Como me había esperado, Louis-Cesare tenía más problemas con eso que Radu. El tío era lo bastante listo para darse cuenta de que si había que escoger entre enfrentarse a Drac cuando estuviera desprevenido o esperar a que él reuniera a más seguidores, lo primero era infinitamente preferible. Lo único que se nos ocurrió que podía obligarle a actuar antes de estar listo era la posibilidad de cogernos a los dos en una zona desprotegida. Y eso significaba un cambio de escenario.
No me sorprendió en absoluto que Louis-Cesare no estuviera contento. No le gustaba la idea de que Radu dejara los límites relativamente seguros de MAGIC y que se fuera a su hacienda en el campo, a pesar del hecho de que decía que la casa y los terrenos eran un laberinto de trampas mágicas que Radu se había pasado años desarrollando. Parecía que cada vez que se inventaba algo nuevo para el Senado, lo probaba en su casa. Para nuestros propósitos, eso era perfecto. Drac nos encontraría muchísimo más preparados de lo que él se esperaba. No obstante, Louis-Cesare parecía incapaz de entender ese pequeño punto.
—¡Lo prohíbo por completo! Juega con tu propia vida si tienes que hacerlo, ¡pero no con la suya!
—Creo que eso lo tiene que decidir Radu, ¿no crees? ¿Es tu maestro o viceversa?
Radu, que estaba supervisando el cargamento de un montón de cajas grandes y apestosas en un camión, nos ignoró pretenciosamente. Se estaba llevando con él su parque zoológico de horrores genéticos para continuar con su trabajo en el laboratorio de su casa y la fuerte e inusual tormenta que estaba cayendo estaba haciendo que el traslado fuera difícil. Al contrario de la creencia popular, en el Mojave llueve a veces, pero la tierra seca y apelmazada no absorbe bien el agua. Salté por encima de un charco rojo anaranjado que se había formado rápido y que se estaba filtrando en el cemento mientras Du pinchaba una garra gigante con una picana eléctrica. Había salido a rastras entre las barras de una caja y había cogido a uno de sus ayudantes. Era obvio que ocuparme de Louis-Cesare era cosa mía.
—Estoy intentando que él esté seguro —estaba diciendo ferozmente—. Algo que parece que a ti te es completamente indiferente.
Le eché una mirada firme.
—Nuestro trabajo es encargamos de Drac, no proteger a Radu.
—No sacrificaré a mi maestro sólo para que puedas vengarte —me informó a secas.
—¡Esto no tiene nada que ver con vengarme! Se trata de salvar a Claire.
—Entonces no intercambiaré la vida de Radu por la de la mujer. Si podemos atrapar a Drácula sin poner en peligro a Radu, está bien; si no…
—¿Lo dejarías escapar? —Lo miré fijamente, pero su cara era absolutamente implacable. Lo decía en serio. Realmente el terco y engreído hijo de puta condescendiente lo decía en serio. ¡Y éste era el tipo que Mircea había mandado conmigo para ayudarme! Controle el impulso de golpear la cabeza de Louis-Cesare contra el suelo y sonreí.
—De acuerdo. Vamos a volver a repasarlo todo —le dije inteligentemente.
—Ya he escuchado bastante. —Ésa fue la respuesta grotesca que obtuve—. Tú eres imprudente y un peligro para ti misma y para cualquiera que esté cerca de ti. No sé…
—¿Que soy imprudente? ¿Quién fue al que casi matan en el avión?
—No sé cómo has sobrevivido tanto tiempo. Pero no permitiré que cometas un suicidio y te lleves a lord Radu contigo. Haremos otros planes. Te informaré de ellos cuando lo crea necesario. —Se dio la vuelta en dirección al tío y comenzó a alejarse.
—¡Eh! —Le agarré por lo que tenía más cerca, que resultó ser su poncho para la lluvia—. ¿He dicho yo que la conversación ha acabado?
La temperatura del aire que nos rodeaba subió vertiginosamente.
—Te recomendaría que me quitaras la mano de encima, dhampir, mientras aún siga unida a tu cuerpo.
—¡Oh! Ésa es buena, viniendo de ti.
Los ojos azules se entrecerraron peligrosamente.
—¿Y qué significa eso?
—Significa que tienes la costumbre de violar mi espacio personal. Dime, ¿es eso algo francés o es que simplemente te gusta tocarme?
La sangre bajó por su cara, escurriéndose de sus mejillas hasta desaparecer.
—Te crees que puedes decirme lo que te venga en gana y yo no puedo sino aceptarlo debido a tu padre.
Pestañeé sorprendida. Yo le había dicho algo así a Marlowe, pero solo como un insulto. No acostumbraba a esconderme detrás de la reputación de papi. Yo ya tenía una propia y había jodidamente pocos vampiros que se olvidaran de ello.
—Mircea me mete en más líos de los que me saca —le dije de modo cortante—. La situación actual incluida. La única razón por la que no te dejó clavarme una estaca en Nueva York fue porque está hasta el cuello y quiere que yo se lo resuelva. Otra vez.
—¡No entiendes nada! —Louis-Cesare radiaba ira como calor—. Hoy me han dicho una docena de veces que estaba loco por atacarte delante de él, loco por pensar que mi opinión valdría algo contra la opinión de su única hija verdadera, ¡su única hija viva!
Me atraganté, sorprendida entre una risa y una maldición.
—Alguien se ha estado quedando contigo, y mucho. —Louis-Cesare parecía confundido—. Han estado bromeando a tu costa —le expliqué—. Créeme, el único valor que tengo para Mircea es todo lo que pueda hacer por él. Soy otra arma en su arsenal, nada más, y toda la comunidad de vampiros lo sabe.
—¿Y tú que sabes de la comunidad? —preguntó Louis-Cesare—. ¿Cuándo has vivido entre nosotros, Dorina? Tú eliges quedarte al margen de nuestra sociedad para atacar nuestras debilidades, ¡pero nunca has sido parte de nosotros!
El rencor estremeció todo mi cuerpo y sentí un escalofrío.
—¡Sí!, yo elijo. ¡Oh! Me pregunto por qué será. A lo mejor porque cada vez que me acerco a vuestra sociedad, ¡alguien intenta matarme! No como tú. —Lo miré de arriba a abajo, con un desprecio que ni siquiera me preocupé en esconder—. De la línea Basarab sin ninguna traza de sangre impura, miembro del Senado, campeón de duelos. ¡Eres un maldito héroe vampiro, Louis! ¿Qué sabes tú de mi vida?
—Más que tú de la mía, por lo que parece. —Los ojos de Louis-Cesare ardían con fuego azul—. Durante siglos, mi propio maestro se negó a tener nada que ver conmigo. Se me conocía como el marginado, el único que nuestra famosa línea no quería que fuera parte de ella. Mientras tú, una dhampir con la sangre de nuestra gente aún escurriéndose por tus manos, ¡eras bienvenida con los brazos abiertos! Te ríes de ellos, los menosprecias, amenazas con matarlos una y otra vez, y ellos aún te quieren. Sin embargo, yo, cada avance que consigo ¡me lo echan en cara!
Parpadeé. El hecho de que nunca hubiera escuchado hablar de los descendientes de Radu de repente tenía más sentido.
—¿Pero por qué te despreciaban? —Louis-Cesare era el perfecto descendiente, el hijo valiente cuyos logros podrían cubrir las manchas de la página de la familia. Como Drac. Como yo.
Su boca se torció agriamente.
—Pregúntale a tu padre si es que quieres saberlo. O a lord Radu. A lo mejor ellos te cuentan la verdad.
—Te estoy preguntando a ti.
—¿Para qué? ¿Para qué preguntarme nada a mí? —inquirió de modo salvaje—. Simplemente se me tolera por el momento porque el Senado está desesperado. Ya han perdido a demasiados miembros en la guerra y podrían perder a más en poco tiempo. Ahora necesitan fuerza, pero cuando la guerra se acabe…, las cosas serán como eran antes.
Fruncí el ceño. Eso no me sonaba a Mircea. Si lo traicionas te cortará las pelotas y hará que te las comas, pero nunca le había visto darle la espalda a un aliado. Dudaba mucho que fuera a verlo ahora.
—Cuando todo esto se acabe, hablaré con Mircea —comencé, preguntándome por qué me molestaba.
Me detuve porque Louis-Cesare se estaba poniendo morado.
—¡No necesito tu compasión! —Se puso más cerca de mí, hasta que su cuerpo casi tocaba el mío, pero no le dije nada. Él había mostrado tanto control, y ese aire suyo de suficiencia en el coche: estaba bien ver algo de su arrogancia saliendo y convirtiéndose en una emoción más sincera. Nadie más parecía notar todo lo que llevaba dentro, pero yo conocía la ira. En la mayoría de la gente, era una emoción superficial y pálida, mustia y tibia. En Louis-Cesare era incandescente.
—¿Qué necesitas? —Se me escapó antes de que pudiera evitarlo.
El tiempo se congeló durante un largo minuto sin aire. Luego, los ojos de Louis-Cesare se inundaron de plata, derritiéndose en un calor candente. Me quedé tan sorprendida por la transformación que tardé un momento en darme cuenta de que él no parecía entusiasmado; parecía furioso.
—Tú sólo das un servicio a los de mi clase —dijo en voz baja, salvajemente—. Cuando esté listo para eso, te lo haré saber.
Fue como un puñetazo en el estómago, un golpe limpio que te corta la respiración. La verdad es que no tenía ni idea de qué decir. Luego un brazo se deslizó alrededor de mi cuello, ahorrándome el problema de decir algo al casi aplastarme la tráquea.
No me podía creer que alguien hubiera conseguido asustarme tanto; luego escuché la voz de Marlowe y lo entendí. El maldito vampiro se movía tan suavemente como el humo; era una de las cosas que lo hacían tan mortal.
—Ten más cuidado, Louis-Cesare. Recuerda con quien estás tratando.
Louis-Cesare le lanzó una mirada puramente maliciosa.
—¡Suéltala! Ésta es una discusión familiar.
—¿Familiar? —Marlowe no se preocupó en esconder su repulsa—. Estás empezando a sonar como…
Le di un doloroso codazo en la ingle a Marlowe, luego salté hacia atrás para ponerme fuera de su alcance.
—No sé cuál es tu opinión —le dije a Louis-Cesare furiosa, resistiendo la necesidad de frotarme la garganta—, pero tendrás que consultarla con Radu. Ésta fue una idea tanto suya como mía y él piensa que funcionará. Si quieres decirle a tu maestro que es un idiota, vete y díselo. Luego cuéntame cómo fue, si es que sobrevives.
Louis-Cesare había rodeado con fuerza el codo de Marlowe con su mano, conteniendo al vampiro enfurecido, pero sus ojos estaban fijos en mí.
—Aún no hemos terminado.
Cabrón malvado; él había sido el primero que se había ido antes de terminar la conversación hacía tan solo un momento.
—La verdad es que creo que sí que hemos terminado —le dije y me fui hacia el taller.
Por una parte estaba esperando a que me siguiera, a que me diera una excusa para que lo atropellase. Pero cuando me alejé de ahí en ese Jaguar último modelo (el olor de la piel ni siquiera se había quitado aún), él aún seguía de pie bajo la lluvia, hablando con un Marlowe que parecía enfadado. Me detuve al lado de Radu, que le estaba dando a su asistente maltratado un sermón de cómo mantener la distancia adecuada.
—Tu hijo es un maníaco —le informé.
Du suspiró.
—¿Qué pasa ahora?
—¡Estaba diciendo que no era bienvenido en la familia!
Radu se sobresaltó.
—¡Otra vez no!
—¿No es verdad?
—¡Claro que no! Al principio tuvimos que mantenerlo a distancia, pero todo eso ya se ha acabado.
—¿El qué se ha acabado?
—¡Oh! Toda esa cosa del cambio de época —dijo Radu vagamente, como si yo debiera saber de qué narices me estaba hablando.
—¿Qué cosa del cambio de época?
—Ya sabes. Antes, cuando los gitanos lo maldijeron.
—¿Louis-Cesare está maldito?
—Bueno, ahora no —dijo Radu, como si pensara que yo era un poco lenta—. En la otra corriente de tiempo que Mircea alteró.
—Espera un segundo. ¿Mircea alteró el tiempo?
—La verdad, Dory, si tú estuvieras al día con tu familia, sabrías todas esas cosas.
—Ponme al día.
—En un principio, Louis-Cesare se convirtió en una maldición, no fue creado —dijo Radu con una paciencia exagerada—. Algunos de los gitanos se enfadaron mucho con él por algo y… no recuerdo los detalles. De todas formas, después del cambio temporal, acabé siendo el que lo convirtió en un vampiro. Pero tuvimos que mantener todo eso muy en secreto, tanto como nos fue posible; de lo contrario nos arriesgábamos a alterar el presente. Y eso me incluía a mí; yo no podía estar ahí para Louis-Cesare, porque por supuesto yo no había estado antes ya que ni siquiera lo conocía. —Radu me miró de manera petulante—. Le expliqué todo esto a él, ya sabes.
Parpadeé.
—¿Tan coherentemente como acabas de explicármelo a mí?
—¡Naturalmente! No pareció marcar ninguna diferencia.
—Du —le dije lentamente—. Existe una pequeña posibilidad de que él no te crea.
En una auténtica sinfonía de gestos, Radu puso los ojos en blanco, sacudió la cabeza y suspiró.
—Nunca tengas hijos, Dory, los problemas no se acaban nunca.
—Soy dhampir —le dije entre dientes—. No podemos reproducirnos.
—Bueno, entonces eso está bien. —Radu hizo un gesto con la mano.
—Voy a difundir algunos rumores sobre nuestro destino en Las Vegas —le dije, cambiando el tema antes de que me viera tentada a estrangularle y ahorrarle el problema a Drac—. Seguramente tarden un poco en llegar hasta allí, pero no hay garantías. Ten cuidado. Te daré unas cuantas horas para que puedas ponerte a cubierto antes de mencionar nada.
—Kit nos ha conseguido un escolta para nosotros. —Se dio la vuelta y miró donde los chicos estaban trabajando—. Intenta no molestar a Louis-Cesare, Dory. Está… un poco confuso en este momento.
—Entonces ya somos dos. —Mircea iba a tener que explicarme varias cosas la próxima vez que lo viera.
—Intenta entenderlo, querida. El no sabe dónde encajas tú. Tú eres dhampir, lo que te hace totalmente inaceptable en su manera de pensar, pero también eres la hija de Mircea y, por lo tanto, alguien a quien él le debe un grado de respeto. Él no entiende que tú estás de broma cuando le tomas el pelo. Lo interpreta como una falta de respeto.
—Entonces ha dado en el clavo —le dije, dejándole perplejo.
—Creo que no entiendes mi posición —le dije, haciendo una señal al camarero para que me pusiera otra copa. El tipo era humano, pero lo único que hizo fue parpadear por el hecho de que estaba hablando con un gnomo que medía tres menos de un metro y con una nariz de unos treinta centímetros, ojos púrpura pequeños y brillantes, y unas orejas en las que estaba creciendo un bosque de pelo blanco lo suficientemente espeso para trenzarlo. Hacía juego con sus cejas y con la greña nevada sobre su cabeza, pero la verdadera hermosura era la barba. Era de plata pura y casi tan larga como él de alto. Había visto como se la había metido dentro de su cinturón anteriormente, para evitar tropezar, pero esta noche la llevaba suelta, como un río por su pecho. Era un rasgo extrañamente hermoso en un cuerpo por lo demás poco atractivo y siempre me hacía sonreír.
Benny era un trol de bosque y esto era Las Vegas, la tierra de lo extraño. Pero aún seguía sorprendida por la falta total de interés que todo el mundo estaba mostrando. Las cosas habían cambiado un poco desde que había estado aquí por última vez.
Estábamos en un bar de demonios escondido en una calle trasera, en un salón junto a la piscina en Caes Arz. Me habían dicho en su tienda que encontraría a Benny allí, y sin duda, él había estado poniéndose ciego a margaritas, a juzgar por la mirada con los ojos nublados que me echó.
—Ya lo pillo, ¿vale? —dijo, levantando una mano verrugosa para evitar que me repitiera—. Tienes una tarea difícil y necesitas algo con más poder de lo que la ley permite. Pero ya te lo estoy diciendo, yo no tengo nada.
—Tú siempre dices eso. —No iba a aceptar un no por respuesta. Necesitaba reponer existencias y parecía que era poco probable que el Senado me ayudara con eso; especialmente ya que Mircea quería atrapar a Drac y no lo quería muerto, y ninguna de las cosas que yo tenía en mente era de lasque permitían que sobrevivieras.
—Sólo que esta vez, lo siento, no es una táctica de negociación. Estamos en guerra, ¿lo sabías? El Senado se llevó casi todo mi inventario; dijeron que estaban confiscando contrabando. —Benny aceptó otra copa de un camarero cuyos ojos nunca lograban centrarse completamente, y lamió el borde—. Y justo después de eso, los malditos magos oscuros me atacaron por lo que quedaba. ¿Es que ya nadie entiende el concepto de pagar por las cosas?
—Venga Benny. Te conozco. Tú nunca tienes todo en la tienda.
—Y ahora tampoco tengo nada en ningún sitio. —Suspiró y le dio una palmadita a mi pierna—. Has sido una buena clienta, Dory, y me conoces. Siempre he sido sincero contigo, ¿cierto? Pero son los tiempos que corren. El Senado es vulnerable y su control se está desvaneciendo. ¿Quién sabe lo que va a pasar? Nadie, ésa es la cuestión. Así que todos quieren protección, ¿no? Algo extra en caso de que las cosas empiecen a desbaratarse. La verdad es que mi inventario cada vez disminuía más, incluso antes del atraco. Y ahora… —Sacudíó la cabeza—. No tengo nada.
Una madre que parecía preocupada caminaba al lado del bar, una niña la acompañaba con un cono de helado cogido fuertemente en un puño. Los labios azules brillantes de la chica formaron un «oh» asustado de sorpresa cuando vio a Benny, que le soltó un guiño amistoso.
—¡Mami! ¡Mira el elfo!
—¡No te quedes mirando, Melissa! ¡Y no insultes a la gente!
Miré a Benny mientras arrastraban lejos de aquí a la pequeña, aún protestando porque quería saludar al elfo simpático.
—Yo no diría que un talismán para ocultarse no es nada, Benny —observé suavemente. Eran artículos caros que se usaban para que quien no supiera ya el aspecto que alguien tenía, viera solo una proyección. La excepción eran los niños pequeños, cuyos cerebros aún no habían formado las ideas preconcebidas sobre la manera en la que el mundo debería funcionar que el amuleto utilizaba como base.
Se encogió de hombros, sin disculparse. Benny era como la mayoría de su clase cuando tenía que conseguir pasta. Vendería a su propia madre (que, después de todo, había intentado comérselo), si obtuviera un buen precio por ella. El problema era que creía que no tenía el dinero suficiente para pagar los precios que estaba pidiendo esos días y que, sin duda, eran completamente exagerados. Casi siempre tenía razón; pero hoy no era así.
—Bueno, es una pena. —Coloqué informalmente mi bolita amarilla brillante encima de la barra del bar, al lado de su colección de sombrillas de papel de colores—. Ya sabes que preferiría hacer tratos contigo, pero supongo que tendré que ir a otro sitio.
Sus ojos se quedaron fijos en el pequeño orbe y lentamente colocó su bebida encima de la barra.
—Pensándolo bien, Dory, podría haber escondido algunos artículos especiales.
Después de un poco más de media hora, nos detuvimos ante un gran almacén.
—¿Unos cuantos artículos? —le pregunté cuando salíamos del Jaguar.
Benny se encogió de hombros y forcejeó con la cerradura pesada que había en la puerta corrediza de metal grueso.
—He tenido este sitio durante años. Normalmente, lo suelo tener casi lleno. Ahora, bueno… —Deslizó la puerta para abrirla—. Echa un vistazo.
Un espacio enorme y con eco nos recibió. Había palés vacíos destrozados junto con un montón de cajas de cartón aplastadas y una carretilla elevadora oxidada. Los fluorescentes brillaban de mala gana y me di cuenta de que en la parte de atrás había algo que se parecía a una oficina.
—Por aquí —dijo Benny, eligiendo un camino a través de la basura—. Me llegó un cargamento hace un par de días y, por suerte para ti, nadie ha pasado aún por aquí para robármelo.
—¿Por qué no trasladas tu inventario a algún sitio donde ellos no puedan encontrarlo?
—Si dejo algún material interesante por aquí, me permiten seguir llevando mi negocio, y así no me matan. —La voz profunda y fuerte de Benny rebotó en las paredes—. Ahora que estamos en guerra no es un buen momento para que la gente empiece a verte como prescindible. El Senado sabe que tengo contactos que ellos no tienen. Eso es lo que resulta de intentar sacar del negocio a artesanos durante doscientos años; tienden a no querer hacer negocios contigo cuando te metes en un aprieto.
Después de desarmar unas cuantas docenas de protecciones, Benny encendió los fluorescentes de la claustrofóbica oficina y se metió por el lateral del escritorio que estaba aún más desordenado que el mío. Yo me quedé atrás unos pocos pies en caso de que cualquiera de los montones elevados decidiera caerse, y esperé.
—Pero no me estaba quedando contigo. Mi selección no es la que solía ser. —De entre su escritorio de metal antiguo, sacó un maletín pequeño. Hubo una espera mientras se desarmaban más hechizos y luego el cierre del maletín. Cuando por fin lo abrió, me fue muy difícil mantener una cara de póquer adecuada mientras echaba un vistazo al material que había dentro. Benny movió sinuosamente una ceja peluda hacia mí—. Bueno, Dory, ¿podemos hacer negocios o qué?
Me incliné hacia delante para ver un poco mejor, asegurándome de que unos cuantos de los artículos eran lo que yo pensaba que eran, y apenas evité sonreír abiertamente como un demonio. Oh, sí. Realmente creía que podíamos hacer negocios.
Diez minutos más tarde, tenía cuatro desestabilizadores con la potencia de unas veinte granadas humanas cada uno, y una de las mejores pociones de transformación. Esto último era una sustancia espesa que ejecutaba un hechizo incluso sobre los que no eran magos, como yo. Si te lo extendías por la cara, en unos pocos minutos podías parecerte virtualmente a cualquiera. Tendía a causarme erupciones, pero había muchas cosas peores que un caso malo de acné y con Drac detrás de mí, necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener.
Benny y yo estábamos regateando si cuatro o cinco esferas desorientadoras (que te hacían sentirte muy mareado en el caso de los demonios, olvidar por qué estabas luchando en el caso de los vampiros o perder el conocimiento en el caso de los humanos) deberían completar el trato cuando un débil soplo de ozono de repente reemplazó al olor penetrante y seco del desierto. Me caí al suelo y un momento después, las ventanas de cristal que constituían la parte más alta de tres de las paredes de la oficina se hicieron pedazos y cayeron hacia dentro, y una ola de fuerza lanzó ruidosamente a Benny contra la pared negra de metal, reduciendo su cabeza de gran tamaño a gelatina. Comencé a moverme más o menos al mismo tiempo que los pedazos de vidrio roto golpeaban los cuadrados de la moqueta manchada.
Agarré la caja del lugar en donde se le había caído al suelo a uno de los brazos golpeados de Benny y salté por una ventana que ahora ya no estaba en el lado exterior de la habitación. Lancé una cara esfera desorientadora detrás de mí mientras abandonaba la oficina, ya que ahora tenía en mi posesión doce y tardé un segundo en echar un vistazo. Obviamente la oficina había sido una idea tardía; alguien que decidió que los directores deberían tener un poco de privacidad y la situó cerca de la salida de atrás. No obstante, no estaba lo bastante cerca. Me sumergí detrás de un grupo de cajas de madera vacías y me pregunté si no estaría a punto de pagar mi deuda kármica. A unos centímetros de allí, más cajas de madera y la mitad de la pared explotaron como si las hubiera golpeado un puno gigante que no estaba allí.
¿He mencionado alguna vez que a veces odio la magia?
El problema era que no tenía un almacén lleno que me ofreciera bastante protección, el triste estado del negocio de Benny se había quedado sin nada. Ya que dudaba de mi capacidad de sobrevivir a un golpe de lo que fuera que me estuviera atacando, las doce yardas hasta la puerta de atrás bien podrían haber sido mil, especialmente ya que sospechaba con toda seguridad que me encontraría a un comité de bienvenida esperándome fuera. Incluso si conseguía llegar hasta allí de una sola pieza, no permanecería así durante mucho tiempo.
Y de nuevo lo olí, un parpadeo débil de ozono, como el primer aviso de una tormenta que se acercaba. Me dije a mí misma que me estaba imaginando cosas. Después de todo, había llovido últimamente. Pero, empapada en sudor, me estaba quedando congelada en la oscuridad, los músculos agarrotados y tensos mientras el pánico helado me corroía la espina dorsal.
Otro destrozo de cajas de madera que estaban lo bastante cerca como para lanzar astillas dentro de mis botas me planteó mi otro pequeño problema: podría no ser capaz de moverme, pero tampoco podía quedarme donde estaba. Mi opción normal cuando estoy protegida en una esquina es la de atacar a todo lo que veo, pero ya que no había nada a la vista, decidí que tendría que intentar algo distinto. Los destrozos en la oficina de Benny incluían los fluorescentes reventados, así que la única iluminación era la tenue luz de las estrellas que se filtraba a través de algunas ventanas mugrientas que había cerca del techo. Actuando con la esperanza de que quien fuera el que estuviera en la parte de afuera no me podría ver mucho mejor de lo que yo le pudiera ver a él, me eché hacia atrás desde la salida y fui hacia la carretilla elevadora que había visto antes.
Me mantuve cerca de la pared ya que la zona más cercana a la puerta estaba sistemáticamente destrozada. Una cosa buena acerca de todo el ruido es que no me tenía que preocupar por ser cuidadosa. Por fin llegué al monstruo de metal y me subí en él. Por supuesto, no iba a intentar conducirlo. No es muy probable que las carretillas elevadoras sean capaces de correr más que un humano, y si eran magos con velocidad mágicamente mejorada, hombres lobo o vampiros los que estaban detrás de mí, la verdad es que estaba muerta. No obstante, proporcionaría una buena distracción si pudiera hacerla funcionar. Puse un par de desestabilizadores de Benny en el salpicadero, vacié el resto del contenido de la caja en los bolsillos espaciosos de mi nueva chaqueta, encendí el motor y salté.
Cuando la mano invisible aplastó la cosa en pedazos unos pocos segundos más tarde, yo ya estaba a medio camino corriendo por el suelo a toda prisa para llegar a la puerta principal. Soy más rápida que nadie, excepto por los vampiros más viejos, cuando quiero serlo, y sabiendo que los desestabilizadores iban a despedir gases me dio el mejor aliciente que había tenido en mucho tiempo para lograr un nuevo récord de velocidad. Aún estaba dentro del edificio cuando se produjo la explosión, pero solo parcialmente. La explosión me cogió y me lanzó contra la puerta corrediza que se dobló y luego arrancó la carrilera. La hoja de metal arrugada y yo nos fuimos a dar un paseo salvaje por todo el aparcamiento, haciendo saltar chispas contra el asfalto, derrapé pasando un grupo de figuras oscuras y me abalancé contra un vehículo.
Di vueltas por debajo del chasis, pero no me quedé allí mucho tiempo. Un grupo de manos poderosas me cogieron y me arrastraron hacia el otro lado, casi al mismo tiempo que las piezas del almacén comenzaban a caerse alrededor de nosotros. Demasiado para tener que preocuparme por la colocación del cuerpo de Benny, pensé, mientras subía un pie para tocar la ingle de mi captor. Soltó una maldición que apenas escuché ya que por un momento me quedé sorda por la explosión, pero una caja de madera en llamas aterrizó casi encima de nosotros en el mismo momento en que vislumbré su cara. ¡Oh, oh!
—Do-ri-na. —Las sílabas eran como tres latigazos.
Tragué saliva y eché una sonrisa enfermiza. Cenizas y fuego continuaban cayendo alrededor de nosotros, como una visión sacada del infierno, pero apenas lo notaba. ¿A quién le importa el escenario cuando ya estás mirando al demonio?
—Tío.