Los Ángeles
Cuando Michael Rose subió al fin al escenario se había hecho tarde. Se había visto obligado a enfrentar a una hueste de suplicantes y peticionarios desde el aparcamiento hasta los camerinos, que le hacían apremiantes preguntas acerca de seminarios en línea y la optimización de los motores de búsqueda, telemaratones, exenciones de impuestos y audiencias. Su bella esposa Judy y Thaddeus ya se habían adelantado hasta el podio. La afluencia era excelente. Más de diez mil adolescentes, preadolescentes y veinteañeros colmaban el local. Una de las jóvenes llevaba un vestido rosa y blanco con lazos azules. Apenas tenía dieciocho años, calculó Michael. En ese momento se encendió el foco.
—¿Por qué estudiamos el fin de los tiempos? —entonó Michael. El auditorio se sumió en la penumbra. Una pantalla gigante, que habían instalado detrás del estrado, se iluminó bruscamente cuando la primera de las tres cámaras enfocó a la figura que descendía del escenario—. ¿Cuáles son los cuatro pilares que sustentan esta asamblea?
La muchedumbre murmuró y algunas voces exclamaron:
—¡La salvación a través de Cristo!
—Amén. ¿Y qué más? —preguntó Michael.
—¡La sanación divina!
—La expiación dispone la liberación de la enfermedad —repuso Michael.
—¡El bautismo en el Espíritu Santo!
—Sí, todos los creyentes tienen derecho a recibir el bautismo en el Espíritu Santo y deben esperar y buscar la promesa del Padre. ¿Y cuál es último pilar, hermanos y hermanas?
—¡La segunda venida! —chilló alguien.
Michael se volvió hacia aquella voz.
—Así es —asintió—. La segunda venida. —Resonó una muralla de timbales. Sonaron los vientos. Las palabras «Por qué estudiamos el fin de los tiempos» aparecieron en la gigantesca pantalla, superpuestas sobre el rostro arrebolado de Michael—. Es necesario que estudiemos el fin de los tiempos por tres motivos: primero, para conocer a Jesús; segundo, porque la Biblia nos dice que hemos de estar preparados para su venida, y tercero, porque cuando Jesús regrese nos traerá una recompensa, tal como anunciaron los apóstoles. Casi todas las epístolas del Nuevo Testamento anticipan una era futura. Y requieren una obediencia absoluta en nuestra forma de vida, pues de ella dependen el juicio y las bendiciones que recibamos en el futuro. Yo os digo que ese dichoso y terrible día del Señor —continuó mientras las luces del escenario se atenuaban y el foco se apagaba—, que la Biblia nos asegura que sacudirá el mundo entero, todo el planeta, está cerca… probablemente más de lo que creéis.
En ese punto pareció que el auditorio estallaba en llamas. En el aire detonaron fuegos artificiales. Las pantallas gigantes instaladas detrás del escenario cobraron vida, emitiendo erupciones volcánicas, inundaciones y terremotos, mostrando infiernos de fuego. Los asientos del auditorio vibraron y rebotaron y una portentosa exhalación de instrumentos de viento saturó el aire. Después se interrumpió. Un foco se encendió sobre una figura que se encontraba al otro lado del escenario, una joven vestida de blanco. Estaba de rodillas, rezando, bañada en la luz opalescente. Otro foco iluminó a Michael.
—Pero se está produciendo un cambio en el mundo —prosiguió—, sobre todo entre los jóvenes como vosotros. —Las imágenes catastróficas dieron paso a un primer plano de la joven de blanco, fundido delicadamente con el rostro del propio Michael—. Dios os está instando a buscar algo más que libros de autoayuda en eBay. Yo os pregunto: ¿podría ser que el Espíritu Santo estuviera instigando un movimiento de oración que lucha por un renacimiento a escala planetaria?
»Se han escrito muchas cosas sobre la primera generación de cristianos, que según parece estaban convencidos de que el señor regresaría durante su vida. —Representaciones de los santos y los apóstoles refulgieron a sus espaldas—. Entonces sucedió algo. —Una imagen del templo de Jerusalén llenó la pantalla y desapareció con un fogonazo, reducido a escombros—. Jerusalén fue destruida en el año 70 después de Cristo tras una fallida revuelta judía, y con ella el templo. Piedra sobre piedra, tal como había anunciado Jesús. Más adelante, en el año 135, después de otra rebelión, Jerusalén fue borrada de la faz de la Tierra. El reino de Israel dejó de existir. Y muchos líderes de la Iglesia empezaron a referirse al fin del mundo como algo que sucedería en el futuro. El futuro lejano. No sabían cómo interpretar los pasajes bíblicos que hablaban de Israel, una nación que ya no existía. Hasta 1948. Y el renacimiento de Israel como nación. Y el regreso de Jerusalén a manos israelíes al cabo de algunos años. El regreso de los judíos a la tierra que les habían prometido es una señal de un cambio en las estaciones. Presagia una serie de portentos y sucesos que culminará en el advenimiento de una terrible época de renovación.
»Jesús enumeró los signos que anunciarán que se avecina el fin de los tiempos en el comienzo de los dolores —dijo Michael—. «Os hablarán de guerras y rumores de guerras… Las naciones y los reinos se levantarán los unos contra los otros… Habrá hambrunas y terremotos en muchos lugares… El sol se oscurecerá y la luna no dará luz…» ¡Decid amén!
La muchedumbre respondió al unísono:
—¡Amén!
—¿Por qué estos acontecimientos serán tan trascendentales y tan intensos? —la interpeló Michael—. La respuesta no es que Dios sea severo, sino que el estado de la Tierra será tan acuciante que no habrá ninguna alternativa posible. ¿Estará sucediendo ahora? ¿Se avecina el fin de los tiempos?
Las tres pantallas a sus espaldas se encendieron de repente, mostrando escenas de inundaciones y devastación.
—En 2005 el huracán Katrina anegó el ochenta por ciento de Nueva Orleans y una metrópoli del primer mundo se transformó al instante en una catástrofe tercermundista. Pero aunque los medios de comunicación liberales, como la revista Time, se burlaron de la explicación de que el huracán había sido el juicio de Dios a aquella ciudad pecaminosa, para los creyentes no hay discusión posible. Al contrario que los ataques terroristas del 11 de septiembre, en los que muchos buscaron a tientas respuestas sobre el origen del problema, en esta ocasión la respuesta estaba clara. Solo Dios controla las monumentales fuerzas de la naturaleza. Como dijo Jeremías, Dios está enfrentado con las naciones por culpa del pecado.
Michael se dirigió al borde del escenario y alzó los brazos.
—Yo os digo, hermanos y hermanas, que Katrina no fue solo un juicio a Nueva Orleans. Fue un juicio a todos los que abrazaban la oscuridad y el pecado. Los cataclismos de los últimos años, ataques terroristas, tsunamis y huracanes, no son sino heraldos de acontecimientos terribles que aún han de producirse, el preludio del fin definitivo de los tiempos.
»La Biblia se refiere a la gran «novia» de Cristo, que aglutina a todos los creyentes en una sola congregación sagrada. Por el contrario, el Apocalipsis describe a una monstruosa figura llamada la Babilonia Misteriosa, una mujer «engalanada con perlas y escarlata, con adornos de oro». No se trata de una mujer de verdad, claro, sino de un símbolo de una religión global. Personifica el espíritu de nuestra era: la complacencia, el egoísmo y la gratificación. ¿Hay alguno entre nosotros que no sienta la tentación de estas nuevas religiones mundiales que hablan de la salvación mediante el descubrimiento de uno mismo? Pero yo os digo que la Babilona Misteriosa anunciará la gran tribulación, en la que perecerán billones de personas.
La pantalla mostró un mapa del mundo. Pequeños iconos que representaban a sus habitantes ilustraban las poblaciones. En un instante, los iconos empezaron a desintegrarse y el número de víctimas se desplegó en una caja a la derecha.
—Combinando los números que se describen en los s seis y nueve del Apocalipsis, así como en el trece de Zacarías, se deduce que se llevará a la mitad de la población mundial. Aniquilada. Exterminada.
Las grandes pantallas se apagaron. Solo se veía el rostro ceniciento de Michael.
—¿Es posible que esto suceda? No, ¿cómo sucederá? —Se volvió hacia la muchedumbre fascinada—. Empezará con el diablo. —Una imagen estilizada de Satanás apareció en la pantalla del centro. Un murmullo brotó del público—. El plan de Satanás consiste en dos grandes estrategias: destruir a los beneficiarios de las profecías de Dios, los cristianos y los judíos, y coronar a su agente como rey del mundo.
»Para muchos —continuó Michael— el anticristo no es más que una fábula, una creación de los teóricos de las conspiraciones bíblicas. Pero el estudio del anticristo nos preparará para enfrentarnos a su fulgurante ascenso al poder, pues su dominio formará parte del fin de los tiempos. Se especula mucho sobre este futuro líder del mundo. Algunos creen que vive en nuestros días. Sean cuales sean sus orígenes, cuando entre en escena causará un tremendo impacto a escala internacional. Daniel dice del anticristo que «firmará un pacto con muchos». Israel será una de las numerosas naciones que participarán en ese pacto, que tendrá la apariencia de un tratado de paz. Las engañarán para que hagan un trato con el anticristo. Dicho tratado impulsará una confianza de la que nacerá una nueva religión mundial, la religión de la Babilonia Misteriosa, y el anticristo iniciará su ascenso al poder. Instigará esta nueva religión mundial, beneficiándose del entramado de conexiones y de la prosperidad económica. Y mientras tanto, entre bambalinas, estará aumentando sus recursos y sus fuerzas, firmando los acuerdos clandestinos y los tratos indirectos que finalmente habrán de llevarlo al poder.
»Cuando el anticristo haya creado esta religión comenzará el asesinato en masa de los cristianos y los judíos. Seducirá a las naciones del mundo con falsos portentos y riquezas. Diez reyes le entregarán todas las potestades del gobierno a uno de ellos, el anticristo, que conquistará la ciudad de Babilonia, se apoderará de sus recursos religiosos y económicos y fundará un imperio de diez naciones que será la auténtica potencia internacional. ¿Dónde se encuentra Babilonia?
Michael señaló a sus espaldas y una pantalla cobró vida súbitamente. Apareció un mapa de Oriente Medio. Babilonia estaba señalada con una estrellita roja. Y sobre ella se leía el nombre de una nación: Iraq.
—Así es —afirmó Michael—. En Iraq. Cuando Satanás llegue a la Tierra, el anticristo y sus aliados destruirán la ciudad de Babilonia. Y lo que es peor, el anticristo se establecerá como el único Dios verdadero y pondrá una imagen de sí mismo en la más sagrada de las sagradas. Los que estén dispuestos a adorarlo recibirán una marca que les permitirá participar en la economía global. Los que se nieguen a someterse serán brutalmente asesinados. Pero, mientras tanto, un suceso aún más dramático tendrá lugar en la sala del trono del Cielo. Dios le entregará a Jesús un manuscrito, la «escritura» de la Tierra, y esto será una ocasión tan trascendental que los ángeles de la sala del trono se pondrán a cantar. Una nueva canción.
El auditorio se llenó de repente con una nota límpida. Un foco iluminó a un niño disfrazado de ángel. A medida que el foco se ampliaba revelaba a otros coristas cantando. Enseguida toda la sala se estremeció con un sonido glorioso, un brillante tapiz de voces sincrónicas.
—Cuando Jesús abra el manuscrito romperá siete sellos, allanando de esta forma el camino para su regreso a la Tierra. —Una enorme mano apareció en la pantalla del centro, sosteniendo un pergamino de color crema—. Cuando se rompa el primer sello, el anticristo exigirá que todo el mundo lo adore como Dios. —Un poderoso rugido, como el restallido de un trueno, inundó la cámara. Aparecieron imágenes en las dos pantallas laterales. La imagen burbujeó y se inflamó, como si la película se hubiera salido de los engranajes, atascando el proyector. La escena fue pasto de las llamas y se contrajo, revelando estampas bélicas debajo.
»Al principio esta ejecución no será sangrienta, pero enseguida dará paso a una guerra mundial. Cuando Jesús rompa el segundo sello, la falsa paz en la Tierra se hará añicos. —Resonó otro trueno—. Cuando Jesús rompa el tercer sello, la guerra mundial desencadenada por el anticristo provocará una hambruna de proporciones globales. —Las pantallas mostraron filas interminables de personas deambulando por las autopistas y esperando una limosna ante perolas de sopa. Resonaron más truenos—. Cuando Jesús rompa el cuarto sello, un cuarto de toda la población de la Tierra morirá a manos de la espada, el hambre, las enfermedades o las bestias salvajes. Cuando Jesús rompa el quinto sello, los que han martirizado a los santos sufrirán el tormento que merecen y la muerte —continuó Michael. A sus espaldas aparecieron crudas fotografías en blanco y negro de campos de exterminio, con altas pilas de cadáveres—. Cuando se rompa el sexto sello se desatarán unas tremendas perturbaciones cósmicas; el cielo se replegará como un pergamino y toda la masa de la Tierra se desplazará. Y cuando Jesús rompa el séptimo y último sello estallará el sonido de las trompetas.
Todas las pantallas quedaron en penumbra al instante. Las luces se fueron apagando hasta que la sala se sumió en una oscuridad absoluta. Entonces el auditorio volvió a llenarse con el fragor de los vientos; primero uno, después otro, hasta que resonaron siete. En esta ocasión el sonido era tan estruendoso que resultaba incómodo. Se encendieron una serie de luces estroboscópicas entre una espesa niebla de hielo seco. Las trompetas se interrumpieron sin previo aviso y se desencadenó un frío embate de silencio. El único sonido era el rumor de los asientos vibratorios que se estremecieron de nuevo, al principio imperceptiblemente y después cada vez más deprisa. Michael oyó los gritos de algunos adolescentes.
—Los juicios que acompañarán a las trompetas serán como las grandes plagas de Egipto que Moisés arrojó contra el faraón. Las cuatro primeras destruirán las provisiones de los adoradores del anticristo, mientras que las tres últimas, las lamentaciones, les afectarán directamente. —Las pantallas se encendieron repentinamente, mostrando criaturas horribles, como murciélagos salidos del infierno, descendiendo sobre otras figuras—. Y se valdrán de demonios para torturarlos y matarlos.
Se iluminaron tres focos sobre Michael, Judy y Thaddeus. Estos miraron al techo cuando el coro empezó a cantar de nuevo.
—Con el sonido de la última trompeta el cielo estallará en un gran júbilo y proclamará: «Los reinos de este mundo se han convertido en los reinos de nuestro Señor y su Cristo». Será el momento del regreso del gran rey. Pero antes de descender, Jesús reunirá en el cielo a los santos, a los verdaderos creyentes, en el éxtasis.
Judy se desvaneció sin más. En un minuto estaba y al siguiente se había ido. El foco que la iluminaba fue estrechándose hasta desvanecerse. Thaddeus fue el siguiente. Y después Michael. Los tres desaparecieron del escenario como por arte de magia. Una vibrante profusión de campanas hinchió la cámara antes de extinguirse.
—A medida que los creyentes se «eleven» en el aire —dijo Michael, todavía invisible— se transformarán «en un abrir y cerrar de ojos» en lo que Pablo llama sus «cuerpos espirituales».
Un holograma de Michael Rose flotó sobre el público. Despedía una extraña luz interior.
—Cuando Jesús regrese, algunos se lamentarán. Muchos habrán aceptado la marca de la bestia y ahora tendrán que hacer frente a las consecuencias. Y otros, engañados por el anticristo, creerán que Jesús es Satanás y que quiere destruir el mundo. Muchos reyes y líderes mundiales, que hasta ahora se habían resistido al anticristo, cambiarán de bando y se unirán a él para enfrentarse a la creciente amenaza salida de Bosra. Los seducirán los demonios, instigados por el anticristo. Conducirán sus ejércitos al punto de encuentro, al monte Megido y el valle de Josafat, para destruir Jerusalén. Jesús derramará los grandes cuencos de la ira y el terremoto más poderoso de la historia sacudirá la Tierra. Las montañas se desplomarán. Las aguas estruendosas anegarán la Tierra.
El auditorio estalló en gritos cuando unos aerosoles instalados en el respaldo de los asientos vibratorios sumieron al público en una fría niebla. Se oyeron gritos y alaridos de pánico. Entonces la pantalla del centro pareció resquebrajarse. Un fulgor blanco brotó del fondo de la cámara, traspasando el escenario. Las luces estroboscópicas parpadearon frenéticamente. Las máquinas de hielo seco siguieron bombeando. El coro brotó del escenario. Estaban cantando el Mesías de Händel. La figura de Jesús apareció en la pantalla a lomos de un gigantesco caballo blanco, rodeado por una hueste celestial. Y Michael ascendió desde el suelo, ataviado con una larga túnica blanca como la nieve, en medio del público. Señaló a sus espaldas.
—Entonces, Jesús cabalgará hacia la batalla. ¡Aleluya! —exclamó—. Vestido de blanco, a caballo, en compañía de los ejércitos celestiales. —Michael recorrió el pasillo entre el público—. Al final de la batalla, el anticristo será capturado y arrojado vivo al «lago de azufre y fuego ardiente». —Michael se interrumpió para tomar aliento. La figura de Jesús y su caballo se desvanecieron paulatinamente en la pantalla, dando paso a un juego de luces tenues, azules y rosas, dorados y púrpuras, mientras el coro llegaba al crescendo.
»Todas estas cosas que os he contado —prosiguió Michael— son la palabra. Todas se cumplirán. Están anunciadas desde hace miles de años. Están escritas. Pero vosotros —dijo, señalando a las ansiosas caras jóvenes que lo rodeaban—, aún tenéis elección. Podéis seguir viviendo como hasta ahora, ajenos a las consecuencias, sintiéndoos inmortales e invencibles. O podéis humillaros ante Dios y prepararos para el fin de los tiempos. Y solo hay una forma de prepararse. Y esa, hermanos y hermanas, es la oración.
Michael se había colocado delante del público, a escasos metros del escenario. Allí estaba ella. La veía con el vestido rosa y blanco con lacitos azules.
—Tenemos que rasgarnos los corazones, no las vestiduras —declaró Michael—. Y eso significa que hemos de pagar el precio interno y emocional de volvernos completamente hacia Jesús; el fingimiento externo no importa. Todos vosotros. Cuando sufráis una crisis. Cuando os sintáis pobres de espíritu. Cuando sepáis que no hay soluciones terrenales para vuestros problemas, que no quedan libros de autoayuda para guiaros ni secretos humanos para salvaros. Yo os digo que este es el mejor sitio de la Tierra, un auténtico don de Dios, este valle de vacío espiritual. Porque nadie permite que Dios lo rescate a menos que comprenda que necesita que lo rescaten.
Se puso de rodillas.
—Ahora rezad conmigo —continuó. Bajó la cabeza y se quedó mirando al suelo fijamente—. Y preparaos. —A continuación alargó la mano y asió la mano de la joven del vestido rosa y blanco. La bajó al suelo hasta que se arrodilló a su lado. Ella estaba radiante de alegría. Su pecho desarrollado estaba henchido. La tela estaba húmeda a causa del aerosol del séptimo cuenco. Bajo ella se veía el contorno de sus pechos. Michael sintió sus deditos en los suyos. La joven estaba apretándole la mano. Lo aferraba como si le fuera la vida en ello. El cabello largo le ocultaba el rostro. Comprendió que estaba rezando con todas sus fuerzas. Estaba rezando mientras él la miraba a los ojos. Estaban cerrados, apretados como almendras. Esperó hasta que al final pasó. Ella se retiró el cabello de la cara, detrás de una oreja, abrió los ojos y lo miró breve y disimuladamente a la cara. Entonces, cuando se dio cuenta de que él la estaba mirando fijamente, se sonrojó y apartó enseguida la mirada.
Michael sonrió. Aquella noche Judy iba a llevarse a los niños a casa de la abuela. Él había reservado algún tiempo en la oficina para encargarse de ciertos asuntos. Un par de horas. Quizá menos. Pero más que suficiente para ofrecerle una guía a través del valle del vacío espiritual.