin darme cuenta de que yo también estaba embarcada en el mismo viaje. Ahora estoy en un lugar al que no sé muy bien cómo he llegado. Me provoca una sensación de extrañeza y ajenidad. No puedo regresar a como era antes. Y tampoco pueden hacerla Francis, ni Willard, ni Estados Unidos. Es bastante fácil sentirse en paz en Disneylandia y violento en la línea de frente de una guerra. El problema es mantener la paz y la violencia de nuestra naturaleza en el mismo lugar y tiempo cuando la situación no está definida con claridad. Es relativamente fácil ser romántico cuando ello no implica ninguna consideración práctica; lo difícil es ser a la vez romántico y práctico con la misma persona. Lo difícil es ser una persona completa, manteniendo todos los aspectos opuestos de nosotros mismos en un equilibrio dinámico. ¡Ja!
10 de octubre, Napa
Honestamente, los dos nos alejamos de nuestro matrimonio, probablemente en partes iguales, cada uno a su manera. Francis se ha ido a los extremos en el mundo físico: las mujeres, la comida, las posesiones materiales, en un esfuerzo por sentirse completo. Yo he buscado la misma sensación en el mundo espiritual. Zen, est, Esalen, meditación… Ninguna forma es mejor o peor que la otra. Ambos hemos sufrido un desequilibrio, incapaces de asumir nuestras facetas opuestas dentro de nosotros mismos.
Bueno, me siento como si me hubieran dado una patada en el estómago. Me han despertado de una sacudida, arrojándome al mundo real para enfrentarme con un abanico de emociones quizá por vez primera en muchos años. Me había estado autoengañando. Había estado tejiendo teorías, ausente, crítica, práctica y responsable a mi manera, pero negando mi visceralidad, mis emociones, mi rabia, mis celos, negando mis sensaciones. Me veo a mí misma, la espectadora, la observadora distante, contemplando mi propia vida desde la distancia, casi como si hubiera estado fuera de mi cuerpo. Quizá lo estaba. Ahora mismo, cada centímetro de mí está crispado de sentimientos. Estoy despertando.
12 de octubre, Napa
El otro día tuve una fantasía sobre cómo me sentía. Me vi a mí misma como una momia, con el bate en un partido nocturno de béisbol. Los focos me iluminaban, pero no podía levantar el bate ni distinguir a los otros jugadores en la oscuridad. Ni siquiera podía ver de dónde vendría la siguiente pelota. Sabía que estaba a punto de ser lanzada.
Francis me prometió que no vería a la otra. Acabo de descubrir que está con ella.
Me siento corno si la pelota me hubiera golpeado en el estómago.
14 de octubre, Napa
Barlow acaba de buscar «apocalipsis» en el diccionario. Una de las acepciones es «revelación de un conocimiento oculto».
16 de octubre, Napa
Me he pasado la vida esperando. Esperando que concluyera cualquiera de los proyectos en que Francis estuviese embarcado. Como si luego pudiera respirar. Hoy salí al jardín y pude respirar el otoño. No había nada que esperar. Fue escalofriante y estimulante. Me siento como si alguien me hubiera quitado el yeso y me hubiera dicho «¡Camina!», pero yo no recordase cómo hacerlo.
Parte de mí ha creído siempre que mi príncipe, un artista, haría mi vida posible. Me haría sentir completa. Hoy supe que la espera ha terminado, que mi vida es mi responsabilidad.
Me he pasado la vida esperando. Esperando tener la edad de conducir, esperando marcharme a la universidad, esperando enamorarme, esperando perder la virginidad, esperando acabar los estudios, esperando conseguir un trabajo, esperando casarme, esperando un bebé, esperando que a Francis le llegara la oportunidad de dirigir, esperando que él terminara una película, esperando la siguiente, esperando hasta marcharnos a una locación, esperando que volviéramos a casa. Esperando el primer montaje, esperando el montaje definitivo. Esperando que los niños empezaran el colegio. En años recientes, el tiempo se ha ido comprimiendo, pero básicamente ha sido lo mismo. En Filipinas esperaba que cambiara la luz, esperaba la hora del almuerzo, esperaba que llegara el correo.
21 de octubre, San Francisco
Cuando empecé a escribir estas notas, hace más de un año, intenté que fueran como fotos. Quería dejar fuera los adjetivos, los juicios. Simplemente tomar pequeñas instantáneas que, una vez reunidas, dieran una imagen de mi experiencia. Yo sería la cámara, fuera de los acontecimientos, sólo intentando registrados. Ahora me encuentro con que soy uno de los participantes.
Mantuve una larga conversación con Francis, llena de lágrimas. Me llamaba desde Francia. Yo iba con retraso de regreso a Napa, a recoger a Sofía a la parada del ómnibus del colegio. Me detuve en un bar a comprar un sándwich. Estoy volviendo a adelgazar. El único sándwich que me sentía capaz de tragar era el de paté. Pedí uno para llevar y volví al coche. Arranqué y tomé el sándwich para comérmelo en el camino. El hombre no me lo había cortado por la mitad tal como le había pedido, y me resultaba demasiado grande para sostenerlo con una mano mientras conducía con la otra. Intenté partirlo, pero se desgarró y un pegote de paté y mostaza cayó sobre mi pantalón. Intenté recogerlo con un extremo de la bolsa de papel y el paté se extendió por el volante, pegoteándome los dedos. No tenía servilleta. Hurgué en mi bolso para ver si encontraba pañuelos de papel, y glóbulos de paté se pegotearon en mi billetera, pegoteando también la chequera. Los pañuelos de papel se han convertido en grasientas bolitas mientras me limpiaba las manos.
24 de octubre, Napa
Iba conduciendo por la autopista de camino a mi clase de zen. Pensaba en el capítulo del libro que habla sobre la «actitud correcta». Iba bien sentada, tratando tan sólo de estar allí, conduciendo el coche y dejando que el coche me llevara. Pasé por delante de la marquesina de un cine cuyo programa doble era La masacre del hacha carnívora y Chicas caníbales.
4 de noviembre, Napa
Hoy fui a almorzar sola a un restaurante italiano. Me senté en la terraza. La luz se filtraba entre las hojas, dibujando cenefas sobre la gente. En la mesa detrás de mí había una atractiva pareja. Se reían en actitud íntima. Me imaginé su dulce conversación. Deseé estar inmersa en una historia romántica nueva y sin complicaciones. La terraza se fue quedando en silencio y pude oír lo que la pareja hablaba. La voz de la mujer sobresalía de vez en cuando: «Necesitaba caricias que nadie sabía darme; entonces fue cuando apareció Brad. Nos fuimos a Hawai, en un viaje con los gastos pagados, pues a él le habían encargado comprar departamentos. Bueno, yo nunca había dormido con nadie que conociese el truco, Sabes, tenemos en el trasero un músculo dinamita que con el masaje adecuado…».
7 de noviembre, Napa
Estoy mirando por la ventana del chalet. Las hojas del otoño vuelan, giran y se deslizan por los senderos que rodean el estanque. Los tonos amarillos y óxido se mezclan con los verdes perennes. Se suponía que la casa principal debía estar lista para trasladamos el 1º de septiembre. Todavía estamos esperando. Me he encontrado en esta misma situación muchas veces en mi vida. Durante la filmación de El Padrino I estuvimos en un pequeño departamento de dos habitaciones en Nueva York, los dos niños en una y Francis y yo y el bebé recién nacido, Sofía, en la otra. Durante El Padrino II vivimos seis meses en un pequeño bungaló en el mismo set, en Lake Tahoe, Y ahora estamos aquí, en este chalet de dos habitaciones, apretujados y con todo provisorio, con los tres niños en una habitación más los dos loros que heredamos de la película. Cuando sale el sol se ponen a chillar. Sí, he vivido esta misma situación muchas veces. Con una extraordinaria belleza exterior, en todo el entorno, y un enorme desorden en el interior en que vivimos.
8 de noviembre, Napa
Acabo de enterarme de que United Artists ha accedido a posponer el estreno de la película de mayo a octubre. Será un alivio enorme para todos los que trabajan en ella. Y más para Francis.
10 de noviembre, Napa
La casa de aquí y la de San Francisco son preciosas mansiones victorianas antiguas. He intentado que la decoración destacara su arquitectura, que fueran confortables, pero conservando siempre su integridad arquitectónica.
No soy victoriana.
Hace unos días tuve una visión de la casa en que me sentiría en mi hogar. Estaba hecha de eucalipto, vidrio y adobe. Una estructura moderna en un entorno natural. Tendría que hacerla construir. Hoy fui caminando hasta el viejo depósito de agua, buscando un emplazamiento.
A lo largo de los años, Francis y yo hemos discutido una y otra vez sobre nuestra casa. Me ha dicho que todo lo que esperaba de mí era que le creara un hogar. Una vez, en una desquiciada discusión que tuvimos en Filipinas, me dijo que gastaría un millón de dólares con tal de encontrar una mujer que quisiera crear un hogar, cocinar y tener muchos hijos. Yo nunca pude decir mi verdad, ni siquiera a mí misma, porque pensaba que sería el final de mi matrimonio. No soy un ama de casa. Siempre he querido trabajar. Pero el tipo de trabajo que he hecho todos estos años no me ha reportado demasiado dinero, así que da la impresión de que estoy aquí jugando y de que soy una vaga.
Ahora mismo experimento un alivio enorme. Me siento liberada. La otra mujer en la vida de Francis no es el ama de casa ideal, no se muere por ocuparse de la mansión.
14 de noviembre, San Francisco
Estuvimos en el nuevo estudio de sonido de Francis para escuchar unas pruebas. La pantalla que había al fondo de la sala mostraba un gran póster en blanco y negro de Apocalipsis Now. Había una enorme consola con tres técnicos que operaban grandes paneles de control. Parecía parte de un ser, de La guerra de las galaxias. Nos hemos sentado a oscuras, para ver el metraje del puente de Do Long rebobinando deprisa y luego adelantando, con parte de la banda sonora. Francis me ha susurrado que visitó a un médico que le dijo que acaba de sufrir una auténtica crisis nerviosa pero que tiene tratamiento. Luego oímos el fuego de las ametralladoras a nuestras espaldas y los cazas cruzando el cielo por encima de nosotros. Francis comentó con el hombre sentado a su derecha que, en realidad, éste es el primer estudio cinematográfico de sonido cuadrofónico del mundo.
16 de noviembre, vuelo a Washington, D. C.
Voy sentada en un avión con el plato de canapés en la bandeja plegable del asiento. Patas de cangrejo, salsa, mayonesa, hojas de lechuga, nueces de macadamia, una rodaja de limón, perejil, un tenedor, servilleta de papel y un vaso de agua con cubitos de hielo, todo iluminado por la ventanilla lateral como si fuera una naturaleza muerta. Francis va a mi lado. La cabeza de George Lucas asoma por encima del asiento delante de él. Steven Spielberg va sentado al otro lado del pasillo. Entre los tres han conseguido las tres películas más taquilleras de todos los tiempos. Tiburón es la número uno. George acaba de decir que La guerra de las galaxias va a ser número uno a las 19:05 del próximo sábado. El Padrino es la tercera. Sus películas han obtenido ganancias por más de mil millones de dólares. Steven los llama los muchachos «multimillonarios». Están hablando de la depresión que sufrieron después de sus éxitos. Todas sus fuerzas y concentración puestas para el gran logro, el sueño de su vida, y después el impacto que supone el hacerla realidad. Steven dice que tras el estreno de Tiburón sólo quería marcharse; dio la vuelta al mundo, y no había ningún lugar, salvo la India y Rusia, donde no se encontrara con pósters y camisetas de Tiburón.
Francis está hablando de usar el éxito para ampliar las fronteras de la realización cinematográfica. Ampliar las posibilidades formales, dirigir las películas que desea, hacer una película de cuarenta minutos, una de seis. Ser capaz de decir: «No voy a filmar nunca más otra película tan taquillera como Tiburón, La guerra de las galaxias o El Padrino». Y hacer las películas que realmente quiere.
Steven desea hacer un programa de televisión en vivo. Francis le dice:
-Haz una telenovela. Arriésgate, atrévete.
-Tú también podrías hacerlo, Francis.
-Sí, pero yo ya no tengo base económica.
-Oh, vamos -tercia George-, tú siempre tendrás el dinero que necesites.
-Sólo tienes que hacer algo bello -dice Francis-; no debes preocuparte por su éxito. Puedes distribuido. El éxito es una droga. Es como una mujer: si la persigues no la conseguirás.
-El éxito es un fastidio -sentencia George-; igual que perseguir a las mujeres.
17 de noviembre, Washington, D. C.
Anoche fuimos a la recepción en la Casa Blanca. Aguardamos en una cola para saludar al presidente Carter ya su esposa. Resultó que no sabían qué relación tenían Francis y George con la industria cinematográfica, pero sí reconocieron a los actores famosos y a Andy Warhol. La Casa Blanca me pareció más pequeña y mejor decorada de lo que esperaba. El salón rojo era casi acogedor. Había flores muy bonitas, como ramos de jardín recién cortados. No era de una elegancia sofocante, como algunos lugares que he visto en Europa.
Queríamos que Gio y Roman nos acompañaran. Les alquilamos esmóquines y pedimos el visto bueno hasta el último minuto, pero no los invitaron. Vimos a dos niños correteando entre los invitados, y a Francis le molestó que otros hubieran podido traer a sus hijos. Cuando nos acercamos, vimos que se trataba de Amy Carter y una amiga. Mark Hamill le dio una máscara de soldado de La guerra de las galaxias.
Más tarde, en la cena que se sirvió en el Kennedy Center, alguien mostró el cenicero que había robado de la Casa Blanca. Henry Kissinger, Elisabeth Taylor, Charlton Heston, todos los famosos que pasaron por nuestra mesa, parecían menos reales en vivo que en la pantalla.
Es como si en el fondo estuviera intentando despojarme de las apariencias y ver el esqueleto de las cosas.
Francis quiere tapar las costuras y arrugas de la vida y mantener la apariencia. Esta es la base de la cinematografía.
Estamos alojados en el hotel Watergate. Pedimos que nos suban el desayuno a la habitación. Ha tardado muchísimo. Cuando el camarero se marchó, comprobamos que faltaban servilletas de papel y algunos cubiertos. Compartimos los cuchillos y yo revolví mi café con la cuchara del huevo pasado por agua. Roman se limpió la boca con la manga de su camisa a cuadros.
George estaba hablando sobre cómo la cinematografía en el futuro se centraría más en escenas específicas, en desmedro de la historia lineal. La gente pondrá una cinta y verá sólo la escena de amor o la persecución o la escena triste para conseguir un efecto emotivo concreto, al igual que ponemos cierta música para sentimos de una manera concreta. Hablamos de los cambios en el formato de las películas.
La comida era espantosa, pero la conversación fue enriquecedora.
18 de noviembre, Washington, D. C.
Un fotógrafo acaba de llamar a Francis para que baje a sacarse una foto con George Lucas y Steven Spielberg, los tres directores de mayor éxito del momento. Hace unos años le sacaron una foto a Francis con Peter Bogdanovich y Billy Friedkin como los tres directores de mayor éxito de aquel momento.
20 de noviembre, Nueva York
Estoy en Nueva York. Durante la noche Gio se sentía mal y por la mañana se metió en mi cama y se quedó dormido. Cuando la mucama entró y vio a un muchacho joven en mi cama, se marchó a toda prisa. He hablado por teléfono con Francis. Me contó que está intentando deshacerse de su trasnochado sistema de valores. Luego recordó que Willard es precisamente ese tipo cuyo sistema de valores ya no funciona.
21 de noviembre, Nueva York
Acabo de regresar del cine y he llamado a Francis para darle las buenas noches. Se oía una fiesta de fondo. Me contó que la enorme palmera del jardín de atrás se cayó encima de la casa. Hundió el tejado, entró por la habitación de Gio y la sala del desayuno y aterrizó encima de su propia silla, de la cual acababa de levantarse apenas unos minutos antes. Dijo que no oyó ningún ruido de advertencia, que cayó como una bomba. Y que decidió llamar a unos cuantos amigos para celebrar una pequeña fiesta de supervivencia.
26 de noviembre, San Francisco
Acabo de pasar una semana en Nueva York con los chicos. Me resulta muy difícil organizar todas las actividades, pues estoy acostumbrada a que lo haga siempre Francis. Es difícil ponerse en marcha. El día de Acción de Gracias me sentí triste por no estar con Francis y Sofía, celebrando la cena tradicional.
Los chicos y yo fuimos al desfile de Macy's. Se encaramaron a un muro de una boca de subte y me levantaron por encima de la gente que se agolpaba en la calle para ver. Fuimos también al zoológico. Nos pusimos elegantes para merendar en el Russian Tea Room, blini con caviar rojo y brochetas al estilo turco. Fuimos a patinar sobre hielo. No patinaba desde hacía unos veinticinco años y me pareció muy emocionante ser capaz finalmente de separarme de la baranda y patinar alrededor de la pista sin sujetarme. Por la noche fuimos al teatro.
En las dos primeras obras que vimos no conseguimos buenas localidades. No sabía que alguien tenía que llamar y decir que la señora de F. Ford Coppola quería butacas de platea. No sabía dónde ir a cenar. Siempre me han llevado. Los taxistas no me daban el cambio correcto. No estoy segura de si di demasiada propina, o demasiado poca. No obstante, al acabar la semana pensé que, pese a todo, había superado la prueba. Pasarlo bien representó un auténtico esfuerzo.
Finales de noviembre, San Francisco
Vimos la última parte de El Padrino II por la tele. Actuaba Bobby Duvall. Cada vez que venía una de las escenas de Bobby había exclamaciones e imitaciones de la risa de Duvall. Me perdí casi toda mi escena favorita, en la que sale él con Michael Gazzo junto a la reja de la prisión.
27 de noviembre, San Francisco
Anoche estuvimos pasando los vídeos que filmé en Hidden Valley. Todavía no los habíamos visto. No tenían banda sonora y los niños hacían los comentarios, contando cosas como que Roman estaba a punto de mostrar el trasero a la cámara. Estábamos abajo, en la sala de proyecciones. Cuando acabaron los vídeos, Francis les pidió a los niños que se fueran para poder mostrarme 8 1/2 de Fellini a mí sola. La había visto días atrás y quería que viera cómo se parecía a su propia vida. ¡Dios, qué peliculón! Es como una autobiografía de Francis. Incluso tiene las mismas fantasías. El diálogo entre marido y mujer contiene, palabra por palabra, cosas que Francis y yo nos hemos dicho el uno al otro. Hacia el final yo estaba llorando. Francis se había quedado dormido.
28 de noviembre, San Francisco
Estuve hablando con Fred sobre Carroll Ballard. Fred dijo que Carroll lo estaba pasando muy mal dirigiendo El corcel negro. No dirigía una película de ficción con la misma seguridad con que hacía sus documentales. Lo comprendí de inmediato. El concepto de un documental es observar lo que ocurre y captar ciertos momentos a medida que precisamente ocurren. En cambio, en las películas de ficción uno tiene que hacer que las cosas ocurran, filmándolas una y otra vez hasta que suceden de la manera que uno quiere. Es el proceso inverso.
13 de diciembre, Napa
Anoche Francis dijo que estaba enfadado con todo el mundo, en especial con aquellos a los que quiere. Sólo se salvaba Roman. El círculo de gente que lo hace feliz se había reducido hasta una pequeña imagen en el espejo, o sea a Francis, el único que puede hacerlo feliz.
Así es el juego.
19 de diciembre, Napa
La producción de la película ha estado en el primer plano de mi vida durante mucho tiempo, y todavía lo está en gran medida, con sus momentos más o menos espectaculares, pero ahora ya la veo un poco desdibujada. Está como a lo lejos. He oído que uno de los editores robó todo el final de la película, rollos y rollos de película, y que le ha estado mandando cartas llenas de cenizas a Francis durante una semana. George Lucas me dijo: «¡Oye, podrías hacer un documental sobre esto!».
29 de diciembre, Napa
Hoy hablé con varias personas por teléfono y me di cuenta de que muchos están al tanto de mi vida personal. Siempre he intentado mantener a salvo mi privacidad, sin dejarme llevar por los chismes que circulan a mi alrededor. Pero ahora mi vida privada es el gran chisme, como si lo que intentamos evitar es lo que acabamos encontrando. La gente me da sus consejos: «Lo que ahora necesitas, Ellie, es un buen amante». O: «Ellie, resiste; ya sabes que Francis sólo intenta eludir el montaje final de la película. Está organizando una crisis tipo cortina de humo. Acuérdate de que durante el montaje de La conversación ya estaba en plena crisis de la producción de El Padrino II, y durante el montaje de El Padrino II se sumió en la crisis de la revista City. Siempre se las ingenia para evitar trabajar en el primer montaje de una película».
De alguna manera puedo entenderlo. Quizá sea cierto que sólo es capaz de dar su opinión del montaje después de que hay un primer montaje hecho y puede verlo. Pero la contradicción está en que su película refleja tanto su punto de vista que los editores difícilmente podrán montarla sin su dirección.
Desde mi ventana veo hectáreas de viñedos, densos campos de flores amarillo mostaza entre las hileras de vides desnudas, colinas de azul morado, un cielo color ladrillo, bandadas de pájaros que se levantan formando nubes ocasionales. La enorme higuera parece vieja y raquítica sin sus hojas. Estoy en esta casa victoriana como una reina sola en su castillo. Los niños se han marchado a esquiar. Francis está en Nueva York, donde en la universidad lo han nombrado doctor honoris causa.
Me estaba acordando de Jackie Kennedy en la Casa Blanca, de cómo tenía que sonreír y estrechar manos, ir a donde la mandaban los del servicio secreto y actuar como una buena primera dama. Sólo cuando enviudó se convirtió en alguien visible, en el centro de la atención. De alguna manera, sólo pudo ser ella misma después de la muerte de su marido. Hay una parte de mí que ha estado esperando que Francis me dejara, o se muriera, para poder hacer de mi vida lo que yo quiero. Me pregunto si tengo las agallas de hacer las cosas a mi manera con él al lado.
30 de diciembre, Napa
Estuve contemplando el granado que hay junto al estanque. Algunas granadas aún cuelgan de sus ramas desnudas. Se están agrietando, formando hileras sonrientes de dientes rojo oscuro.
Todo este tiempo he hablado de los conflictos de Francis, que reflejan los conflictos de Willard. Las contradicciones de unos Estados Unidos amantes de la paz, haciendo una guerra sangrienta. Me he quedado en segundo plano, como mirándolo todo por una lente de ángulo ancho, viendo el panorama completo. Y ahora me encuentro a mí misma con el teleobjetivo, que enfoca mis contradicciones. Estoy riendo y llorando con todo mi corazón. Cómo pude considerarme una especie de observadora inocente que se limitaba a registrar imágenes sobre el rodaje de Apocalipsis Now, como si aquello no tuviera nada que ver conmigo.
Tenía un sistema de valores que percibía el mundo literalmente. Elegí ver sólo lo racional, las cosas en su expresión literal. Me creí las palabras de Francis literalmente. Igual que Kay en la última escena de El Padrino. Todos los indicios le dicen que su marido ha matado gente, pero cuando ella se lo pregunta, él lo niega, y ella le cree. Todos los indicios a lo largo de los años, los pequeños obsequios, las notas, las cosas que me encontraba en sus bolsillos cuando regresaba de un viaje, el broche que alguien le mandó a Filipinas y que él llevó en el sombrero como amuleto de la suerte. Y cuando yo le preguntaba, escuchaba: «Ellie, es sólo una amiga, me ha ayudado muchísimo. Por favor, sé amable con ella. Tiene la sensación de que estás resentida con ella porque hace tiempo estuvo interesada en mí. Ella no es ninguna amenaza para ti». Me creí las palabras. Negué las pruebas. No quise ver la verdad. Ahora me duelen las tripas, pero me siento eufórica. Estoy emergiendo de mi visión de anteojeras. Estoy en un claro desde el cual tengo más visibilidad, desde donde veo ambas caras de las cosas a la vez. Me siento humillada porque mi ceguera fue demasiado obvia e inocente. Mientras me embarcaba en modernos cursos de autoconocimiento, la verdad estaba allí mismo, en la columna de cualquier consultorio sentimental de los que aparecen en la prensa norteamericana.
Un capítulo del libro Transiciones de Gail Sheehy, sobre los patrones de comportamiento masculinos, describe a Francis letra por letra. Yo también estoy allí, retratada como la «esposa utilitaria», y también está la «joven discípula que te adora». Todo mi tortuoso drama personal se reduce a un simple cliché de un popular libro de autoayuda de tres dólares. Eso me hace bajar de las nubes de golpe.