SEGUNDA PARTE - 1977

5 de enero, San Francisco

Anoche Francis estuvo abajo en la sala de proyecciones viendo una primera versión en bruto del metraje, equivalente a unas cinco horas de película. Sólo estaban con él Dennis y Dean. Debían de tener el volumen al máximo, porque oía la banda sonora desde el dormitorio, dos pisos más arriba. Me quedé dormida cerca de medianoche, y cuando Francis vino a la cama, a alrededor de las dos o las tres, estaba tan entusiasmado que fue como una descarga eléctrica. Me desperté de inmediato y luego no conseguía volver a dormirme. Dijo que la película era excelente, una obra de arte y que todo estaba allí, que lo podía ver. Comentó que todo lo que le quedaba por hacer era cortar las partes que no eran Apocalipsis Now y la película ya estaría hecha. Me recordó algo que leí en alguna parte sobre Miguel Ángel, quien dijo que se limitaba a tallar la piedra hasta encontrar la escultura. Francis exclamó: «¿No es increíble haber improvisado todo el final y que además sea magnífico?».

Nunca estuvo, en ninguna de sus películas, tan ilusionado y rebosante de seguridad como ahora. Siempre ha sido un auténtico atormentado, un sufrido. Una parte de mí está encantada por él, por su optimismo y su ilusión, pero otra parte está asustada por el cambio. Cambió a partir de los días que pasó lejos, solo, en la época de Halloween. Está tan diferente. Me doy cuenta de que siempre estoy vigilando atenta para ver si decae su entusiasmo y vuelve a ser quien era: el depresivo que he conocido durante todos estos años.

7 de enero, San Francisco

Últimamente estoy cada vez más enojada y negativa. Me recuerda a cómo me sentía durante El Padrino II.

Durante todo el tiempo que llevamos casados he querido hacer algún tipo de trabajo. Eso siempre estaba en segundo lugar, después de lo que fuera que Francis estuviera haciendo, y cuando nos íbamos a una locación, más o menos mi actividad se interrumpía. Finalmente, durante El Padrino II, el asunto llegó al extremo. Las cosas que yo quería hacer, que quería aprender, en las que quería participar, lo que me estimulaba, estaban en San Francisco, y Francis se encontraba en la locación. Cuando yo me quedaba en San Francisco me ponía frenética porque tenía la sensación de que lo estaba perdiendo. Cuando iba a la locación me sentía enojada y resentida porque allí no encontraba nada que me interesara y, al mismo tiempo, no podía expresar mis quejas porque sonaban ridículas. Allí estaba yo, en mi suite con aire acondicionado, viajando por todo el mundo con una compañía cinematográfica, la esposa privilegiada del director, y sin embargo me pasaba el día sollozando, sintiéndome como una mujer de mediana edad miserable, apática y neurótica, incapaz de actuar con entereza.

Hay una parte de mí que quiere trabajar. Allí estuve, nueve meses en Filipinas, trabajando en el documental. Fue algo estimulante y muy significativo para mí. No me había dado cuenta, pero fue la primera vez que mi trabajo y mi matrimonio se integraron. Desde que aquello terminó, cuando regresamos a casa en diciembre, me he ido hundiendo lentamente en una ciénaga de rabia y negatividad. Ahora, el solo hecho de comprenderlo me ha ayudado a quitarme de encima una carga de mil kilos.

9 de enero, San Francisco

Hoy en tramos en la sala de proyecciones hacia las diez y media de la mañana, salimos a las dos para almorzar y luego regresamos hasta las seis de la tarde. Nos pasamos todo el día en la cálida oscuridad, mirando todas las horas del metraje de Hau Phat con Barry y los niños. Se van a reducir a una secuencia de seis minutos. Me pregunto qué efecto les causa a los niños estar allí sentados, contemplando todas las tomas de las ocho cámaras, con las conejitas de Playboy saltando y trotando durante horas. El día me pareció suspendido en la oscuridad y ahora es de noche. El metraje es asombroso.

12 de febrero, San Francisco

Ya hace un mes que no tengo ganas de escribir nada. No he querido preocuparme por mi angustia. Estoy en esta casa tan grande, con los niños. Francis ha regresado a Filipinas para dirigir las últimas semanas de filmación. Todo el tiempo que permaneció en casa estuvo siempre muy contento. Se mostraba encantador. Ponía música, jugaba con los niños, se concentraba en toda clase de detalles, como enseñar a Sofía a comer con palitos chinos. Tenía docenas de ideas sobre la casa, el sistema de sonido, las flores, cómo cambiar el dormitorio. Tenía ideas sobre nuevos proyectos, ideas sobre su oficina, ideas sobre los ceniceros, las toallas, los palilleros, cosas de las que nunca antes se había ocupado. Vio mucho metraje de la película, y le pareció fantástica. Ahora, de vuelta en Filipinas, está enviando un bombardeo constante de télex para encargar cosas para la producción y cosas para amueblar el chalet en el complejo donde se aloja en Hidden Valley. La lista incluye manteles, utensilios de cocina, vinos buenos, carne congelada, equipos de alta fidelidad. Dice que está diseñando su vida para vivir cada momento con exquisitez, que está dirigiendo mejor que nunca y ampliando el cronograma para añadir escenas nuevas.

En general, estoy de acuerdo con el punto de vista de Francis, pero hay algo en él que no me parece correcto. Hay una especie de histerismo. Todos los demás parecen pensar que lo que está haciendo es sencillamente fantástico. Si digo cualquier cosa en el sentido contrario, se interpreta como negatividad, deslealtad o celos.

Antes de que Francis se marchara, una actriz muy atractiva vino a verlo. Le dijo que era el hombre más increíble del planeta, un genio, capaz de comunicarse directamente con las mentes de millones de personas en todo el mundo.

Creo que Francis es realmente un visionario, pero hay una parte de mí que está preocupada. Creo que hay una pequeña falta de discernimiento, el sutil discernimiento que separa al visionario del loco. Estoy aterrorizada.

Hoy consulté el I Ching. Me salió el 36, «oscurecimiento de la luz». Decía lo siguiente:

«Estás en la intolerable posición de encontrarte bajo el poder de fuerzas contrarias a tus principios y creencias… No hay nada que puedas hacer para cambiar esta situación… El alcance de este poder es muy amplio, y debido a que su influencia es tan penetrante te verás obligada a ceder a sus ímpetus en todos los niveles de tu vida, excepto el más personal; estás sola entre tus conocidos mientras padeces la condena de estas fuerzas oscuras. Otros eligen excusadas o mantener una actitud desinteresada. Nadie se mostraría receptivo a cualquier iniciativa para cambiar o destruir los poderes que imperan, al menos en el presente. Tienes que resignarte. No debes hacer olas. Debes esconder tus auténticos sentimientos. Debes mostrarte ciega ante el mal que te rodea. Para ti es un momento lleno de afrentas. Pero, mientras te ves forzada a cometer todos estos pecados de omisión, no deberás permitirte caer en el pecado de acción.»

25 de febrero, San Francisco

El I Ching me decía que no hiciera olas. No escuché su advertencia. Le mandé un télex a Francis diciéndole que, porque lo quería, iba a decide lo que nadie más estaba dispuesto a decirle: que se está montando Su propio Vietnam con sus líneas de abastecimiento de vino y carne y aparatos de aire acondicionado, que está creando la misma situación que había ido a denunciar, que con todo su personal atendiendo a cada una de sus peticiones se está convirtiendo en un Kurtz. O sea, que estaba yendo demasiado lejos.

Le decía que era un imbécil. Le mandé el télex a él, con copias a Dean, Vittorio, Dick y al director de producción.

Como respuesta recibí una avalancha de rabia. Francis se sintió totalmente traicionado. Furioso porque le hubiese mandado un télex por un medio que cualquiera podía leer. Su propia esposa diciéndole que se estaba pasando de la raya, justo cuando él sentía que estaba haciendo su mejor trabajo. ¿Por qué no le había escrito una carta y por qué no le había dado la oportunidad de explicarse?

10 de marzo, San Francisco

Anoche me llamó Francis desde Manila. Me dijo que Marty había tenido un ataque al corazón, y que su estado era crítico. Me confesó que me llamaba porque no estaba seguro de poder encontrar a alguien en su casa un viernes por la noche. Necesitaba que yo actuara con calma, que me pusiera en contacto con Tom y el abogado, con una lista de cosas para hacer. Quería saber si debía intentar continuar con la filmación, o si esto invalidaría el seguro. Necesitaba seguir trabajando a menos que le dijeran lo contrario, porque toda la compañía estaba en estado de shock y era preciso que se concentraran en la filmación del día para mantener los ánimos y no caer en el caos. Dijo que el director de producción había empezado a beber y quería suspender la producción. Necesitaba información de inmediato para tomar algunas decisiones sobre cómo actuar en caso de que Marty no se recuperase, en caso de que se recuperase pero no pudiera trabajar, o en caso de que pudiese trabajar pero poco tiempo. Me expresó que era preciso mantener la situación en secreto hasta que él tuviera más noticias sobre el estado de Marty y hubiera decidido qué hacer. Me comentó que él mismo estaba bastante impactado, pero que se encontraba bien.

4 de marzo

Estoy en un avión de Japan Air Lines. Sofía duerme en el asiento de al lado. Lleva un vestido rosa sin mangas sobre una remera de algodón amarillo de cuello alto, y medias blancas. Cuando salimos de San Francisco hacía frío. Le sacaré la remera y las medias antes de que aterricemos en Manila, para que pueda bajar del avión con el vestido y las sandalias.

Ayer recibí una llamada de Tom, diciéndome que Francis quería que yo fuese a Filipinas de inmediato; no me podía decir mucho más, sólo que debía ir lo antes posible.

Intento no preocuparme, no tener ideas preconcebidas sobre lo que vaya encontrarme, sobre cómo estará Francis; procuro mantener la mente clara, enfrentarme al momento lo mejor que pueda. Durante el viaje he intentado distraerme, leyendo, jugando con Sofía, concentrándome en los pequeños detalles visuales que me rodean. Pero no lo conseguí.

14 de marzo, Hidden Valley

Estar de regreso en Filipinas me resulta extraño.

He estado tan concentrada en lo que está ocurriendo entre Francis y yo que sólo he advertido de manera intermitente la increíble belleza de este paraje. Estamos en Hidden Valley, y nos trasladamos todos los días en coche o helicóptero a los sets de Pagsanjan. Hidden Valley es un complejo de vacaciones ubicado dentro de un volcán. Su tierra es tan rica que la vegetación es descomunal. Hay plantas tropicales increíbles, con hojas de más de un metro, orquídeas, hibiscos, bananos y cocoteros, bambúes de tallo rojo brillante, árboles con vainas colgando que se muelen y se convierten en una taza de chocolate espeso, y arañas y bichos de colores asombrosos. Hay piscinas de agua mineral, piscinas de agua carbonatada que mana de la ladera, cascadas, piscinas de agua caliente, con manantiales cálidos que brotan del suelo formando burbujas, piscinas de agua fresca; todas ellas con la luz del sol filtrada a través del denso follaje. Estamos alojados en una casita muy confortable, con un porche con mosquitero, amueblada con cosas del set de la plantación francesa, algunos objetos de nuestra casa de Pagsanjan y unos cuantos muebles del hotel. Hay una agradable variedad de plantas y mimbre, pequeños objetos de China, cestos y libros y cuatro loros parlanchines que cuidamos para el departamento de utilería. Hay cintas de vídeo, discos, un proyector de 16 mm, sonido cuadrofónico. Abajo hay una sala de montaje y la habitación de Ester, que nos cuida a todos tan bien.

Este lugar es en apariencia un paraíso, pero Francis tiene tantas preocupaciones que sólo aprecio la belleza de manera ocasional. Creo que ha sufrido una especie de colapso nervioso. Quizás esto lo ha padecido, de alguna manera, durante la mayor parte del año pasado. La película que está filmando es una metáfora del viaje hacia el yo. Él ha emprendido este viaje y todavía no ha regresado. Es aterrador contemplar a una persona que uno ama yendo hacia el interior de su persona y enfrentándose a sus miedos: el miedo al fracaso, el miedo a la muerte, el miedo a volverse loco. Es necesario fracasar un poco, morir un poco y enloquecer un poco para ser capaz de salir indemne del túnel. Y el proceso no ha terminado para Francis.

18 de marzo, Hidden Valley

Anoche Francis estaba en la bañera. Yo estaba sentada en el suelo, sollozando. Hablábamos sobre si nos separábamos o nos divorciábamos. Al otro lado de la puerta del baño, dos hombres se pusieron a discutir sobre el grabador de cuatro pistas del dormitorio. Se gritaban el uno al otro y se amenazaban con un puñetazo si el otro lo tocaba.

Este fin de semana, Francis y yo estamos teniendo conversaciones muy personales. El dormitorio no tiene puerta y todas las ventanas son abiertas, con mosquitero. La gente entra y sale de la casa y Francis tiene reuniones en medio de nuestro melodrama personal. El vicepresidente de United Artists está aquí. El editor de sonido ha llegado desde Londres. Tomita vino desde Tokio para hablar de la música. Los editores de imágenes viajaron desde San Francisco. Los técnicos están reparando el sistema de sonido cuadrofónico del dormitorio.

20 de marzo, Hidden Valley

Hoy estuve en el set de Kurtz. Alguien me recordó que el primer día de filmación fue el 20 de marzo de hace un año. Tengo unas imágenes de aquel día, en las salinas del delta del río.

Esta noche se hizo la primera voladura de prueba del reducto. La han estado preparando durante todo el día y finalmente la han hecho detonar hacia las ocho y media de la noche. Las ruinas del templo al otro lado del río explotaron. Nosotros aguardábamos en búnkers junto al templo principal. La explosión fue tan portentosa que la onda expansiva me impactó desde la distancia. Mi cámara se sacudió, estoy segura. Los fuegos artificiales y una serie de efectos especiales quedaron oscurecidos por la humareda. En el búnker cayeron piedras y tierra. En otro lado del mismo búnker había una cámara de alta velocidad. En el último minuto, su operador se dio cuenta, mientras comprobaba sus lentes, de que yo tenía el filtro puesto. Me lo advirtió justo a tiempo para que pudiera retirado. Entonces reparé en que, con todos los meses que llevo sin filmar, todas las cosas que uno hace de manera automática ahora las estaba olvidando.

Más tarde fuimos todos al comedor, a cenar. La noche había sido muy emocionante, pero ya no era como en el puente de Do Long. No estoy segura del motivo. Quizás ahora todos estemos bastante más cansados, y ya hemos visto explosiones potentes antes, o quizá sea porque no son las cuatro de la madrugada y no tenemos la presión de tratar de conseguir una buena imagen nocturna antes de que amanezca.

Dick White estaba pálido. Dijo que el helicóptero había recibido el impacto de una roca mientras volaba con la cámara aérea. Había impactado a quince centímetros del rotor de cola. Si le hubiera acertado, se habrían precipitado al vacío. En estos momentos están reparando el helicóptero en el taller. Dick no es del tipo nervioso. En Vietnam lo derribaron nueve veces.

26 de marzo, Hidden Valley

Francis tiene una casa flotante en el set, donde trabaja y se refugia duran te las largas preparaciones de cada toma. El otro día estábamos allí sentados. Lucía muy deprimido; no quería seguir. Sólo tenía ganas de dejarlo todo y meterse en la cama y no levantarse más. Se puso a hablar de lo solo que se sentía, de cómo, básicamente, la gente que lo trata adopta dos posturas. Una es besarle el culo, decirle que es fantástico y quedarse paralizado de admiración; la otra es resistirse a él. Es decir, demostrarle que no están impresionados por toda su riqueza y todo su éxito y su talento. Casi nadie logra aceptarlo con una actitud natural. Francis me decía que todo estaría bien, que todos lo querrían si fracasaba con esta película. Otros cineastas le dirían: «Bueno, esto era demasiado difícil de resolver, no te sientas mal». La familia y los amigos sentirían compasión y lo cuidarían. Pero si la película es un éxito, será una obra que otros cineastas intentarán superar; la gente querrá destrozarla. Más éxito y más dinero traerán más resentimiento entre su familia y sus amigos.

Francis me comentó que todo el mundo lo presiona; United Artists quiere que se apresure y que acabe, sin importarles que la película sea mejor si él logra poner todo de su parte. Y que yo no quiero que sea inflexible en su vida artística, pero quiero que se conforme con menos en su vida personal y que no viva con todos los lujos imaginables o haga todas las cosas posibles.

26 de marzo, Hidden Valley

Últimamente han pasado cosas raras. Hace varias noches Francis estaba filmando en el set principal del reducto de Kurtz y la última toma de la noche era un interior del templo. Por alguna razón, decidió no hacerla y aplazarla para el día siguiente, una decisión que no era del todo lógica porque la cámara ya estaba lista y en posición. Al cabo de diez minutos, se hundió toda una parte del techo de piedra del templo y aplastó el fronte de la cámara. Si hubiera habido alguien allí trabajando, lo habría matado.

Hace varias semanas, cuando Marty Sheen sufrió el infarto, parecía que la producción iba a detenerse, pero Francis la mantuvo en marcha para que no decayeran los ánimos. Se puso a filmar otras escenas, con la fe ciega de que Marty era joven y fuerte y se recuperaría y podría acabar la película. Todo funcionó bien durante unos días, pero luego el propio Francis se desmoronó. Fue justo cuando yo llegué. Ahora parece que Marty se está recuperando con rapidez. Ya ha salido del hospital y se encuentra bien. Espera poder trabajar unas pocas horas al día a partir de mediados de abril. De alguna manera, el guión trata sobre el enfrentamiento con la muerte y la superación de ese trance. Marty se ha enfrentado a ella en la vida real. Es imposible imaginar qué efecto puede tener eso en su interpretación de las escenas finales de la película.

Francis comentó que él es el personaje de Willard y que, cuando Marty estaba cerca de la muerte, él también se desmoronó. Expresó que había sido su experiencia más próxima a la muerte. Y que pudo ver la realidad alejándose por un túnel oscuro, y que tuvo muchísimo miedo de no poder regresar.

28 de marzo, Pagsanjan

8:30 - Empieza a hacer calor. Estoy mirando por la ventana de la casa flotante de Francis, anclada en el reducto de Kurtz. Los equipos técnicos están construyendo búnkers para las cámaras en Monkey Island y al otro lado del río. El nivel del río está tan bajo que los montones de material son trasladados por los hombres medio a nado y medio caminando por el agua. Están preparando la toma nocturna de mañana: la explosión de otra parte del templo.

Veo a dos mujeres, un poco más abajo del río, que lavan ropa en el agua. Otra está poniendo a secar algunas prendas sobre la hierba baja de la orilla. Hay un anciano cuidando de un pequeño maizal junto al denso follaje. Uno de los peligros más graves es que los habitantes de la zona se acerquen a escondidas durante las grandes tomas con explosivos. Francis vive aterrorizado de que alguien resulte herido. Hace un par' de noches un extra sufrió una quemadura de segundo grado durante una toma.

Por delante de mí pasan continuamente barcazas llenas de turistas sonrientes con trajes brillantes de poliéster, camisas estampadas, sombreros de paja y cámaras colgando.

Acabo de recibir una llamada de Francis por la radio, pidiéndome que vaya río arriba, hasta donde él está trabajando, en el desfiladero.

15:30 - Estoy de vuelta en la casa flotante; veo que ya han terminado cuatro búnkers para las cámaras y están empezando a cavar un quinto. Uno está justo donde las mujeres tendían su ropa a secar. Ya han doblado las últimas pilas de ropa y se las han llevado sobre la cabeza.

Hay todavía una hilera de pantalones colgados de un alambre sobre el maizal.

Dean y Gary están en una lancha fuera de borda, mirando el set desde los distintos ángulos de la cámara. Están al otro lado del río, frente a dos búnkers, dando instrucciones a los miembros de su equipo, que cuelgan banderas. Hay cuatro hombres en el río colocando grandes ramos de nenúfares que saldrán en la toma.

Esta mañana, Sofía y yo remontamos el río en un bote hasta donde están la cámara y la lancha de patrulla. Uno de los filipinos había cazado una serpiente venenosa de dos metros. Todavía daba coletazos en el agua. Francis subió a nuestra embarcación y navegamos remontando los rápidos, durante media hora, hasta la primera gran cascada. No había vuelto desde que estuve con los niños en agosto. Las altas paredes del desfiladero proyectan refrescantes sombras. Vimos un lagarto de unos setenta centímetros trepando por la pared de roca.

De vez en cuando, Francis dejaba que Sofía llamara por radio a Doug para saber si ya estaban listos. Cuando les faltaban unos quince minutos para estar listos, dimos media vuelta y regresamos.

Mientras ensayaban la toma me senté a la sombra, en la orilla. Era el primer día que el hermano de Martin, Joe, lo sustituía. Sofía hacía tortas de barro junto al río. Me preguntó si podían «invadirme gusanos que se suben por los pies y por el cuerpo y te comen la comida». De hecho, yo no estaba muy segura, y el agua no parecía muy limpia, pero ella ya se había metido dentro. Oí a uno de los hombres de efectos especiales hablando de su lancha, diciendo que era capaz de arrastrar a ocho esquiadores. Docenas de barcazas, casi todas repletas de turistas japoneses, pasaban continuamente por delante

Sofía está jugando a hacer de director. Les está gritando «¡Acción!». a dos guardias en el muelle. Finge que tiene una cámara en las manos y mira y enfoca por entre los dedos.

Tengo una picadura de insecto en el dorso de la mano. La tengo hinchada y enrojecida y me pica muchísimo.

1º de abril, Pagsanjan

Ayer Francis volvió a filmar en el desfiladero. Subí con ellos a tomar algunas fotos. La locación está río arriba, encima de unos rápidos, así que la lancha de patrulla que utilizaban era de mentira; sólo la parte de arriba flotaba sobre una balsa de bidones de aceite y botes atados entre sí. Francis, Dean y el supervisor del guión iban en otros botes, observando la toma. A mí me llevaban en una embarcación un poco más adelante para que pudiera filmar hacia atrás. Mis remeras eran un hombre anciano y su hijo de doce años. Intentaban con esmero llevarme a la posición que les pedía. Me había olvidado del fotómetro, pensando que podría obtener la lectura de producción, pero mi iluminación era distinta de la de ellos y tuve que calcular las exposiciones a ojo.

A medida que avanzaba el día la luz presentaba más contrastes. Resultaba bellísimo de mirar, pero no sé qué conseguí reproducir con la cámara. Cuando se puso demasiado oscuro para filmar bajamos hasta el set del reducto de Kurtz para ver el ensayo de la toma de la noche: la voladura de Monkey Island. Habíamos esperado toda la tarde anterior y no logramos hacer la toma porque el presidente Marcos estaba en la zona y el departamento de producción no se pudo poner en contacto con él para conseguir el permiso para realizar las explosiones. Si las llevábamos a cabo sin avisar, podía pensar que era un ataque de los rebeldes. Hoy Francis ha recibido de él una autorización y una disculpa por no haber estado disponible la noche anterior. Alegó que estaba «meditando». Alguien comentó: «Me gustaría saber quién era ella».

Ayer, a medianoche, los hombres de efectos especiales remontaron el río y empezaron a retirar los explosivos para que esta mañana no hubiera ningún accidente cuando se restableciera el tráfico fluvial.

El bunker de la cámara desde donde Francis observaba el ensayo estaba en la orilla de enfrente y río abajo. Me llegaba el olor del maíz del campo contiguo, Las preparaciones siguieron durante mucho rato. Permanecimos a oscuras, esperando, escuchando la radio. Estaban colocando la lancha de patrulla. Los decoradores del set empezaron a encender miles de velas en las escaleras del templo. Los de efectos especiales se encontraban en sus puestos. Luciano estaba acabando la iluminación; los de seguridad verificaban los alrededores para asegurarse de que no había nadie del lugar expuesto al peligro. Cuando el asistente de dirección vino a informar que todo estaba listo, ordenó que el helicóptero despegara con Enrico y la cámara aérea. Vittorio hablaba constantemente por la radio con las distintas posiciones de cámaras y con Luciano sobre la luz. El helicóptero se situó en su puesto, pero tuvo que dar otra vuelta porque hubo un problema de último minuto con la iluminación. Finalmente todo estuvo listo para filmar. Cuando el helicóptero recuperó su posición empezó la cuenta regresiva. Las cámaras empezaron a filmar y se gritó «Acción». La lancha comenzó a avanzar; Monkey Island, el templo principal y el muelle se iluminaron. Titilaban a la luz de unas cuatro mil velas. Altos estandartes ondeaban en las ligeras corrientes de aire. Empezaron las explosiones. Enormes bolas de fuego, explosiones de magnesia, luz blanca y fuegos artificiales de colores sonaron en una misma sinfonía. Sentí la onda expansiva en el pecho. Fui sacudida hacia atrás. Notaba cómo mi cámara seguía moviéndose a pesar de que intentaba mantenerla quieta, sentada en el suelo y apretando las rodillas contra el pecho. Al final, una cortina de humo oscureció el set y Francis gritó: «¡Corten!». En mi toma salía la silueta de Francis frente a la explosión. Un gran trozo de roca falsa, de fibra de vidrio, estaba ardiendo fuera de control. Oí los gritos de Joe Lombardi ordenando a sus hombres que trajeran las mangueras. Esperamos una media hora, hasta que el fuego estuvo controlado, para cruzar el río.

Cuando entramos en el edificio del departamento de maquillaje y el comedor, estaba todo decorado con flores, unas cuantas figuras de hielo, velas en las mesas y letreros que decían «200 días de filmación». Había cerdo asado, melón con jamón, la cena prevista y un pastel decorado. Mientras tomábamos el postre trajeron una gran caja forrada con papel de plata y de dentro saltó una chica en topless y con todo el cuerpo pintado. Hubo gritos y silbidos. Llevaba unas estrellas rojas pintadas sobre los pezones. Después de la cena, salimos fuera y Joe Lombardi le dio a Francis un interruptor colgado de un cable para que apretara el botón. Encendía una muestra de fuegos artificiales en los que se leía «Apocalipsis Now, día 200. Buena suerte, Francis». Al fondo saltaban cohetes y remolinos de luz. Fue todo muy divertido, pero parecían migajas al lado de lo que había organizado para la toma de la noche.

6 de abril, Pagsanjan

Anoche hubo la mayor explosión de todas. Era el recorrido del napalm por el templo principal. Los de efectos especiales dijeron que jamás se había escenificado algo como aquello, aparte de en las guerras de verdad. Yo estaba en el búnker con los de efectos especiales, filmando una vista a través de los dos puestos por los que miraban mientras calculaban el tiempo de cada efecto en particular. Los efectos estaban calculados para hacer explosión con segundos de diferencia; así, se produciría una cadena continua de explosiones. La conmoción fue tan poderosa que un minuto pareció durar años. Al final, la gente gritó y aplaudió. El cielo parecía de día hasta Pagsanjan. La toma desde el helicóptero fue quizá la más espectacular.

Cuando terminó me puse a grabar sonido. Dean dijo en el grabador lo que yo había estado pensando:

-Dios mío, en ninguna parte del mundo podrías comprar una entrada para ver un espectáculo como este.

Francis decía:

-No hay demasiados sitios en el mundo donde podrías hacerla; en Estados Unidos jamás te lo permitirían. Los ecologistas te matarían. Pero en una guerra no pasa nada.

Los hombres de efectos especiales estaban emocionados, y quizás un poco tristes de que aquello hubiera acabado.

Abril, unos días después de Pascua, Hidden Valley

Gio y Roman han venido a pasar las vacaciones de Semana Santa. A mí me pica la espalda. Se me está pelando la quemadura solar. La semana pasada fuimos todos en helicóptero a un remoto paraje del sur. Acampamos en una isla tropical digna de una postal. Estaba deshabitada. Había una pequeña aldea de pescadores en una franja de tierra que quedaba a quince minutos en bote. La gente salía de todos los rincones para ver el helicóptero y reunirse a nuestro alrededor. Era una zona sin turistas y sin hoteles. Los únicos occidentales eran dos voluntarios del Cuerpo de Paz que enseñaban planificación familiar y daban clases de nutrición a los nativos. La gente era simpática y se mostraba curiosa, casi como si fuéramos extraterrestres. En la isla nos dieron cangrejo, un calamar y pescado, para que comiéramos con la sandía y los mangos. La arena era blanca y había un arrecife de coral. Con las antiparras de buceo vimos peces y una vida submarina asombrosa. También había cocoteros, pájaros extraños y vegetación selvática. Unas cuantas cabras merodeaban por allí. Un hombre que estaba cazando nos dio lo que bautizó como paloma. Era verde, con plumas grises, y parecía más bien un loro. Lo asamos con carbón de cocotero y estaba muy rico. Sobre las colinas cubiertas de palmeras se levantó una luna llena. Dormimos en la playa, envueltos en mantas. Durante la noche desperté varias veces y vi a pescadores mirándonos y hablando en tagalo. Parece que a lo largo de la noche suben las embarcaciones a la arena y seleccionan lo que pescaron. Por la mañana había un montón de pececitos en la orilla y muchas moscas.

El domingo fue Pascua, y se oían las campanas de la iglesia de la aldea.

Pasamos el día nadando. Exploramos el arrecife y las pequeñas cuevas y tomamos sol. Al final del día cargamos todo en el helicóptero y regresamos a Hidden Valley en una hora y cuarto. Por tierra y tomando los pequeños transbordadores hubiésemos tardado tres días en llegar. El helicóptero es la casa rodante del futuro.

Sofía quería saber por qué el conejo de Pascua no había ido a la isla. Estuvo hablando mucho rato del tema. Quería saber simplemente el motivo. «Quizá no pudo cruzar el agua.» Pero no se lo creyó. Cuando llegamos a casa, Sofía pintó huevos de Pascua y puso pastel y dibujos y flores para el conejo de Pascua. A la mañana siguiente se encontró una carta del conejo en la que se disculpaba y le decía que vendría el domingo siguiente. A principios de la semana estuve en Hong Kong y, por suerte, encontré huevos de Pascua de chocolate sobrantes en la sofisticada pastelería del hotel.

15 de abril, Hidden Valley

Estoy sentada a la mesa en el porche de la habitación de los chicos. Justo frente a las ventanas con mosquitero hay varios árboles de cacao. Las vainas pardorrojizas cuelgan de sus ramas. La luz del anochecer va abandonando las hojas. Recibí una carta en la que me dicen que en Napa están floreciendo los manzanos. Barlow me cuenta que en las verdes laderas que ve por la ventana, en Petaluma, hay terneros blancos y negros, y que los tulipanes de su porche están floreciendo. Dick nos dijo que existía el rumor de que la producción puede suspenderse a causa del estado de salud de Marty. Comentó que Francis pidió a la oficina de producción que nos reserve pasajes de regreso a casa para dentro de tres o cuatro días. No me había dado cuenta de lo nostálgica que me siento.

Aquí un rumor funciona como en cualquier parte. Contiene aproximadamente un diez por ciento de verdad. Es probable que Francis esté intentando que el médico de Marty le dé una fecha concreta a partir de la cual podrá trabajar con normalidad. El trabajo se va acumulando, y Francis pasa mucho tiempo tratando de conseguir metraje válido, usando dobles y solucionando problemas.

Me puse a pensar en los miles de rumores que han circulado durante esta producción. Son casi una forma de arte. Son como ese juego de niños en el que le susurras algo al oído de tu compañero y la frase va circulando en el grupo. Esto es básicamente lo que ocurre aquí, y todo el mundo conoce a todos los del grupo. Cuando estábamos en la locación en Baler, los extras, que se alojaban en unas aulas vacías del colegio, empezaron a escribir los rumores en el pizarrón. Lo llamaban «control de rumores», para que así se pudiera apreciar el rumor en su forma original.

Los rumores son casi siempre sobre quién está teniendo relaciones con quién, quién está robando qué y sobre los cambios en el cronograma de producción. Esta mañana me enteré de lo siguiente:

1. A pasó un fin de semana en secreto en Hong Kong con B y ahora lo pueden despedir.

2. B se acuesta con sus dos sirvientas filipinas en una cama de matrimonio.

3. El martes se va a interrumpir la producción para esperar a Marty.

19 de abril, Pagsanjan

Esta mañana, Francis estaba ansioso por llegar al set. Nos levantamos temprano, despertamos al piloto, preparamos a los niños y subimos al helicóptero. Pero no arrancaba. Se había quedado sin batería.

Mientras intentaban encender el motor, me quedé contemplando una hormiga que transportaba un trocito de papel de aluminio rosa y verde por el césped, en el borde de la pista de aterrizaje. Trajeron un tractor y un coche y conectaron los cables a la batería. Al final conseguimos despegar. Durante el vuelo, cruzamos varias zonas de lluvia. Los niños sacaban las manos por la ventanilla, unos pocos segundos por vez, para comprobar cuánto tiempo aguantaban. Daba la sensación de que las gotas de agua pinchaban, como cuando a uno se le duerme una mano.

Aterrizamos en el set, en un montículo de césped, un poco lejos del campo central porque había banderas y globos que el viento que levanta el helicóptero hubiera derribado. Había un gran cartel de «Bienvenido a casa, Marty». Hoy es su primer día de regreso al set. Llegó hace una hora. Está tostado y tiene un aspecto estupendo, como si viniera de Palm Beach. Francis le puso el oído en el pecho, como para comprobar su estado. Le dijo que su aspecto es demasiado bueno. La toma de hoy es un primer plano, una toma en picada en la escena donde recibe las instrucciones y en la que se supone que Marty sufre una intensa resaca y tiene la mirada dispersa.

La gran noticia del día es que Francis ha decidido hacer las maletas el 15 de mayo, haya o no terminado. Los rumores se han disparado. Todos los departamentos están desplegando sus teorías: ¿Qué escenas se van a cortar? Durante toda la película jamás se cumplieron los plazos. ¿Quienes serán los primeros en marcharse a casa? ¿Quién se quedará a terminar?

Francis y yo discutimos un día sí y el otro no. Ha sido una situación muy dolorosa para los dos, y los niños lo han presenciado todo. Finalmente, ayer por la tarde alcanzamos el punto álgido de nuestras discusiones. Entonces apareció Gina Lollobrigida en la puerta, diciendo que tenía que hablar urgentemente con Francis. Estábamos en el dormitorio. Le dijimos a Gio que le pidiera que se fuera al restaurante o a algún otro sitio y que volviera en una o dos horas. Seguimos discutiendo, no sé cuánto tiempo. Al final, Francis llamó a Gio y le dijo lo que ambos hemos estado temiendo desesperadamente:

-Nos vamos a divorciar; tu madre y yo no somos felices juntos y vamos a pedir el divorcio.

Francis estaba sentado en la cama. Yo estaba sentada a la mesa, llorando sin lágrimas. Roman entró y dijo que Gina estaba esperando. Me di cuenta de que el tabique estaba abierto por arriba y que lo había oído todo. Francis salió a hablar con ella. Yo me metí en el baño a llorar. Después me puse el traje de baño, tomé a Sofía y nos fuimos las dos a bañamos a la piscina de agua mineral tibia. Sofía estaba tan feliz, efusiva, llena de vida. Me mostró sus nuevas piruetas, nadando de espaldas hasta la pequeña cascada y fingió que se lavaba el pelo. El sol del final de la tarde estaba justo abandonando las hojas gigantes, mi planta favorita de bambú y los enormes helechos. Las sombras empezaban a caer por encima de las rocas volcánicas. Me di cuenta de que me sentía bien. De hecho, sentía una especie de euforia, flotando y mirando a mi alrededor.

Francis y los niños se acercaron por el sendero. Francis estaba muy serio. Me di cuenta de que esperaba encontrarme llorando o abriéndome las venas, o quién sabe cómo. Y nosotras nadábamos de un lado al otro. Empezamos a comprender que los dos sentíamos un inmenso alivio. Empezamos a saltar y chapotear. Al final Francis dijo:

-Bueno, chicos, ¿qué les parecen sus padres, ahora que estamos divorciados?

Sofía dijo:

-¿Qué es orciados?

Nos quitamos los trajes de baño. Los chicos empezaron a bucear ya mostramos el trasero por encima del agua, riéndose. Era la primera vez que nos bañábamos desnudos. Siempre he sido la madre responsable que no sabe si eso puede traumatizar a sus hijos.

Francis me contó que cuando habló con Gina le dijo que tenía a su esposa llorando en la habitación de aliado y que su producción llevaba un desfase de 15 millones de dólares sobre el presupuesto. Ella se limitó a pestañear y le pidió ayuda porque la señora Marcos le había prometido que apoyaría su película y ahora no daba señales de vida.

20 de abril, Pagsanian

El helicóptero está averiado. Fuimos hasta el set en coche. Es un trayecto de una hora y media a través de arrozales de colores verde y amarillo muy intensos, salpicados de pequeñas aldeas. Pasamos junto a puestos de venta de ananás y de queso de carabao, pequeñas ferreterías, panaderías, funerarias con muestras al aire libre de lustrosos féretros, molinos de arroz, kioscos de golosinas con hileras de frascos de caramelos de colores. Había gente apiñada sobre jeeps, triciclos, bicicletas, ancianos sentados a la sombra con pañuelos blancos en la cabeza y millones de niños. Ahora no se ven niños con uniforme escolar. Son las vacaciones de verano. El nuevo período empieza en junio.

El rumor de hoy es que la producción concluirá el 21 de mayo. Hay una serie de escenas que han sido cortadas. Todo el mundo tiene las pilas cargadas. Ayer hicieron nueve escenas. Marty llevaba monitores en el corazón durante las tomas. Todo salió bien. Dijo que estar de vuelta en el trabajo era el mejor medicamento que podía tomar.

21 de abril, Pagsanjan

Hoy Francis se fue a la casa flotante en vez de almorzar. Dice que quiere perder otros cinco kilos. Roman y yo comimos con el equipo. Llevamos los platos hasta la mesa y nos sentamos enfrente de Joe Lombardi. Joe se puso a hablar de lo caros que resultan los efectos especiales. De que no importa si uno está en una superproducción o en una película de bajo presupuesto, un disparo de bala cuesta lo mismo. Le pregunté cuánto cuesta: «Tres dólares cada uno». Me puse a pensar en las ametralladoras acribillando el puente en la Aldea II de Baler. Eran miles de disparos, y repitieron la toma tres o cuatro veces, cargando de nuevo las metralletas en cada toma. Joe me preguntó a su vez: «¿Y cuánto crees que vale una lata de humo de colores?».

Calculé que unos cuatro o cinco dólares. Me dijo que veinticinco. En el reducto de Kurtz, especialmente, se han utilizado miles. Hubo veces que usaban centenares, un día tras otro. Me dijo: «Las granadas que se utilizaron en el reducto de Kurtz valen ya cien dólares cada uno». Casi ocho mil litros de gasolina se quemaron en la toma del napalm. Añadió que este es el mayor presupuesto en efectos especiales de la historia.

Tengo curiosidad por preguntar al departamento de contabilidad cuánto ha costado todo esto, en más de un año de filmación. Joe dijo que no va a haber otro despliegue tan impresionante de efectos especiales en mucho tiempo. Hay un par de miembros de su equipo mayores de sesenta años. Dejó que fueran ellos los que encendieran las fases mayores de la explosión de la última noche en el reducto de Kurtz, ya que nunca más van a tener una oportunidad como esta en lo que les queda de vida. Uno de sus hombres, Jerry; trabajó en Cleopatra, El cañonero del Yang-tse y algunas de las producciones más espectaculares, pero «nada se parecía a esto en lo referente a efectos».

25 de abril, Pagsanjan

Ayer fue el cumpleaños de Roman, el segundo que celebra en Filipinas. De los últimos cuatro años, tres no ha podido celebrar una fiesta de cumpleaños en casa con sus amigos. Hace cuatro años estábamos en Sicilia, filmando El Padrino II. Organizamos una fiesta de cumpleaños e invitamos a todo el equipo técnico. Cuando terminó la filmación, todos sus regalos fueron empaquetados, pero se extraviaron antes de que los mandaran a casa. Todavía se acuerda de aquellos juguetes de vez en cuando. Ayer pedí al servicio de comida y bebida que le trajeran una torta de cumpleaños a la hora del almuerzo. Sólo le pusieron diez velas, así que Roman partió dos por la mitad para poder soplar las doce. Le había pedido al departamento de vestuario que le hicieran una remera como las que llevan los tripulantes de la lancha de patrulla. Se la hicieron con el escudo de la patrulla fluvial y todo, y también le encontraron una gorra de su talle con la insignia. A Roman le gustó muchísimo. También le conseguí unas cuantas heridas falsas del departamento de maquillaje y un equipo de supervivencia de utilería.

Pero me lo perdí todo. Yo estaba en la oficina de producción intentando reservar los pasajes de regreso a San Francisco para Roman y Gio. El vuelo que quería estaba lleno. Odio mandados en un vuelo que incluya una escala de cuatro horas en Guam, o algo parecido. El viaje dura veinte horas sin escalas y ya es bastante extraño. Despega de Manila a las 18 horas de un martes y se supone que llega a las 18:05 del mismo martes a San Francisco, cruzando la línea internacional de cambio de fecha en sentido inverso. Evidentemente, la Philippine Air Lines no suele ser puntual. con lo que normalmente uno llega el miércoles a las dos de la madrugada, cansado y de mal humor.

Cuando volví al set desde la oficina de producción, me enteré de que estaban filmando a casi una hora en bote y que no había embarcaciones disponibles para llegar hasta allí. Esperé varias horas con algunos de los utileros que intentaban también llegar hasta el set. La locación estaba fuera del alcance de la radio. Ni siquiera podíamos pedir una embarcación. Al final tomé un coche de regreso al hotel Rapids y bebí un té frío mientras charlaba con Sue. Estuvimos hablando de lo que es estar enamorada de un hombre que es siempre el centro de atención (ella convive con el actor Sam Bottoms). De cómo, cuando todo el mundo le dice a este hombre lo fabuloso y genial que es, la reacción de uno empieza a ser la contraria, como para contrarrestar el efecto. De una manera casi inadvertida, uno reprime los halagos, cuando en realidad son los halagos que él más valoraría.

26 de abril, Hidden Valley

El sábado al anochecer subimos al helicóptero justo al acabar la última toma y volamos hasta la isla del señor Toda, director general de Philippine Air Lines. Está frente a la costa, en la provincia de Zambales. Sobrevolamos Iba, donde el tifón destruyó los sets el pasado año. Las locaciones habían prácticamente desaparecido bajo la selva y ya casi no quedaba ningún rastro de nuestro paso. La última parte del vuelo por encima del agua fue muy bonita. Se había puesto el sol y había cientos de embarcaciones pescando con las luces encendidas. Con los últimos rastros de luz diurna reflejados en el agua, parecían multitud de pequeñas ampollas sobre la piel del mar.

A medida que nos acercábamos a la isla, el sonido del helicóptero debió de sintonizar con la frecuencia acústica de los murciélagos, pues una inmensa nube de ellos se levantó por encima de la pista. Advertí que Dick estaba preocupado. Cuando aterrizamos nos dijo que si uno se hubiese metido en la hélice, habríamos tenido problemas. Nos llevaron a unas habitaciones de la que ellos llamaban «casa de las literas». Las habitaciones tenían el estilo de los hoteles nativos, con paredes de estera, ventiladores de techo y ventanas de madera. Los niños fueron acomodados en la habitación contigua a la nuestra y parecía haber unos cuantos invitados más en otras habitaciones. Tras ducharnos y vestirnos para la cena, nos encaminamos a la casa principal.

Era una edificación grande y abierta, con terrazas, suelos de bambú, techos de palma, mobiliario de ratán con almohadones grandes y mullidos, loros, lámparas de mimbre, antiguos arcones de madera de Mindanao y una colección de caracoles exóticos recogidos en la playa de la isla. Había entre seis y ocho invitados que hablaban español. Invitaron a los niños a sentarse alrededor de una gran mesa redonda en la que estaban los hijos de los otros invitados, para que cenaran antes que los mayores. Estuve deambulando y contemplando los detalles de la casa. Al advertir mi interés, me mostraron la enorme cocina y algunas habitaciones. Cuando los niños acabaron de cenar, nos invitaron a asistir a una misa en el gran porche adyacente a la casa, frente al mar. Celebraban la misa los sábados al anochecer para que todos pudieran pasar el domingo disfrutando de la playa. Me costó un poco decidir si era más cortés levantarse y arrodillarse corno hacían los demás durante la ceremonia, o si era más apropiado permanecer sentada. La misa fue en inglés. Sofía se quedó boquiabierta ante las frases referentes a beber la sangre de Jesús y partir el cuerpo de Cristo. El cura era un norteamericano de origen escocés, un jesuita que parecía amigo del jet seto Durante la cena estuvo hablando del tapizado de piel blanca del avión privado de la señora Marcos, y comentó que no estaba bien cuidado.

Nuestro anfitrión apareció justo antes de empezar la cena. Era un hombre bajo, ataviado con una chaqueta de seda china. Nos acompañó hasta la mesa de la cena, junto a la piscina. Estaba a dieta, y comió sólo una hamburguesa sin nada de vino, mientras los demás nos atracábamos en la gran mesa de la comida. El señor Toda contó muchas animadas historias sobre sus viajes, incluyendo uno a China, sobre sus vuelos a los más diversos lugares del mundo, sobre aviones y barcos, y hasta sobre un submarino de dos plazas que había poseído. Nos habló de su proyecto de plantar árboles de mango en la isla y luego mandó a alguien a encargar jugo de mango a Manila para que se lo enviaran por avión por la mañana. Nos habló de la isla. Francis le comentó sobre la posibilidad de comprar una isla. Después de la cena, nos mostró su estudio privado, su cámara de vídeo Sony y su bañera gigante.

Por la mañana, nos sirvieron un suculento desayuno. Una mujer encantadora, que era la encargada de la residencia y quien había salido a recibirnos cuando llegamos, se sentó con nosotros y nos explicó cosas de la isla. Luego nos llevó de excursión en una pequeña camioneta descapotable. Vimos un campo de golf de nueve hoyos, una zona de árboles de mango recién plantados, un criadero de cocoteros, un faro, un terreno despejado con lo que parecía una diminuta urbanización: había hileras e hileras de cabañas de palma de poco más de un metro. Nos contaron que en cada cabaña había un gallo de riña. Los cría el hijo del señor Toda. Trae pollos de una semana desde Estados Unidos. Vimos reses y ovejas y más zonas con mangos. Había casas de empleados muy bien cuidadas, cada una con su sendero de entrada bien alineado con piedras de coral blancas y buganvillas en flor en pulcras macetas. Nuestra anfitriona nos dijo que cada año otorga un premio a la casa con más flores y con el jardín mejor arreglado. Veintiséis familias viven en la isla. Finalmente llegamos al embarcadero. Francis y los chicos lo miraban todo. Había unas veinte embarcaciones, de todo tipo; el submarino de dos plazas estaba medio oxidado sobre su remolque. Había veleros, lanchas para hacer esquí acuático, una lancha de desembarco y un aerodeslizador. La playa era preciosa, de arena blanca y un agua clara y cálida. Había una gran terraza cubierta con toldos y una cocina enorme detrás. El resto de los invitados llevaban un buen rato en la playa y ya se habían bañado. El cura estaba enfrascado en una partida de Scrabble con una mujer española que había estado en un campo de prisioneros japonés en Shanghai durante la Segunda Guerra Mundial. Había una máquina de granizado llena de jugo de ananá, y nos servimos muchos vasos. Estuvimos nadando, Sofía jugó con los otros niños y Gio se fue a navegar en un catamarán. Roman y yo paseamos por la playa en busca de estrellas de mar y caracoles. Francis nadó hasta el catamarán de Gio. Al cabo de un rato, nos reunimos todos en la terraza y nos sirvieron el almuerzo. En nuestra mesa, se sentó un hombre que hablaba de la historia de Fi1ipinas. Contaba que después de la Segunda Guerra Mundial, Filipinas había reclamado la independencia de Estados Unidos y la había logrado, pero que estaban resentidos por el hecho de que Estados Unidos fue a Japón y financió su reconstrucción. Ahora Japón es una rica potencia mundial y, en cambio, Filipinas, que había luchado en el bando de Estados Unidos contra Japón, es un país pobre del Tercer Mundo al servicio del turista japonés de la clase obrera.

Nuestro anfitrión no se presentó al almuerzo. Corría el rumor de que estaba con una bella mujer en una zona privada de la casa. Cuando nos íbamos, a media tarde, se acercó en coche hasta el helicóptero, nos dio una cálida despedida y nos invitó a volver cualquier fin de semana. El vuelo de regreso a Pagsanjan se nos hizo muy largo.

Hacia las siete de la tarde entramos en el gran comedor del hotel, donde Francis ofrecía un cóctel para dar las gracias a los dignatarios locales y a toda la gente que había colaborado en la producción. Francis pronunció un pequeño discurso, y también lo hicieron el gobernador de la provincia, el jefe de policía y varias autoridades más. Dijeron que la compañía de Apocalipsis había sido una magnífica embajadora, que los millones de dólares que había aportado a la economía local eran una ayuda más valiosa que cualquier programa gubernamental de ayuda económica. Esperaban que la película tuviera mucho éxito para que volviéramos a filmar nuevamente aquí.

4 de mayo, Manila

Estoy almorzando sola en Manila. Hoy cumplo cuarenta y un años. Le pedí a Delia que pasase el día conmigo, pero no podía ausentarse del set. Ayer, los propietarios del terreno donde estaban filmando les dijeron que les costaría 50.000 pesos más si querían quedarse otros cinco días. Francis dijo que no. Ya habían pagado 10.000 por dos semanas. Así que los decoradores del set empezaron a desmontar las pilas de calaveras y los de efectos especiales sacaron el montaje del ataque con flechas. Anoche se alcanzó un acuerdo por 25.000 pesos, y hoy todos se están apresurando a volver a montar el set.

5 de mayo, Hidden Valley

Cuando llegué anoche a casa desde Manila, Francis me había organizado una fiesta sorpresa. Había traído a sus padres desde California y le había pedido a su padre que me compusiera un tango como regalo de cumpleaños. Contrató una pequeña orquesta para que tocara en Hidden Valley, e invitó a Dean y a los italianos. Invadimos el restaurante. La madre de Francis y la esposa de A1fredo cocinaron pasta. Después de la cena, el padre de Francis dirigió la orquesta mientras interpretaba Tango Eleanora. Bailé con Francis, con Luciano y con Alfredo. Nos desplazamos por la pequeña pista en la cálida noche hasta que estuvimos empapados de sudor. Sofía se subió encima de la mesa con la torta de cumpleaños para ayudarme a soplar las velas.

11 de mayo, Pagsanjan

Ayer subí a la colina donde los de efectos especiales se preparaban para el ataque con flechas. Estaban ocultos en pequeños claros, excavados en la jungla, que se conectaban por senderos abiertos entre el follaje. Me recordó la maqueta de las ubicaciones de los fusiles japoneses en una vieja película sobre la Segunda Guerra Mundial. Monté mi cámara en un claro con una buena vista del río. Quería lograr una toma en la que se viera a los hombres de efectos especiales en primer plano y las flechas lloviendo sobre la lancha de patrulla. Casualmente, iba vestida con pantalones rojos y camisa de colores, con lo que me arriesgaba a que se vieran en la toma. Entonces decidí pedirle prestada a Jerry, el encargado de efectos especiales, su camisa caqui, y me quité los pantalones. Jerry me echó una mirada sorprendida. Tiene unos sesenta y cinco años. Quizá le parezca una ridícula, o quizá fuera por el hecho de que «la esposa del director» se estuviera quitando los pantalones. Me metí en los matorrales para hacer la toma. Las hormigas me subían por las piernas. Me costó muchísimo seguir filmando durante toda la acción, sin poder parar para quitarme las hormigas.

Estoy sentada en el techo de la lancha de patrulla. Los de producción están esperando a que la luz iguale a la de la última toma. Veo a un hombre que va nadando, empujando una roca delante de él. Un falso peñasco debió de desprenderse durante la última toma.

Sofía está sentada en el regazo de Gani. Le está preguntando por qué no lleva uniforme de guardia. Por qué lleva la pistola en el bolsillo de atrás de sus vaqueros. Por qué le sale por debajo de la remera. Por qué no lleva una pistolera.

Oigo a Roger y Charlie hablando en la orilla. Roger dice que tan pronto llegue a su casa se va a comer una hamburguesa Big Boy de Bob's. Charlie dice que ha leído que el año pasado los norteamericanos consumieron cuarenta mil millones de hamburguesas.

12 de mayo, Pagsanjan

Hoy sobrevolamos el reducto de Kurtz con el helicóptero. Las topadoras han eliminado por completo los escombros de las explosiones. El suelo estaba cubierto de una especie de polvo rosa de los ladrillos de adobe. No quedaba nada del set. Vi a los trabajadores preparando el terreno para replantar cocoteros hasta la orilla del río. En un año no quedará el menor rastro del seto

13 de mayo, Pagsanjan

Estamos en la lancha de patrulla, en el río. Se están preparando para hacer otra toma de primer plano de Marty durante el ataque con flechas. Los utileros están en el agua, recogiendo las flechas que quedaron flotando de la última toma. Francis está hablando de las ganas que tiene de ir al restaurante Musso Frank cuando vuelva a Estados Unidos y comerse una ensalada de lechuga romana con condimento de anchoa.

17 de mayo, Manila

Ayer no sentía ganas de marcharme de Hidden Valley. Sofía y yo teníamos las maletas listas. Me hubiera gustado quedarme uno o dos días más para dedicarme sencillamente a nadar, pasear hasta la gran cascada y sentarme en una roca y escuchar el zumbido de los insectos. Pero ya había cambiado nuestro pasaje de vuelta, me había despedido y me había quedado una vez. Parecía absurdo volver a hacerlo. Cuando llegamos al aeropuerto estuve a punto de pedirle al conductor que nos esperara y se asegurara de que embarcábamos. Pero habíamos llegado con una hora de antelación y no había ninguna razón lógica por la cual no pudiéramos despegar a la hora prevista. Sin embargo, cuando pasamos por el control de aduana y luego por la puerta de embarque, nos dijeron que nuestro vuelo ya había salido. La hora marcada en nuestros pasajes estaba equivocada. Lo lamentaban muchísimo. Nos llevaron a las oficinas de la compañía, donde estuvieron llamando y protestando cerca de una hora hasta que nos consiguieron pasajes en el mismo vuelo del día siguiente. Yo intenté mantenerme como una simple observadora, contemplando los giros que daba mi vida, viendo cómo me llevaban a un hotel. Al final, Sofía y yo nos encontramos en una habitación. El hotel era uno que estaban acabando de construir el año pasado, cuando llegamos a Filipinas. Ahora, la alfombra anaranjada tenía ya algunas manchas, y la colcha de la cama estaba descosida. En el baño había una vela que ahora yo sabía que no era para darle atmósfera intimista, sino por si había un corte de electricidad. El asiento del inodoro estaba cascado y en la bañera había un cabello largo y negro.

Cuando Sofía y yo bajamos a desayunar, le pregunté al recepcionista a qué hora abría el Poblado Filipino. Me dijo que a las ocho de la mañana. Llegamos allí hacia las diez y tomamos un jeep hasta la zona de Mindanao. Allí hay un museo de arte bastante digno y varias casas de estilo regional en las que venden cestería yesos objetos tejidos a mano que tanto me gustan. Estuve allí el año pasado, para mi cumpleaños, y lo pasé muy bien. Ahora estaba todo cerrado; sólo había un sitio abierto en el que vendían bisutería hecha con conchas marinas. Anduvimos hasta la siguiente zona, en la que había arrozales y cabañas de ifugaos. Vimos una anciana con los pechos al aire y unas cuantas muchachas que tejían bajo las casas. Había también unos niños correteando y pollos metidos en cestos, igual que en el set, Se podía ver el interior de algunas cabañas. En una había una maleta Samsonite guardada sobre las vigas y una estantería con libros de la Modern Library, En otra había un bebé que dormía en el suelo y una hilera de cestas de plástico repletas de ropa. Sofía tenía calor y sed y se quejaba.

16 de junio, San Francisco

Francis regresó a casa desde Filipinas, vía Asia y Europa, en un jet privado. Dean, los italianos y unos cuantos editores lo acompañaban. Estuvieron cocinando pasta, haciendo café y mirando vídeos del metraje mientras volaban. Francis me llamó desde Kuala Lumpur, donde hicieron escala para cargar combustible antes del último tramo del periplo. Dejaron a los italianos en Roma y siguieron hasta el sur de Francia para asistir al Festival de Cannes. Luego volaron hasta París, y a Madrid para ver una corrida, y luego otra vez a París, Londres y Nueva York. Sonaba muy mundano, pero cuando

Francis llegó a casa no parecía relajado y aliviado ni decía que hubiera sido todo muy divertido. Ahora está nervioso e inquieto. Fuma mucho y está irritable. Quizás esté simplemente asustado. La filmación ha terminado, y no sabe con seguridad si a partir del metraje que tiene podrá lograr una buena película.

22 de junio, San Francisco

Anoche, el asado se estaba haciendo, el pan de banana ya había salido del horno y la mesa estaba puesta para la cena. Pero Fred llamó para decimos que Francis se iba a cenar al Vanessi para seguir su reunión con Mickey Rooney y para preguntarme si quería ir. Fuimos con Gio y Dean desde casa en el Porsche de Dean. Fue divertido ir sentada en el regazo de Gio. En el Porsche que tuvimos hace años, Gio era un niño pequeño que iba sentado en mi regazo.

Cuando llegamos a Vanessi esperamos en la entrada a que nos dieran mesa. Mickey no paraba de saludar a la gente que lo reconocía. Estuvo muy enérgico toda la velada, contando historias, interpretando personajes, estrechando manos de gente que se asomaba por el compartimiento de nuestra mesa. Estuvo absolutamente divertido; Su vida y su arte parecen una sola cosa.

23 de junio, San Francisco

Ayer fui a la oficina de Francis unos minutos. Estaba sentado con su máquina de editar vídeos, pasando la secuencia inicial de Apocalipsis Now. Había imágenes en tres pantallas de vídeo que había fundido en el monitor principal. Era asombroso. Tres capas de imagen. Era algo espacial. Francis decía que esto ha cambiado totalmente el mundo del montaje. Las imágenes se pueden maquetar capa a capa, de la misma forma que se montan las pistas de sonido. Me quedé pasmada contemplando todas aquellas posibilidades.