4 de marzo, Baler
Era la primera vez que la mayoría de nosotros veíamos búfalos de agua, arrozales y chozas de palma. Cruzamos el puente que había al final de la pequeña aldea y nos adentramos en el denso follaje. Sofía dijo: «Parece el crucero por la selva de Disneylandia».
El camino acababa en la playa y nuestro jeep continuó avanzando por la arena, con el océano a un lado y la selva en el otro. Llegamos a una laguna cercana a la desembocadura de un río y nos subirnos en una embarcación que nos llevó hasta la locación de la Aldea II. El equipo de Dean había despejado la selva, llevado troncos río abajo para construir un puente, enseñado a los trabajadores locales a hacer ladrillos de adobe, transportado cañas de bambú para la siguiente locación, levantado casas, bombeado agua, plantado hortalizas… Habían creado una auténtica aldea vietnamita. Los cerdos merodeaban junto al camino, los pollos revoloteaban bajo las casas, cestos de arroz se secaban al sol en la plaza del pueblo, las cortinas se ondulaban en las ventanas, las ollas aguardaban limpias y ordenadas la siguiente comida. Oía el viento entre las palmeras, pero parecían faltar otros sonidos: no había gente.
9 de marzo, Manila
La familia está aquí, en esta casa tan grande. Es una construcción abierta y espaciosa, imponente si se compara con las otras casas de la zona. Está en Das Mariñas, el Beverley Hills de Manila. Le pedí al decorador del set que pusiese muebles de mimbre, para poder llevármelos a nuestra casa de campo del valle de Napa cuando acabe la filmación. Ha dispuesto sillas tipo pavo real y muebles de hartan con almohadones de terciopelo. Hay ventiladores de techo y multitud de plantas tropicales. Ahora llega gente para celebrar una reunión de producción en la enorme mesa del comedor. Un mayordomo joven, de chaqueta blanca, les pregunta si desean tomar un jugo de calamanci o una rodaja de papaya. Esto parece el salón del restaurante Luau.
Desde aquí oigo a unos trabajadores cavando una piscina en el jardín. Un carpintero martillea la nueva pared de la cabina de proyecciones.
Estos últimos días viajamos en jet, helicóptero, jeep, canoa y a pie para visitar todas las locaciones en que se va a filmar la película. Pasamos por cabañas de palma sobre pilares, vimos a pescadores en canoas de remos, niños paseando sobre búfalos de agua. Bebimos jugo de cocos recién cortados. Había bananos y palmeras, zonas de jungla densa, kilómetros y kilómetros de arrozales, campos de caña de azúcar, pequeñas aldeas en las que la gente sonreía y nos saludaba. En una de las locaciones, un miembro del equipo acababa de matar una cobra. Me pregunto qué pensarán los niños. Sofía tiene cuatro años, Roman, diez, y Gio, doce. Mi realidad cotidiana parece una película exótica. Una parte de mí está esperando que cambien los rollos y regresar a una escena familiar en San Francisco o Napa.
11 de marzo, Manila
Acabo de estar en la oficina de producción. La compañía ha alquilado parte de unos estudios cinematográficos en el centro de Manila. Pasé por el departamento artístico. Allí estaban Dean Tavoularis, el diseñador de producción, su hermano Alex, Angelo Graham, Bob Nelson y su coordinación de construcción, John La Sandra. No les veía juntos desde la filmación de El Padrino II. Tuve la sensación de volver a ver a mis primos y tíos. Había oficinas con gente estudiando mapas, entrevistando a pilotos y camioneros y planificando el traslado de toda la compañía hasta la primera locación principal, Baler, que está a seis horas de aquí por caminos de tierra. Queda a media hora en avión. Estaban estudiando la manera de alojar y alimentar a cientos de personas. Baler es un pueblecito en el que sólo hay un pequeño hotel.
Abajo había una sala grande como un gimnasio, llena de hileras e hileras de ropa. Vi docenas de muchachos a los que estaban cortando el pelo y probando uniformes militares. Fuera había un estudio muy grande, con un escultor y cinco o seis ayudantes que tallaban una enorme cabeza y moldeaban las decoraciones de un templo con barro, que luego se utilizaría en el templo del decorado principal, llamado «el reducto de Kurtz». Trabajaban sobre dibujos de Dean y fotos de Angkor Wat. La modelo de la cabeza grande era una bella sirvienta filipina de una pensión cercana. Ahora descansaba junto a la ventana del estudio, escuchando la radio y tejiendo al croché. Mientras, en el estacionamiento estaban comprobando varios cargamentos de material eléctrico y equipos de filmación. Francis me presentó a su director de fotografía, Vittorio Storaro. Parecía un príncipe del norte de Italia. Tenía el pelo castaño claro y cara de cuadro renacentista. Conocimos también a su operador de cámara, Enrico; a su jefe de utilería, Alfredo; al hijo de Alfredo, Mauro, ayudante de cámara; a su hermano, Mario; al técnico de iluminación, Luciano; y quizás a una docena de personas más que no hablaban inglés. Parecían una familia. Vittorio nos dijo que habían trabajado con él en El conformista, El último tango en París y Novecento. Detrás de uno de los camiones había dos hombres calentando una pequeña cafetera sobre una lata de Sterno. Nos sentamos con ellos a tomar una taza de café y nos mostraron su arsenal de aceite de oliva, latas de tomates y cajas de espaguetis, todo bien guardado dentro del cajón en que se sentaban.
13 de marzo, Manila
Acaban de llegar a la puerta principal seis cajas con cámaras y material de sonido. Francis me ha pedido que haga el documental para el departamento de publicidad de United Artists. No sé silo que quiere es mantenerme ocupada o evitar añadir un nuevo equipo de profesionales a una producción ya muy sobrecargada. Quizá sean ambas cosas. Me dijo que podía contratar a un camarógrafo y un técnico de sonido. No sé ni por dónde empezar. He hecho algo de fotografía, y una vez filmé una película de tres minutos. Pero nada más.
20 de marzo
Hoy es el primer día de filmación. Se respira nerviosismo. La locación es una salina junto a un río. La escena, la del helicóptero que trae a Willard para encontrarse con la lancha de patrulla que lo llevará al lugar de su misión. El ayudante del director pide por megáfono que todos se sitúen en sus puestos para un ensayo. Un pintor está todavía acabando de pintar el muelle. Francis, Dean y el encargado de vestuario están con Willard, intentando decidir qué debe usar. A mí acababan de invitarme a entrar en una casa local, a orillas del río. En la planta baja hay barro y varias gallinas merodeando. Hay un hornillo de gas, una chimenea, una mesa, una palangana de plástico azul, un balde de agua y una estantería con una selección de platos y ollas. Me quité los zapatos para subir a la única habitación de la casa, de tres por cuatro. En ella hay un banco de madera, una alacena y una mesita de madera, que me dijeron servía de cama. Parece una familia de seis u ocho personas. El hombre habla un poco de inglés. Me dice que tiene una prima en Maryland que es enfermera.
24 de marzo
Estoy en la habitación de Sofía, sentada en una de sus pequeñas sillas. Ella está sentada a la mesa, haciendo un dibujo de dos palmeras con una familia en el medio. Ayer almorcé en un pequeño puesto que había junto al camino. Debió de ser demasiado exótico para mi estómago: hoy me quedé en casa para poder estar cerca del baño. Puse el aire acondicionado al máximo. Cuando paso todo el día fuera, por la tarde empiezo a sentirme débil.
Los mosquitos filipinos no parecen amedrentarse ante el repelente Cutter. Sofía está llena de picaduras.
2 de abril, Baler
Los helicópteros que se utilizan en la película son de la Fuerza Aérea filipina. Hoy, en medio de un ensayo para una toma complicada, los llamaron para que fueran a luchar contra los rebeldes en una guerra civil que haya casi trescientos kilómetros al sur.
Resulta difícil saber qué está pasando. La prensa, controlada por el gobierno, no da noticias sobre la guerra. Estuve hablando con uno de los miembros filipinos del equipo y me contó que un grupo de islas sureñas, de predominio musulmán, está luchando por la independencia. Francis lleva guardaespaldas permanente, proporcionado por el gobierno. En nuestra casa hay guardias de seguridad. El gobierno parece pensar que si los rebeldes secuestraran a Francis crearían un problema que atraería la atención internacional.
4 de abril, Manila
Gio lleva casi tres semanas enfermo. Ha tenido fiebre baja, dolor de estómago, jaqueca. El médico ha venido cuatro veces. Ayer me dijo: «Señora Coppola, creo que su hijo tiene una crisis de nostalgia».
Esta mañana Gio ya no tenía fiebre. Se levantó y fue al colegio.
8 de abril, Baler
Corre el rumor de que los rebeldes están en las colinas, a unos quince kilómetros de aquí. La Fuerza Aérea filipina teme que haya un ataque contra los helicópteros, así que los han mandado a una base a Manila. Francis se siente frustrado por no disponer del equipo aéreo que le habían prometido y debe arreglárselas para seguir filmando, reorganizando las tomas.
Han llegado treinta especialistas en seguridad para custodiar el abundante' arsenal de explosivos que tiene el departamento de efectos especiales, y también los fusiles M-16 que utilizan los extras. En el aire hay preocupación porque todos saben que un accidente podría detener toda la producción.
8 de abril, Baler
Anoche Francis celebró su cumpleaños en la playa, frente a la locación. Invitamos a unas trescientas personas: el reparto, el equipo técnico, los extras norteamericanos y vietnamitas y alguna gente de la aldea. Desde San Francisco, nos mandaron cientos de hamburguesas y salchichas. La orquesta y el resto de la comida vinieron desde Manila. Llegaron a la playa en varios camiones justo cuando empezaba a anochecer. La torta de cumpleaños medía casi dos por tres metros y estaba hecha con doce tortas planas apiladas. Dos hombres se encargaron de decorada a la luz del escenario donde tocaba la banda. Le pusieron montañas, un río, un mar y olas de azúcar glaseada. Plantaron palmeras de papel, pequeñas cabañas y un puente para que pareciera la locación. Luego añadieron helicópteros de plástico, barcos, soldados, banderitas, flores y velas, y con unas letras pusieron: «FELIZ CUMPLEAÑOS, FRANCIS. APOCALIPSIS NOW.»
De las parrillas salía una densa humareda; alguien se había olvidado las espátula s y la gente intentaba dar vuelta las hamburguesas con trozos de cartón. Muchos trozos de carne caían entre los hierros de las parrillas y se quemaban sobre el carbón. Era una noche calurosa. Se acabaron las bebidas frías. Algunos decían que no se había encargado las suficientes. Otros dijeron haber visto a unos tipos que tomaban cajas y se marchaban corriendo, amparados por la oscuridad.
Un grupo de señoras provistas de cuchillos para servir la torta empezaron a retirar las decoraciones y a cortar trozos por la base, mientras los decoradores todavía trabajaban por arriba. Dos extras vestidos de militares hablaban sentados en un banco detrás de mí. Uno de ellos dijo: «¡Dios, esto es lo más decadente que he visto en mi vida!».
9 de abril, Baler
Varios centenares de vietnamitas del sur fueron reclutados en un campo de refugiados cerca de Manila para que hagan de vietnamitas del norte en la película. Hoy, cuando pasé por su zona de descanso, estaban ensayando una pequeña obra mientras esperaban para la toma siguiente. No hablan inglés, pero un joven gritó «Atención» y todos callaron y se preparan. Luego dio un golpe con dos palos y gritó «Acción» y la obra empezó en vietnamita. Luego advertí que el cabecilla del grupo los llamaba a almorzar de la misma forma. Dijo «Atención» y todos se reunieron; luego dio un golpe con dos palos y gritó «Acción», y todos se dirigieron al comedor en una ordenada fila.
Abril, Baler
Finalmente adiviné por qué las tablas de los inodoros tienen siempre huellas de zapatos. Los norteamericanos que diseñaron los inodoros eran muy altos, y los pusieron tan elevados que cuando los vietnamitas o filipinos se sientan en ellos no tocan el suelo con los pies. De manera que se ponen de pie sobre la tabla y se agachan.
10 de abril, Manila
Nuestra lavandera Cecilia me cae bien, pero me molesta tener una lavadora humana. Lo lava todo a mano en la pileta y luego lo plancha, con el calor que hace. Me siento mal cada vez que dejo una prenda en el canasto de la ropa sucia. Se lo comenté a la mujer que vive en la casa de aliado. Me dijo que Cecilia está encantada de trabajar con una familia agradable y que proporciona puestos de trabajo muy necesarios. Gana, en pesos, unos 55 dólares al mes, más el alojamiento y la comida. Aquí un electrodoméstico cuesta más.
12 de abril, Baler
Estoy sentada sobre unos sacos de arena en el edificio del colegio,. mientras espero que se filme la gran toma: ocho helicópteros llegarán desde el mar, bombardearán dos casas y algunas palmeras, luego darán media vuelta, volverán a pasar; bombardearán dos casas más, volverán de nuevo y bombardearán cuatro casas y los botes de la playa. Los de efectos especiales ya han empezado a encender fuegos en las chozas de los alrededores. Están echando neumáticos a las llamas para que siga saliendo humo negro. Los helicópteros están recargando combustible. Por la radio tenemos la descripción de lo que sucede a cinco kilómetros de aquí: «Los motores ya están en marcha. Ahora ya están volando».
Más tarde
Casi de inmediato, empezó la filmación. Los extras corrían delante de nosotros, dos casas explotaron y empezó el fuego. El humo soplaba en nuestra dirección y tuve que parar de filmar, Cambié la cámara y el trípode de sitio. Al intentar equilibrar la cámara, giré el mango en la dirección equivocada y se me cayó de las manos. No logré hacer la segunda toma hasta que las casas de la izquierda de la plaza de la aldea ya estaban ardiendo. Había tanto ruido que no me di cuenta de que mi cámara se había quedado sin película. No sé cuánto me perdí. Al final cambié los rollos de película y tomé algunas imágenes más de la casa que ardía junto al puente. El humo era tan denso que me picaban los ojos, la nariz me goteaba y no podía ver nada, así que dejé de filmar. Entonces oí un gran griterío. El almacén de pinturas y el de material de utilería, con todo el equipo de los dobles, estaban ardiendo. Mi equipo estaba en el mismo edificio. Corrí a buscarlo y encontré los tres estuches de mis cámaras derretidos junto a la puerta. El viento había empujado el fuego hasta el camino. Cuando empezaron a estallar las latas de pintura, unos hombres provistos de mangueras echaron a correr, La gente ha estado entrando y saliendo de la humareda durante mucho tiempo, todos intentando localizar su material. Los dobles son los que sufrieron más pérdidas y van a tener que regresar a Los Ángeles: sus trajes de amianto hechos a medida se derritieron. Hubo pérdidas de entre treinta y cincuenta mil dólares. La gente creía que yo estaba llorando porque Francis se había enfadado conmigo por haber perdido el material, pero en realidad mis lágrimas eran provocadas por la densa humareda.
Abril, Baler
Colocaron una especie de ganchos en las bisagras de las puertas del helicóptero, para poder sacadas rápidamente y montar las cámaras.
Abril, Baler
Estuve pensando en el tiempo, en cómo en un set se puede mantener inmóvil, sin importar el número de tomas y horas transcurridas. Se añaden reflectores y luces, se borran las huellas y desaparecen los indicios de que el día ha avanzado. Cuando la filmación termina y se apagan las luces, el tiempo parece dar un salto en cuestión de segundos. Quizá filmar películas 'Sea un paso adelante hacia la posibilidad de avanzar y retroceder, de entrar y salir del tiempo.
13 de abril, Baler
Son las ocho de la mañana y ya hace un calor increíble. Ojalá soplara una brisa ligera y removiera un poco este aire húmedo e inmóvil. Anoche nos quedamos en Baler. Para cenar sólo teníamos pollo frito. En la aldea no se podían comprar verduras y tampoco había venido el avión de Manila. Comimos espaguetis en casa del equipo italiano. Sus reservas de tomates en lata, aceite de oliva y espaguetis traídos de Italia están menguando. Oí que habían encargado más para que se las manden con el próximo envío de película desde Roma. Finalmente lograron que en la panadería local les hagan un poco de pan al estilo italiano, sin azúcar y leche.
14 de abril, Manila
Dentro de poco estaremos en Pascua. Hace semanas le pregunté al muchacho de la casa de al lado de dónde había sacado sus pinturas norteamericanas para pintar los huevos de Pascua. Me dijo que las había comprado en el mercado negro. Después de esto, empecé a advertir que extraños artículos aparecían en el supermercado, como varias cajas de mayonesa Best Foods que aquí venden más barata que en Estados Unidos. Luego desaparecieron y ya no he vuelto a ver más.
16 de abril, Manila
Anoche Francis vio el montaje de los fragmentos tomados durante las primeras semanas. Eran las escenas de Harvey Keitel, que hace el papel de Willard. Luego se sentó en el sofá con los editores y Gray y Fred, los productores. Les dijo:
-¿Y bien, qué les parece?
Yo subí a darles las buenas noches a los niños, y cuando bajé, unos quince minutos más tarde, ya estaban hablando por teléfono reservando pasajes para volar a Los Ángeles. Al día siguiente Francis había tomado la decisión de sustituir a su protagonista. Gray le dijo:
-Dios mío, ¿cómo tienes el valor de hacerla?
Esta mañana Francis se levantó todavía más temprano de lo que acostumbra. No durmió demasiado. Se afeitó la barba. Cuando bajó a desayunar, hacia las seis, los chicos se quedaron bastante sorprendidos. Últimamente está usando lentes de contacto porque es más fácil mirar a través de la cámara sin los anteojos y además adelgazó unos doce kilos. Estaba realmente diferente. Dijo que quiere ir a Los Ángeles sin que la prensa lo reconozca: no quiere que empiecen a circular rumores sobre los problemas de la película antes de haber encontrado a un nuevo protagonista. Más tarde dijo que se afeitó la barba para demostrarse a sí mismo, como una especie de símbolo externo, que incluso cuando tiene problemas importantes es capaz de asimilar los cambios.
Cuando se marchó a la filmación, Sofía todavía dormía. Ella nunca lo ha visto sin barba. Entonces decidí que esta noche la llevaría al aeropuerto para recibirlo cuando volviera de Baler y se marchara a Los Ángeles, para que la niña no pensara que se había marchado y volvía cambiado. Esperamos mucho rato en el aeropuerto, y cuando por fin lo vio, Sofía dijo:
-Ooooh, papá, pareces tonto … muy tonto.
17 de abril, Manila
Estoy aquí en Manila sola con los niños, En Filipinas prácticamente todo está cerrado por Pascua. Llamamos a Francie y Alex Tavoularis. Son casi los únicos miembros de producción que no se marcharon a Hong Kong a pasar las vacaciones. Jugamos en la piscina y pintamos los huevos de Pascua. Dios mío, hace tanto calor.
20 de abril, Manila
Ayer Francis le mandó un telegrama al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en el que le explicaba la situación y le preguntaba por qué no podía alquilar material del ejército norteamericano del mismo modo que lo hicieron para filmar Boinas Verdes. Necesita realmente un helicóptero Chinook para llevar la lancha de patrulla hasta el río para la escena de la Aldea II. La Fuerza Aérea filipina no tiene helicópteros elevadores. Es como si el Departamento de Defensa estuviera ejerciendo una especie de censura. Las películas sobre la Segunda Guerra Mundial siempre obtienen todo tipo de ayuda.
No dejo de pensar que necesito encontrar el concepto para el documental. Si supiera cuál es la idea base podría ser más concreta a la hora de decidir lo que filmo. Supongo que cuento con que, en algún momento, el concepto se me va a aparecer como algo obvio, y que será una idea mejor que cualquiera que hubiera podido ocurrírseme de antemano. Intento evaluar cada momento y filmo lo que me parece pertinente y factible.
21 de abril, Manila
Después de toda la campiña que hemos visto, me sorprendió lo bello y exótico del camino hasta Pagsanjan. Quizá fuera la luz de la tarde, o mi estado de ánimo. Podía ver todos los detalles, como si la visión de toda una extensión de cocos abiertos secándose junto al camino me permitiera ver cada uno en particular. Había arrozales, pequeñas aldeas de chozas de palma, búfalos de agua, la ropa lavada de una familia tendida en la valla de un cementerio, una rodaja de sandía colgando de una cuerda sobre la cabeza de un vendedor, haces de luz que se filtraban a través de los puestos de venta junto al camino, pilas de quesos envueltos en hojas de banano, un sofá de madera instalado bajo un árbol, junto a la carretera, como si la gente viniera a sentarse para contemplar el panorama, campos de caña de azúcar y montañas azuladas en el horizonte.
22 de abril, Manila
Hoy es el cumpleaños de Roman. Lo dejé quedarse en casa para asistir a la filmación. Estamos en el aeropuerto, esperando que salga la pequeña avioneta de una sola hélice para Baler. Ya lleva una hora de retraso, pero no quiero que se den prisa. Tienen la tapa del motor levantada y van de un sitio para otro. Roman está apoyado en una mesa, aquí en la sala de espera de los pilotos. Nos levantamos a las cinco y media y ahora son casi las ocho. Hace mucho calor y empezamos a agotarnos. El calor y la espera: éstos son los dos conceptos más recurrentes aquí. Francis se adelantó en el jet MU-2, con Vittorio y el resto del equipo. Roman y yo, y mi camarógrafo Doug, estamos aquí esperando. No puedo evitar que una idea cruce mi mente: esta avioneta podría caerse.
Subimos al avión y el motor se puso en marcha. Oí un segundo motor detrás y por encima y sentí un alivio inmediato. Con las sombras del hangar no lo había visto. La extraña avioneta se llama Push-pull, y está pintada de azul celeste. Las usaban los vietnamitas del norte. Los ayudaba a camuflarse contra el cielo, puesto que no tenían aviación para esconderse en tierra. Volamos bajo. La vista era muy bonita, pero había turbulencias. Me mareé, pero en un momento dado conseguí olvidarme de mi estómago y concentrarme en la vista. Los arrozales formaban unos dibujos increíbles. De pronto comprendí de qué trata la pintura abstracta. Es una visión de la realidad que sí existe.
Sobrevolamos montañas peladas y erosionadas, en las que había habido bosques de caoba. Finalmente iniciamos el descenso, primero hasta la altura de los cocoteros en el suelo del valle y luego aterrizamos en el campo lleno de baches y hierbas que es el aeropuerto de Baler. Vi una nueva chocita de paja en la que vendían refrescos. Ahora ya no había ni la mitad de niños mirándonos que las primeras veces que aterrizamos aquí.
Nos esperaba el helicóptero y llegamos a la locación al cabo de cinco minutos. Daba pena, ahora que estaba casi todo destruido: esqueletos de bambú carbonizados se asomaban por el agua. En la playa ya habían empezado a encender fuegos para provocar la humareda de la escena de hoy. Aterrizamos sobre la arena y caminamos hasta la plaza de la aldea para ver qué aspecto empezaba a tener la escena de la primera toma. Estaban instalando algunas palmeras para que estallaran detrás de la escuela. Empezó a llover. Nadie pareció darse cuenta excepto los extras, que se protegían debajo de un banano o se metían en el interior para que no se les mojaran los trajes.
A la hora de almorzar trajeron una torta de cumpleaños para Roman. Él mismo la cortó. El tosco cuchillo destrozó el glaseado y levantó trozos del pastel, y él mismo se lo sirvió al equipo con las manos. A nadie pareció importarle. Estaba muy sabroso y desapareció en pocos minutos, con un montón de dedos rascando los trozos de glaseado pegados a la base de cartón. Uno de los extras vestido de militar le dijo a Roman: «[Dios mío, qué suerte que tienes de ser millonario!».
El día entero transcurrió entre penosos montajes y ensayos de la escena de la plaza de la aldea, donde aterriza el helicóptero para cargar a un militar herido. Intenté filmar los ensayos con el aterrizaje del helicóptero, pero estábamos tan cerca que la hélice nos salpicaba tierra y arena y humo con tanta fuerza que acabó levantándonos al trípode y a mí del suelo. Justo antes de una toma ponía una bolsa de plástico encima de la cámara y me cobijaba debajo. Doug ponía su chaqueta encima e intentaba sujetarme. Finalmente, nos dimos por vencidos y decidimos filmar desde detrás de una hoja de plexiglás, donde estaba una de las cámaras principales. En mi fotograma había cabezas de gente que yo no quería. La toma principal, con su complicada sincronización de efectos especiales, no se filmó hasta las cinco y cuarto de la tarde. Vittorio estaba furioso porque el helicóptero no aterrizó en el lugar exacto donde lo había hecho durante los ensayos, de manera que su cámara no logró la composición que él quería. Después de hablado con los demás, Francis decidió volver temprano al día siguiente para intentarlo de nuevo.
Cuando llegamos a casa, en Manila, hicimos una cena de cumpleaños para Roman. Fred y Gray hacían conjeturas sobre si Jack Nicholson haría la película y si tendrían que darle un porcentaje, qué porcentaje resultaría más rentable si la película ganaba cuarenta millones de dólares, y cuánto ganarían si hacía el papel un actor desconocido, y cuánto si la película obtenía sólo veinte millones, o si obtenía ochenta millones … Durante todo este tiempo, Roman estuvo en el otro extremo de la mesa abriendo sus regalos: unas patas de rana de once dólares, fichas de póquer de un dólar, una remera de dos dólares y libros de historietas de quince centavos, una pelota y una pistola de juguete.
23 de abril, Baler
El despertador sonó a las 4:43, y a las cinco y media ya estábamos camino del aeropuerto. No creo que nadie confiara en nuestra puntualidad. Al avión estaban todavía cargándole combustible, pero logramos despegar más rápido de lo habitual. A las seis y media estábamos en la locación, y el equipo ya estaba allí, empezando a organizar la misma toma del día anterior. Regresé al pueblo de Baler para encontrarme con Doug y Larry, Puesto que la escena era la misma del día anterior, decidimos emplear la mañana en filmar algunas imágenes del recorrido en jeep desde la aldea hasta la locación. Escogimos un jeep que era muy típico, todo pintado con un caballo plateado delante y una estampa de Jesucristo en el tablero. Hemos tomado fotos de todo el recorrido hasta la locación. Todo el tiempo le pedíamos al conductor que se detuviera y diera marcha atrás. Al cabo de un rato comprendió lo que intentábamos hacer y empezó a enseñarnos las palabras en tagalo para decir «para», hinto; «adelante», avanti; «atrás», atrase. Parece una mezcla de japonés e italiano. Al final, el chófer me dijo: «Tú, muy pequeña; tu marido, muy grande. Tú, muy rica; el señor Coppola, muy, muy rico». Me recordó el día que fuimos al mercado en Manila y yo no quise comprar naranjas porque estaban a tres por dos dólares, y en cambio las enormes papayas costaban quince centavos. Mis hijos me dijeron: «Vamos, mamá, si eres rica»
Cuando regresamos al set, la toma de la mañana había empezado temprano y sin contratiempos. Todos estaban de buen humor. Era la primera vez desde el principio de la filmación que equipo, cámara, producción, efectos especiales, dirección, acción y todo habían funcionado exactamente de la manera esperada. Uno de los filipinos del equipo se subió encima de una palmera caída tras una de las explosiones de efectos especiales, empezó a aporrear las capas de hojas y cortó el corazón del árbol con su machete. Mucha gente lo probó. Yo me llevé un trozo grande a casa y preparé una ensalada de palmito con ajo y vinagre y abundante aceite de oliva.
24 de abril, Baler
Hay baños normales en el exterior, para los extras, y seis baños químicos, de uso exclusivo para el reparto y los miembros del equipo. Ayer se acabó el disolvente químico y el hedor era diez veces peor que en cualquiera de los baños exteriores. Estuve a punto de vomitar.
Estoy sentada en el pequeño vestidor de paja de Francis. Es un placer estar a solas unos minutos. La luz se filtra a través de las paredes de estera y proyecta pequeños rectángulos brillantes sobre mis piernas. Fuera, el viento sopla entre las palmeras. Si cierro los ojos, podría ser el sonido del viento entre los pinos de nuestra cabaña de montaña, quizá porque las palmeras son casi del mismo tamaño que los pinos. Oigo a uno de los asesores militares hablar con Martin Sheen en la cabaña que está a pocos metros de la mía. Fue contratado para el papel de Willard en el viaje de Francis a Los Ángeles. Hoy es el primer día de Martin en la locación. Anoche estuve en casa hasta el toque de queda de la una de la madrugada. Me quedé impresionada por su humanidad. Hoy intenté decírselo pero me sentí cohibida. Esta mañana volvimos a levantamos a las 4:45 y ahora empiezo a sentirme débil. No sé cómo lo resiste Francis. Hoy hizo un poco de café espresso después del almuerzo, lo cual ayuda un poco.
25 de abril. Manila
Hablamos por teléfono con los padres de Francis. Su madre me preguntó si la verdadera razón de que Brando no participara en la filmación en mayo era que estaba demasiado gordo. Le dije que no, que era porque el set todavía no estaba listo y Brando quería pasar los meses de verano con sus hijos. Más tarde me di cuenta de lo insulsa que debió de parecerle mi respuesta, sin una pizca de la magia del mundo del cine.
26 de abril, Baler
Desayunamos a las cinco de la mañana en Manila. Ahora son las 9:22 y me muero de hambre. Estoy sentada encima de unos sacos de arena, imaginándome lo que comería si estuviera en San Francisco. Creo que me iría al Mama's de Washington Square Park y pediría el especial. Ni siquiera tengo unos maníes.
Mientras limpiaba el estuche y la funda de mi cámara reparé en que hace semanas que no me pinto los labios. Miré en el tubo del lápiz labial pero estaba todo derretido hacia un lado.
Esta mañana estamos esperando, porque el helicóptero de evacuación no fue llamado con suficiente antelación. Era necesario que estuviera allí en caso de que alguien resultara herido en la escena de la gran explosión de la plaza de la aldea. Ahora la luz ha cambiado: cae una ligera llovizna, y tenemos que esperar a que brille el sol para que la toma sea igual a la del otro día. Francis está enfadado, pero en vez de gritar, se ha ido con el piloto a tomar una clase de vuelo. Está haciendo prácticas de giro y aterrizaje. El viento debe de estar transportando el sonido de una manera extraña, porque, aunque están al otro lado del río, por encima de los arrozales, se los oye muy fuerte. Los búfalos de agua merodean por allí.
Ayer entraron a robar en el departamento de vestuario y se llevaron los guantes de amianto que habían usado los bomberos para salvar los trajes en llamas de los dobles. Mandaron a alguien a Baler para comprar más, pero todo lo que había eran guantes de novia.
En el set resulta muy fácil entablar una conversación sobre cámaras fotográficas. Todo el mundo parece tener al menos una, o estar decidiendo qué accesorios se comprará en Hong Kong. Nat me preguntaba sobre la mía, y la conversación derivó hacia las lentes. Le dije que sólo tenía una, y me preguntó:
-¿Cómo? ¿Una señora rica como tú sólo tiene una lente? ¡Pero si hasta tu chófer tiene cuatro!
Tuve esa leve sensación de estar haciendo algo mal, pero, en realidad, las fotos que yo quiero tomar se podrían hacer con una automática. Me interesa registrar algunos momentos que se me presentan; únicamente aislar algunas cosas del resto, no embellecerlas o darles un tono concreto, ni hacerlas más interesantes; no pretendo juzgar, sólo transmitir lo que veo. Cualquier cámara me serviría. Y me gusta la que tengo. Estoy acostumbrada a ella. Le tengo cariño. Creo que poseo el mayor de los lujos: ya tengo todo lo que quiero.
27 de abril, Baler
Mientras volaba en el helicóptero desde el set hasta la pista de aterrizaje de Baler, de pronto me acordé del miedo que tenía las primeras veces que subí a un helicóptero. Hoy volábamos con las puertas abiertas y sin cinturones, con una mano en la montura de la cámara y la otra apoyada en un montón de cajas de película. Era casi lo mismo que viajar en jeep, pero mucho más rápido, sin el traqueteo y con una vista fantástica.
28 de abril, Manila
Esta semana Francis ensayó el texto con el reparto dos veces. Los actores estaban muy entusiasmados, pero en realidad Francis estaba ansioso y asustado porque ve que en el guión, aunque tiene algunos personajes de reparto buenos y algunas escenas buenas, los personajes de Willard y Kurtz todavía no están bien definidos y él ya está enfrascado en esta gigantesca producción. Recuerdo la ansiedad que sentía y la batalla que tuvo con el guión de El Padrino II y me parece, en retrospectiva, que en aquel momento era él mismo abordando los mismos temas de su propia vida: el dinero, el poder y la familia. Ahora se enfrenta a los temas del viaje de Willard hasta Su propio yo y las verdades de Kurtz, que son de alguna manera temas que él no ha resuelto en su fuero interno. Por lo tanto, se enfrenta a una lucha muy intensa mientras intenta definir el final del guión y, de paso, comprenderse a sí mismo. Es consciente de que ambos pueden alcanzar la meta, pero también de que puede no ser así.
Mirando atrás, quizá sea ésta la razón por la que siempre ha tenido conflictos con todos sus guiones, empezando por Llueve sobre mi corazón. Todos tratan temas que él estaba resolviendo interiormente, no cosas ya resueltas sobre las que puede mostrarse distanciado y objetivo.
29 de abril, Manila
En el trayecto de regreso en el jet, viajé en el asiento del copiloto. Era como si la gran ventana lateral mostrara mi película personal. Sobrevolamos el agua. Las delicadas líneas de las extrañas redes de pesca parecían enormes dibujos de Paul Klee sobre papel gris azulado. Luego volamos por la línea costera. Vi los canales e hileras y más hileras de cuadrados prolijamente dibujados en los que la gente pone agua de mar a secar para obtener sal. Hubo un momento en que quedamos entre nubes, con nubes encima y debajo; el avión, con las cumbres de las montañas y el sol poniente anaranjado, quedaba en el espacio despejado de en medio. Por la radio nos llegaba el ruido estridente de las indicaciones de tráfico aéreo, mientras todos los aviones de la zona se preparaban para aterrizar antes del anochecer, la hora límite que establece la ley marcial.
Cada vez parece haber más paralelismos entre el personaje de Kurtz y Francis. Ambos sienten la exultación del poder ante la posibilidad de perderlo todo, como la excitación de la guerra, cuando uno mata y se arriesga a que lo maten. Francis ha asumido el mayor de los riesgos en la manera en que está haciendo la película. Siente a la vez el poder de ser el creador/director y el miedo de fallar estrepitosamente.
30 de abril, Manila
Hoy parece el día más caluroso desde que llegamos. Al salir de la habitación con aire acondicionado, una pared invisible de aire caliente me golpeó con un impacto físico real.
Esta casa está equipada con corriente eléctrica de 110 y 220 vatios. Cada enchufe tiene dos salidas. Los electrodomésticos norteamericanos que trajimos van con 110, pero alguien quemó la tostadora y ahora acabo de hacer lo mismo con la cafetera eléctrica.
La máquina de espresso no funciona y la pequeña cafetera italiana está en la locación. Estoy de un humor de perros. Sólo quiero una taza de buen café en mi propia casa.
Por esta casa pagamos un alquiler como el que pagaríamos en Beverly Hills. Es una casa grande y cómoda para nosotros, pero hay cortes de electricidad muy a menudo, y ahora que hace tanto calor cortan el agua cada vez con más frecuencia. Hoy hemos estado sin agua todo el día, no se puede tirar de la cadena del inodoro y no puedo ni tomar una ducha. Los vecinos nos dicen que somos afortunados de tener piscina y, al menos, poder refrescarnos.
30 de abril, Manila
Creo que ya sé por qué la gente de aquí tiene la piel tan bonita. Sudan todo el día yeso es muy lubricante. Mi piel irlandesa necesita un clima más fresco y húmedo para sobrevivir. Estoy toda roja y llena de manchas.